XXIX. El amor y la fe.

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Narrador Omnisciente Todopoderoso.

La brisa golpeaba levemente el Nilo mientras se adentraba la tarde. Todo era silencio mientras el niño dormía la siesta dentro de la tienda y María tendía las sábanas mientras José la observaba desde el taller.

Ahora sí que se veía embarazada, con su barriga claramente visible detrás del vestido que llevaba. Es un momento de paz el hecho de solo quedarse viéndola: mechones de cabello cayendo de su trenza, la piel resplandeciente, los ojos brillantes. Ella es perfecta.

Salta como un obstáculo su mesa de trabajo y se escabulle cuidadosamente entre las cicas* hasta llegar a las sábanas extendidas para ocultarse entre ellas. Aguardando el momento indicado para sorprenderla. Ella se veía realmente concentrada en su tarea mientras él la observaba de reojo entre las sábanas blancas.

—¿Ahora vas a ser un ladrón? —pregunta repentinamente sin siquiera inquietarse, es más, sin abandonar su labor.

—¡Vamos! —dice rendido, haciendo a un lado la sábana para salir de su escondite. —Ni siquiera hice un solo ruido como para...

—He cuidado niños, José; ¿tienes idea de cuántas veces han planeado una emboscada para mí? —dice con un deje de arrogancia, mientras acababa de tender una prenda. —Y no eres sutil, me estabas mirando desde hace rato —acusa.

Él abre la boca en un intento de defenderse, pero piensa mejor la jugada.

—¿Y te gusta que te mire? —ladea una sonrisa ante su perfecto contraataque.

María entorna los ojos y le es imposible no sonreír. Ella lo conoce tan bien.

—Créeme José, me encuentro lo suficientemente embarazada como para caer en esos trucos —ríe mientras voltea a verlo.

—Genial, entonces ¿podría ir a la villa a ver qué más hay para mirar? —bromea, señalando con su pulgar en dirección al mercado.

—Oh, haces eso, y el siguiente milagro será si es que resucitas —advierte al cruzarse de brazos.

El muchacho niega con una sonrisa y rodea su cintura con sus brazos para atraerla a sus labios. Es un rápido movimiento y un simple toque que la sorprende, pero no lo aleja. Ella nunca volvería a alejarlo.

—Entonces sí eres un ladrón —acusa, llevando las manos sobre su pecho.

—¿De besos? —habla despacio ante la cercanía. —Creí que ya era un talento bien conocido —ambos comparten una sonrisa, mientras el viento fresco del Nilo los golpeaba levemente. —Ya, en serio, solo vine a ver como estabas —lleva su palma a un costado de su abdomen y mueve los dedos a modo de caricias. —Ya sabes, si...

—Si estoy bien —completa mientras aplana con los dedos las pequeñas arrugas de la túnica del carpintero —Cansada, lo normal, no es nada de otro mundo y más ahora que es... pues... el bebé fue...

—Concebido del modo tradicional —completa José al notar que le costaba decirlo.

Ella asiente luego de eso, prolongando un silencio entre ambos hasta que el muchacho decidió volver a hablar al verla algo incómoda. Es cierto, todavía no habían hablado de este tema.

—Jesús también es mi hijo, María, y este bebé no cambiará nada entre él y yo, no importa la manera en la que hayan sido concebidos —aclara antes de verla atormentarse por ello.

—Yo lo sé, créeme —levanta la mirada y él nota sus ojos vidriosos—, pero según la tradición... la bendición del padre la tiene el primogénito y tú y yo sabemos...

—Tú y yo sabemos muy bien el lugar de Jesús —lo deja en claro antes de que el tema se prolongue hasta atormentarlos.

No había nada que discutir; él se lo había prometido a Dios; Jesús seguiría teniendo el tratamiento de su primogénito; nada cambiaría.

Antes, durante y después de la Estrella (Journey To Bethlehem / Camino a Belén)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora