Alaia Tellei
Tomé los alimentos y los coloqué sobre la charola, caminé lo más rápido posible para poder entregar los pedidos a los clientes y tener unos segundos de calma.
Desde que empezaron a llegar los comensales, no hemos parado; mis mesas se llenaban con rapidez. Las personas llegaban, comían y se iban, pero mis obligaciones eran siempre atenderlos con amabilidad, poner una sonrisa en mi rostro y estar atenta en cualquier cosa que quieran.
Nunca me había parecido tedioso hasta que mis sentidos se multiplicaron. No respiraba por la nariz para que los olores no me abrumaran. La comida ahora me parecía en exceso condimentada y solo podía comer lo que preparaba Erika, la guardiana de Eleonor, una chef que generalmente se encargaba de los alimentos de la academia.
El ruido no era fácil de soportar, había momentos en que un simple choque de los cubiertos con los platos se sentía como si fueran fuegos artificiales. Traté de concentrarme, como me dijo Melanie, y la pulsera lo hacía más llevadero, pero aun así era sofocante.
Ahora todas las reacciones que me parecieron extrañas de Melanie las estaba comprendiendo. No cansarse, escuchar lo que había a kilómetros, ver en la oscuridad, percibir cualquier olor, estar en alerta la mayoría del tiempo, se podría decir que pueden llegar a ser grandes dones, pero a esta escala y al no poderlos controlar por completo se vuelven una carga, una maldición.
Sé que llevará tiempo, pero tanta energía me estaba provocando una ansiedad que incluso con ejercicio no había disminuido. Mis emociones también habían sido aumentadas. Si estaba triste, casi de inmediato lloraba cuando antes era difícil que sucediera, si estaba alegre, tenía la necesidad de reír y saltar sin control, aun cuando lo que me hizo reír era insignificante, enojarme había sido más fácil porque Melanie había sabido calmarme en las escasas ocasiones en que había sucedido.
Mi novia decía que lo llevaba mejor que otros Dupont que también habían aceptado la maldición, pero aún sí era mucho que procesar en poco tiempo.
Aaron había sido amable y me había enseñado todo sobre la maldición. Tenía muchas dudas, en especial sobre las que se relacionaban con el papá de Melanie. Si no podía morir por heridas o incluso enfermedades, como era que sucumbió ante el cáncer.
No estaba claro para mí hasta que entendí que no podía morir a menos que mi corazón fuera incinerado, pero al nacer siendo humana, mi sistema inmunológico no era como el de los Dupont y mi cuerpo podía pelear contra una simple gripe, pero el cáncer era células que el propio cuerpo creaba y, en lugar de combatirlas, hacía que se multiplicaran más rápido. En pocas palabras, cualquier agente que sea externo a mi cuerpo podía ser combatido, pero los que se creaban dentro podían llegar a provocar mi muerte y, en consecuencia, la de Melanie.
A veces deseaba no haber preguntado, era mejor vivir en la ignorancia que saber que, aun con todo lo que hemos pasado, una enfermedad terminal podía arrebatarme fácilmente lo que tanto quería.
No había tenido algún acercamiento con el cáncer, la única familia que conozco eran mis padres y se podría decir que hace muchos años la vecina tomó el papel de mi abuela, pero ella se fue en un sueño que jamás acabará.
Veo en la mirada de Melanie que no fue fácil vivirlo, apenas si puede hablar de su padre. Me ha mostrado fotos, objetos que le recuerdan a ellos, pero le cuesta tan siquiera sonreír cuando los mira en aquellas imágenes.
A veces sentía que se estaba esforzando demasiado y que no sabía que estaba sobrepasando sus límites. Se obligaba a muchas cosas en tan poco tiempo, que tengo miedo de que llegue un momento en que colapse y no tenga las herramientas para ayudarla. Me aterra no ser suficiente para ella.
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🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
RomancePor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...