VI. Las cosas como son.

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Narrador Omnisciente Todopoderoso.

No habían vuelto a dormir juntos.

María había conseguido las mantas que usaba cuando vivía con su familia, y con el correr de los días, las heridas de José ya se habían sanado completamente, dejando apenas un puñado de cicatrices.

En el fondo sabían que podían ir para más, pero ninguno se atrevía a dar el paso por miedo a arruinar lo que habían avanzado. Lo que hacía todo más gracioso, porque cada uno simplemente estaba aguardando la iniciativa del otro.

Pero si algo era seguro, es que afrontarían todo juntos.

Sus padres los habían citado en la noche para hablar de la validez de la ceremonia que habían hecho en Hebrón, las celebraciones que aún faltaban y, por supuesto, su futuro nieto. Para el caso de Joaquín y Ana sería el primero, para Jacobo y Raquel, el tercero.

Atravesaban el mercado en la penumbra, apenas iluminado por las luces que salían de las casas. María tomaba el brazo del muchacho al caminar, sumergida en los pensamientos de lo que podría ocurrir en este encuentro.

La última vez que habló con su padre, habían discutido, pero tampoco fue peor que la última vez que José vio al suyo. Ante la angustia de este pensamiento, presionó inconscientemente el brazo del carpintero.

—¿Qué pasa? —preguntó el muchacho al sentirla.

—Nada, solo —hizo una pausa—. ¿No tienes miedo? — preguntó ella, aún aferrada a su brazo mientras continuaban su camino.

—¿De mi padre? — Sus labios se curvaron en una sonrisa divertida, disfrazando el pesar que había dejado su último encuentro. —Le tuve miedo hasta los diez años, para ser honesto —confesó—. Lo peor que podía haberme hecho, ya lo hizo, no fue la gran cosa —dijo sin darle importancia.

—Si lo fue, José, fue una pesadilla —refutó María, manteniendo la vista al frente.

—Fueron unos cuantos rasguños y sirvieron para tener tu atención, no me quejo —dijo con descaro.

María soltó su brazo y se adelantó unos pasos, enfadada de que siempre minimizara lo que había ocurrido, cuando a ella se le rompió el corazón al verlo tan lastimado.

—¡María, era una broma! — Tuvo que seguirle el paso, como ya era costumbre cuando discutían.

—Lo que ocurrió fue horrible, José —caminó airada—. ¿Le harías eso a Jesús? — agregó con resentimiento por lo que había hecho Jacobo.

Por la gravedad de la pregunta, el muchacho apretó el paso, alcanzándola para situarse ante ella y hablar con toda claridad.

—Mientras yo viva, él no va a recibir ni un solo rasguño, tanto de mi parte como de cualquiera que siquiera piense en levantarle la mano — más que una aclaración, fue una promesa para María —Por eso soporté lo que tuve que soportar para que estuvieran bien, no me importa lo que crean de mí o las formas en las que me castiguen, si ustedes están a salvo —reafirmó.

—Eso es lo que me molesta, nadie me toma en cuenta en esta farsa —soltó con rabia. —Si digo que yo también quise que ocurriera, nadie me toma en cuenta, todos van en tu contra, todos te señalan, todos te castigan —. Sus ojos comenzaban a cristalizarse.

—María —suspiró —, si Dios no me hubiera regresado a tu lado, probablemente hubieras sido apedreada hasta morir, por eso nos puso juntos, para que yo los protegiera —tomó sus manos y suavizó la mirada, tratando de reconfortarla.

—Nos juntó para ser un equipo, no para que soportes todo el castigo que hubiera sido para mí —la chica miró sus manos juntas, y luego levantó la vista a su rostro —. Quiero que prometas que vamos a entrar ahí y que vamos a ser un equipo, que no te callaras y bajarás la mirada como si tú fueras el único que hizo algo malo —exigió, sosteniéndole la mirada al carpintero.

Antes, durante y después de la Estrella (Journey To Bethlehem / Camino a Belén)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora