Detallé cada elemento del libro que tenía ante mis ojos. Los dibujos tenían un aspecto suave sin rozar lo infantil, pero estaban muy bien detallados, dejaban a un lado los colores y solo daban armonía con tinta negra.
—¿Dices que esto le gusta a Makoto? —le pregunté a Sebastián, quien estaba mirándose al espejo sin terminar de decidirse qué atuendo ponerse para su cita.
—Sí, me prestó algunos de sus mangas y dice que después veremos sus animes favoritos, pero que primero empiece con eso.
—No está mal.
Seguí ojeando mientras leía de atrás para adelante y de derecha a izquierda el manga. Era un poco extraño para mí leer de esta forma, pero después de unos minutos logré acostumbrarme.
—Se lee rápido —comenté después de cerrar el primer tomo de lo que parecía una serie—. ¿Te presto los demás?
—Creo que están en mi mochila.
Me levanté de la cama y al no encontrarla por ningún lado, moví la silla del escritorio para ver si ahí estaba y, en efecto, ahí fue donde la puso Sebastián. Coloqué el tomo que acababa de leer sobre la superficie de madera, abrí la mochila y vi que habían más de diez tomos, cada uno era cubierto con una bolsa plastificada.
Agarré el que tenía un número dos en la solapa, con mucha delicadeza lo abrí y lo saqué. Al no saber en dónde está la otra protección, coloqué el tomo que acababa de leer en la misma bolsa.
Me acosté de nuevo en la cama de Sebastián, mientras lo esperaba. Le había propuesto que sería su chofer en esta tarde de sábado. Después de lo que pasó con Álvaro, nadie puede estar solo e implementaron el toque de queda.
—¿Cómo me veo?
—¿Quién eres tú y qué hiciste con mi amigo?
Lo miré de pies a cabeza, los pantalones negros que traía puestos los llegó a combinar con una sudadera gris y una chamarra de mezclilla de un azul oscuro.
—¿Tan mal lusco? Solo quería ser casual.
—Al contrario, estás muy guapo, si se nota que te bañaste.
—Eres una idiota —dijo después de haber tomado una de las almohadas para arrojármela—. Por cierto, ¿tú de qué te disfrazaste?
Di un salto para incorporarse, pasé mis manos por la tela del saco, algunas veces a través de mis dedos podía sentir el frío que transmitían los botones de metal. Giré sobre mi propio eje para que Sebastián pudiera apreciar mi vestimenta.
—Dije que sería tu chofer y me vestí para la ocasión.
—¿Dónde lo conseguiste?
—Se encargó Emilia, ayer le pregunté dónde podía comprar uno y en la mañana vino a dejar este. Además, también tenía su gorra y guantes, no escatimo en detalles.
—A veces los Dupont me asustan, ¿cómo lo consiguió tan rápido?
—No lo sé y tampoco quise preguntar.
Levanté mis hombros para no darle mucha importancia al asunto. Mi tía era una experta en conseguir cualquier cosa que se le pidiera y algunas veces sentí que no debía preguntar, aunque tuviera mucha curiosidad.
—¡Se hace tarde! —gritó Sebastián después de ver su reloj de muñeca.
Él salió casi disparado y yo solo tomé la mochila que estaba en su habitación para llevarla conmigo. No tardamos más de diez minutos cuando el motor del auto ya estaba calentándose.
De vez en cuando miraba por el retrovisor para supervisar cómo estaba Sebastián, movía su pie sin cansancio y sus manos no las dejaba quietas. Por fortuna para él, llegamos cinco minutos antes de la hora acordada a la casa de Makoto.
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🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
RomansaPor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...