En cuanto Sebastián abrió la puerta del despacho de mi abuelo, lo único que vi fue el respaldo de la silla. Su atención estaba puesta en aquel ventanal que dejaba pasar la luz a su sitio de trabajo.
—Abuelo.
Él no respondió, se quedó así por varios minutos, los cuales me estaban torturando por el ambiente tenso que había caído alrededor de nosotros.
—Señor Dupont.
Sebastián intentó hablar, pero mi abuelo levantó su mano haciéndolo callar. Ambos nos miramos sin saber qué hacer o qué decir, pero la mejor opción era no provocarlo y esperar a que él hablara.
Pasaron los minutos en completo silencio, hasta que él decidió girar su silla. Pasé saliva por mi garganta, era un manojo de nervios al presenciar cómo sus cejas se acentuaban bruscamente sobre esos ojos color esmeralda, que solo proyectaban enojo.
Las arrugas que había en su rostro lo hacían parecer más intimidante, al igual que su cabello blanquecino perfectamente peinado junto con su barba perfilada.
Colocó una laptop sobre su escritorio y la volteó para que nosotros observáramos la pantalla, en ella se reproducía el vídeo de lo que había pasado en el gimnasio. Lo cerca que estaba sobre Alaia y cómo minutos después Sebastián me alejaba de ella, casi como si me hiciera daño.
—Creo que no hace falta una explicación, Melanie.
—Abuelo.
Golpeó la superficie de madera con brusquedad, logrando que me asustara. Sentía cómo mi cuerpo temblaba, coloqué mis manos en puño para alejar los tormentosos recuerdos y las lágrimas que amenazaban por salir.
—¡No te di permiso para que hablaras! —gritó—. No te eduque de esta forma para que te comportaras como una niña, tienes diecisiete y pierdes el control tan fácilmente.
—Señor, ella ha sido responsable y...
Con solo una mirada hizo callar a Sebastián. Rodeó su escritorio para colocarse enfrente de nosotros. Nos miró a ambos y con rudeza tomó mi brazo izquierdo.
—Responsable dice, entonces, ¿qué es esto, Sebastián? —Dejó al descubierto la pulsera que portaba y que impedía que Nova apareciera.
Cerré mis ojos para no ver su decepción. Según sus expectativas, debo comportarme como un adulto, pero ni siquiera soy capaz de controlar mis emociones, al menos ya no, y eso para él es ser débil.
—Tu madre estaría muy decepcionada, Melanie, no eres ni la sombra que era ella.
Mis dientes dolían por la fuerza que ejercía sobre ellos, respire pausadamente para no gritar lo que siento. Nunca pedí ser mi madre, nunca pedí esta vida, ni la posición que cargo dentro de mi familia, nunca pedí que se me impidiera enamorarme, pero desde que estoy bajo su cargo, me he vuelto una marioneta.
Vi cómo mi abuelo apartaba su mirada de mí y la colocó sobre Sebastián, lo observó por tanto tiempo que olvidé cómo respirar.
—Y usted, Sebastián, es la última vez que no ejerce su cargo como corresponde. Vuelve a suceder una situación de esta magnitud y será removido como su guardián.
—¡No puedes hacer eso, abuelo! —Di un paso al frente para protestar.
—No me cuestiones, jovencita, claro que puedo y lo haré.
—Pero, él...
Agarró con mucha fuerza mi brazo, levantó sus cejas como si me estuviera retando a que terminara mi frase.
—¿Quieres aportar algo más, Melanie? —cuestionó con una voz pausada, pero que en ella se podía notar su irritación.
De soslayo, vi cómo Sebastián negó con su cabeza y eso me hizo retroceder. Replicar solo haría que cumpliera su amenaza.
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🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
RomancePor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...