El aire caliente que expulsé de mi boca se concentró en el espacio que había entre la ventana y yo. El auto avanzaba con rapidez, pero parecía que el tiempo estaba jugando conmigo, haciendo que todo se volviera lento.
Separé mi cabeza del cristal y jugué con el collar que hasta hace unos minutos me regresó Aaron. No parecía que le hubiera hecho algo, al contrario, seguía estando en las mismas condiciones en las que me lo dio Melanie. Tomé mi tiempo para volverlo a poner en mi cuello y cuando cayó libremente sobre mi piel, no pude evitar sentir cómo mi corazón se comprimía por el significado que tiene.
Los nervios me consumían, se supone que no debería estar con ellos en este auto, pero mi insistencia ha hecho que ellos accedieran, además de que Emilia prometió que me cuidaría.
Debía insistir, no podía quedarme en su casa mientras esperaba obtener noticias de Melanie. La angustia me iba a comer viva después de lo que había visto. No sé qué es lo que nos espera, pero Aaron ha hecho que algunos de sus aprendices nos acompañen, al igual que tres de los tíos de Melanie.
Sofía colocó su mano sobre mi rodilla para que deje de golpear constantemente mi pie contra el suelo. Levanté mi cabeza y me encontré con una sonrisa que estaba llena de comprensión.
—Ella es fuerte —me dijo y, aunque lo sé, no lo hace más llevadero.
Cuando llegamos a la zona abandonada, intenté salir corriendo del auto, pero me detuvieron.
—Es peligroso, Alaia —dijo seriamente Elías, quien hasta el momento creía que era el Dupont más relajado, pero ahora entiendo que él también tiene miedo por lo que pueda llegar a pasar.
Desde nuestro auto, observamos cómo Aaron e Isabel les dan órdenes a otras veinte personas. Todos tenían vestimentas oscuras que se ajustaban perfectamente a su cuerpo y que, al parecer, les daba facilidad de movimiento. Una parte de su rostro era cubierto por una tela que solo dejaba a la vista sus ojos.
En cuanto Isabel dio la orden, la mitad se dispersó y la otra mitad los siguió para entrar en el edificio. Los minutos pasaban y nosotros no teníamos ni idea de lo que estaba ocurriendo hasta que un papel apareció a mitad del auto. Flotaba hasta que Emilia se decidió a tomarlo.
—Es hora.
Y como si fuera una orden todo el mundo bajo del auto. Rubén junto a otras dos personas se unieron a nosotros. Elías se colocó a un lado de un hombre y ambos estuvieron a unos cuantos pasos de nosotros cuidando que nadie nos sorprendiera por detrás.
En cuanto entramos en el edificio, vimos cómo varios aprendices estaban peleando. Bolas de fuego, ráfagas de aire, proyectiles de hielo, nubes de polvo, entre otros hechizos, eran repelidos y lanzados a diestra y siniestra contra gente que traía máscaras en su rostro, pero que tampoco dudaban en usar su poder para combatir.
Caminamos lentamente, evitando que alguien no deseado nos viera. Seguí a las tías de Melanie sin saber a dónde nos dirigimos, pero todo cambió cuando Emilia se detuvo detrás de unos contenedores metálicos.
—¡Te conformas con tan poco, Aaron! —gritó una mujer con evidente enojo.
No necesitaba alzar su voz, el eco del lugar permitía que todos escucháramos con claridad lo que decía, pero los demás estaban concentrados en su propia pelea.
—No somos los sirvientes de los Dupont.
—El convenio se hizo por una razón, Amelia, y debes respetarlo —contestó Aaron con impaciencia.
Por una pequeña separación entre los barriles pude ser capaz de obtener una vista de aquella mujer. En sus ojos era fácil percibir el desprecio que había hacia Aaron, en cambio, él estaba preocupado y a la vez decepcionado.
ESTÁS LEYENDO
🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
RomancePor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...