IX. Aquí vamos de nuevo.

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Narrador Omnisciente Todopoderoso.

La mañana había llegado, y como es costumbre, María había despertado primero. Pero esta vez no tenía la más mínima intención de salir de la cama.

Era el día de reposo, su marido la rodeaba con uno de sus brazos, ella estaba apoyada sobre su pecho y no iba a arruinarlo esta vez, sería lo primero que vea cuando él despierte. Tenía miedo de moverse. Miedo de despertarlo. Miedo de separarse y así deshacer cualquier hechizo que los hubiera unido.

Así que, solo lo veía dormir tranquilo, respirando pausadamente y con los labios ligeramente entreabiertos. Nunca lo había visto tan de cerca, o bueno, nunca se había dado la oportunidad de apreciarlo como lo estaba haciendo ahora.

Acomodó con los dedos los mechones que caían sobre la frente del muchacho. No sabía qué hacer, en los días de reposo acostumbraba leer o ir a ver a Fig al establo, pero ahora podría quedarse aquí, a su lado, todo el día.

Acarició su mejilla con sus dedos, estaba algo áspera, ya debería volver a afeitarse, la barba completa sería bastante incómoda, más ahora que la estaría persiguiendo para robarle besos de aquí y allá. Además, le gustaba como se veía actualmente, era guapo.

Si le dice eso, él iría corriendo a afeitarse, lo sabe.

Delicadamente acarició su labio inferior con la yema de sus dedos y fue inevitable no sonreír por las muecas que hacía mientras dormía.

A la vez, se anticipaba a lo que ocurriría cuando despertara, pensando en lo que debería hacer o como sería.

¿Debería darle el beso de los buenos días o aguardar a que él lo hiciera?

Tal vez debió haber escuchado a su madre, por lo menos un poco, cuando le aconsejaba sobre como ser una buena esposa y no haberse ensimismado tanto en ser miserable, como lo hizo desde el minuto cero en que le dijeron que se casaría.

Bueno, en su defensa, creía que a su esposo le faltarían dientes, tendría joroba, mal aliento y ni siquiera la tendría en cuenta para tomar decisiones. Pero no, resulta que su esposo es todo lo que sus hermanas imaginaban para ella, y nada parecido a las deducciones que su negatividad había hecho.

Lo sintió removerse, a lo que rápidamente aleja su mano de su rostro y remoja sus labios ansiosa, alistándose para la primera impresión.

El muchacho se encuentra con su mirada tan pronto como abre los ojos y queda pasmado por encontrarla a su lado. Tanta fue la sorpresa que cayó del camastro al intentar levantarse demasiado rápido.

—¡José! —llamó ella —. ¿Estás bien? — Preguntó preocupada desde arriba.

—Sí, sí —tomó asiento en el piso, llevando la mano a su espalda en una mueca de dolor —¿Eres de verdad, no? — Interrogó el carpintero.

—Sí, hasta donde sé, lo soy —respondió divertida —. ¿Te ocurre algo?

—Era para comprobar —pasó una mano por su frente y resopló tratando de ubicarse en el espacio-tiempo . —Bien —levantó ambas manos en un gesto para mantener la calma —. Si eres real, dime qué hicimos anoche o, mucho más importante, ¿qué te hice anoche? —dijo más serio.

María lo observó extrañada y tomó asiento sobre el camastro. Él debía estar bromeando.

—Nada malo —aclaró al instante —. ¿No recuerdas lo que pasó anoche? —Indagó.

—Después de haber cenado con tu padre, todo es confuso, realmente —volvió a llevar la mano a su cabeza, conteniendo un gesto de dolor.

—¿De verdad? ¿Nada importante? —Continuó, tratando de que por lo menos lo intentara.

Antes, durante y después de la Estrella (Journey To Bethlehem / Camino a Belén)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora