🐈‍⬛ Capítulo 11 🐈‍⬛

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Los siguientes días no fueron fáciles, pero lentamente Sebastián empezó a sonreír más. Me había dicho que había ido con la psicóloga que su madre había reclutado hace varios años para la academia.

En su primera sesión, logró contarle algunas cosas del pasado que tenía en común con Álvaro y, aunque ha estado un poco más pensativo, también he visto que lentamente ha empezado a asimilar la muerte de su primer amor.

Aún no hay fecha de cuándo lo cremarán para colocar sus restos en el mausoleo de los Guardí, al parecer todavía es evidencia y no pueden arriesgarse a perder alguna pista del asesino.

Un pitido hizo que pusiera mi atención en el entrenador de Lacrosse; movía a sus jugadores de un lugar a otro. Hicieron una fila y empezaron a practicar sus tiros a la portería. Después de un tiempo, uno se rezagó y se acercó a las gradas a tomar agua. Sebastián dejó un par de golpes ligeros en mi pierna y se levantó para ir con Makoto.

Una sonrisa apareció en mi rostro cuando vi la felicidad que proyecta Makoto al saludar a mi mejor amigo. El chico estaba un poco sudado, sostenía su casco mientras con la otra mano intentaba peinar su cabello rebelde. Su piel de una tonalidad oliva y sus ojos rasgados que se empequeñecen cuando sonreía, me hacían comprender por qué a mi amigo le parecía atractivo. Además, por lo que he visto, tenía una personalidad protectora y un poco juguetona.

Aparté mi mirada de ellos para seguir viendo el entrenamiento del equipo de Lacrosse. Algunos acertaban su disparo, otros fallaban gracias a que la portera detenía sus intentos de anotar. Los minutos pasaron sin que me diera cuenta, el deporte al final resultó más entretenido de lo que pensaba.

El crujido que se reprodujo después de que la madera de las gradas fuera pisada hizo que bajara ligeramente mi cabeza. Mi mirada conectó con la de Alaia, me congelé sin saber qué hacer, en cambio, ella subió cada peldaño hasta que llegó cerca de mí y se sentó a mi lado.

—Has estado evitándome. —Más que una pregunta era una afirmación.

—¿Cómo puedo evitar a alguien que apenas conozco?

—Al menos antes me saludabas, incluso si era por cortesía.

—Las personas cambian.

La decepción que había en sus ojos dolió tanto que apenas podía sentir mi cuerpo. Alaia se levantó decidida a apartarse de mí. Sabía que debía dejarla ir, en verdad traté, me aferré con todas mis fuerzas a esos pensamientos que decían que era mejor estar separadas, pero mi mano se movió sola e hizo que no se fuera. Mi tonto corazón tenía vida propia y hacía conmigo lo que quería, aun cuando me decía una y mil veces que lo nuestro no puede ser.

—No haces que las cosas sean fáciles —contesté con sinceridad—. ¿Por qué quieres acercarte a mí?

—En todo caso, ¿por qué debería alejarme?

Ahora entendía por qué mi tía Sofía odiaba que le contestara una pregunta con otra. Un intento de risa salió de mis labios sin mucho ánimo. No podía decirle que corría peligro si se acercaba a mí, al menos no con esas palabras.

—Porque solo le quito la felicidad a quienes están cerca mío —le dije.

—¿Realmente piensas eso de ti misma?

—Todos tienen una percepción de mí, ¿acaso importa la que yo tengo de mí?

—De todas las personas en este pequeño punto del planeta, eres la última que pensé que se iba a menospreciar tanto.

—Todos los días hay algo con lo que te puedes sorprender.

Levanté mis hombros para quitarle importancia al tema. Me incorporé, pasé a un lado de ella para bajar las gradas y dirigirme al interior de la escuela, pero ella me alcanzó, se colocó enfrente de mí y me abrazó. Fue tan tentador sentir su olor que no pude apartarla.

🐈‍⬛ Oscura maldición 🐈‍⬛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora