🐈‍⬛ Capítulo 14 🐈‍⬛

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Sebastián apenas tocó la fotografía quitó su mano rápidamente. El asombro que había en su rostro me asustó.

—Hay magia de protección y es de... mi padre —dijo sin quitar la mirada de la imagen.

—¿Y el anuario?

—Puedo sentir la magia de seis brujos como marca el hechizo, es... débil. —Pasó la mano sobre el libro sin apenas tocarlo, entrecerró los ojos como si estuviera buscando la palabra correcta en sus pensamientos—. Han pasado varios años desde que se hizo.

Esta vez tomó el anuario, miró para arriba buscando algo y cuando lo encontró. Empezó a caminar sin un rumbo fijo para mí. Lo seguí por las estanterías de la biblioteca hasta que paró detrás de una que estaba cerca de las ventanas.

Se sentó en el piso, sacó de su pantalón un llavero y tomó la pequeña navaja que escondía bajo la apariencia de una llave. Pasó la punta afilada por su dedo índice hasta que la sangre apareció. Esparció el líquido escarlata por la portada del libro dibujando símbolos que pertenecían a una lengua antigua.

Cerró los ojos y murmuró palabras ininteligibles para mí. En cuestión de minutos el libro ya no estaba frente a nosotros.

—Aaron nos debe más respuesta de las que nos dio la última vez que le preguntamos sobre Adrián Mortimer —dijo Sebastián con enojo, mientras se aplicaba un ungüento en la herida.

Lo entendía perfectamente, sabíamos que no nos había dicho todo cuando lo enfrentamos unos días después de que hizo la revisión del sello. Se puso nervioso en cuanto mencionamos su nombre, intentó fingir que no le había afectado, pero era muy tarde y él ni siquiera nos miraba a los ojos.

Nos aseguró que el profesor Mortimer mentía que apenas sí había intercambiado unas palabras con mi madre. Aun con todas las señales en su contra, le creí a Aaron. Lo conozco desde que era una niña, además que no quise escarbar en el pasado de mi mamá. Quería quedarme con los preciosos recuerdos que tenía de ella y tengo miedo de que, si descubro la verdad, toda esa imagen perfecta de ella se desvanezca.

Fuimos los últimos estudiantes en salir de la escuela, el estacionamiento estaba casi vacío, cuando antes mínimo había unos veinte autos; la gran mayoría pertenecían a los profesores.

Recargué mi cabeza en la ventana, el cielo estaba nublado, las calles pasaban ante mis ojos, eran efímeras y carecían de sentido.

Sebastián paró por un semáforo en rojo y, mientras esperábamos, mi mirada cayó en una chica que estaba en cuclillas hablando con un gato. Me pareció una escena magnífica hasta que una lágrima se deslizó por su mejilla.

El auto estaba volviendo a dar marcha, pero yo hice que Sebastián se orillara. Bajé rápidamente y entre más me acercaba a ella reduje mi velocidad hasta que quedé a unos pasos de Alaia.

Me rompió el corazón verla de esta manera, tan vulnerable. Coloqué una rodilla en el suelo, la abracé para consolarla cuando vi que sus lágrimas no paraban. Ella recargó su cabeza en mi pecho y se aferró a mí.

—La extraño —dijo finalmente—, Nova se ha ido y no sé si regresará.

Miré al cielo buscando una respuesta para poder disminuir su dolor, pero nada lo haría excepto Nova y aquella gata negra no podía volver a los brazos de Alaia, al menos todavía no.

Sentía cómo los latidos de mi corazón eran irregulares y cada vez que golpeaba mi pecho, dolía de una forma desastrosa. Las lágrimas que estaba derramando Alaia eran por mi culpa, estaba lastimando a la persona que más amo y no puedo hacer nada para evitarlo.

Después de unos minutos, ella trató de recomponerse, incluso intentó poner una de esas sonrisas que fingía para aparentar que todo estaba bien.

—Lo siento, no suelo llorar en la calle.

🐈‍⬛ Oscura maldición 🐈‍⬛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora