Mantuve mi vista al frente, no me inmute, aunque escuché todas las cosas que decían sobre mí. El plan que había trazado con Sebastián estaba arruinado incluso antes de que lo ejecutáramos. ¡Qué ingenua fui!
Uno de los estudiantes que estaba tomando la clase grabó el partido y subió a internet mi pequeño desliz. Fue eliminado a los pocos minutos, pero eso no evitó que la mitad de Lambert lo viera y que la otra se enterrara por los rumores. A los adultos no les importó e inclusive por lo que leí les pareció gracioso, pero a mis compañeros es otra historia.
Algunos me miraban con prepotencia, otros con enojo por el hecho de que habían prohibido el uso de celulares dentro de la institución y unos pocos con asombro por haber cometido un error tan simple. Al parecer, la imagen de estudiante perfecta que tenían de mí se ha caído. No es que me importara y sinceramente nunca busqué su aprobación, pero quien está muy enfadado es el abuelo.
Me citó a su despacho al salir de la escuela y tenía una ligera sospecha de que cualquier cosa que me quiera decir no me lo dirá con delicadeza.
Miré fijamente los libros que estaban en mi casillero, tenía otro en la mano que quería lanzar adentro para después salir corriendo, pero no puedo manchar mi récord de puntualidad y asistencia, eso solo le daría otra excusa al líder de los Dupont para regañarme.
No soporto que nadie me grite, pero todo mi ser se paraliza cuando se trata de él. Me trago mis palabras y finjo que estoy de acuerdo con todo lo que dice.
Cerré con demasiada fuerza el casillero, lo que provocó que la chica que estaba a pocos centímetros de mí se asustara.
—Lo lamento —solté con brusquedad.
Respiré profundamente para alejar mi mal humor. Alaia no tiene la culpa de todo lo que me estaba pasando o tal vez sí, pero ella no sabe que era la causa.
—Solo quería saber si estabas mejor.
Sus palabras me sorprendieron; me quedé mirándola por un par de segundos hasta que una ligera risa salió de mi boca. Ella era la última persona que pensaría que se preocuparía por mí, claro, si quitamos al abuelo. De cierta forma sentí que la vida estaba siendo irónica conmigo.
—No entiendo para qué me acerqué, si solo te ibas a burlar de mí.
Antes de que se fuera, tomé su mano. La calidez de su tacto era tan encantadora, que me permití ser egoísta por un minuto y no la solté.
—No era mi intención reírme, perdóname si te hice sentir así, pero esta situación me pareció un poco irreal.
—¿Por qué? —me preguntó extrañada.
—Como verás... —Con mi mirada, señalé a las personas que estaban atentas a nuestra interacción—. Nadie se acerca a mí y mucho menos para saber cómo estoy, al menos que te hagas llamar Sebastián y seas un poco insoportable. —Tal vez estaba tentando a mi mala suerte, pero no pude evitar sonreír y guiñarle el ojo—. Lo cual lo dudo.
Esta vez fue su turno de reír y, por consecuente, mi sonrisa creció aún más, si es que eso era posible, pero después esta se borró cuando recordé que es mejor no ilusionarme con alguien con quien no puedo estar.
—Gracias por preguntar cómo estoy, Alaia, pero me encuentro bien.
Solté su mano, coloqué mi mochila en el hombro para marcharme de ese lugar, pero ella evitó que me fuera.
—Sabes, deberías sonreír más, tienes una linda sonrisa.
Asentí con mi cabeza, no dejé que ninguna expresión además que resignación se mostrará en mi rostro, aun cuando mi corazón estaba latiendo como loco.
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🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
RomancePor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...