X. Camino a Belén.

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Narrador Omnisciente Todopoderoso.

Cuando María se despidió de su familia, algo en su interior le dijo que sería la última vez que los vería en mucho tiempo, pero aun así avanzó con serenidad confiando en los planes de Dios.

Y sí, este no era el plan que había pensado para ella, de hecho, nada de esto nunca lo fue, ella pidió cosas grandes para su futuro, y claro, sea lo que sea, siempre supo que no hubiera sido fácil. Pero esto era demasiado grande y demasiado difícil, más de lo que alguna vez imaginó.

Sin embargo, tenía su fe.

Y tampoco pidió estar casada, pero no podía estar más agradecida por el hombre tan maravilloso que había destinado para ella. Poco a poco Dios se encargó de darle todas las respuestas que necesitaba, solo faltaba una, y la aguardaba ya sin inquietudes por el futuro.

Tener que ir a Belén en ese momento no era lo ideal, incluso era peligroso, pero José no la dejó desprotegida ni una sola vez.

Desde que la subió al lomo de Fig. se aseguró de que estuviera cómoda y, antes de partir, cerró los ojos pegando su frente a su abdomen y formuló una promesa silenciosa para el bebé. Luego de eso, el muchacho había hablado poco o nada, pero no hacía falta decir nada, porque sus acciones lo decían todo. Ella y este niño eran su única prioridad por encima de, incluso, él mismo.

Se aseguró de que ella se mantuviera hidratada, solamente se detenían a descansar cuando notaba la fatiga en su rostro y se aseguraba de preparar un lugar lo suficientemente decente para que lo hiciera, a veces incluso se quedaba sorprendida del ingenio que tenía para hacer que estuviera cómoda.

—¿Cómo hiciste esto? —preguntó mientras la ayudaba a sentarse.

—Es uno de mis inventos —respondió el muchacho. —Es una silla que puedes armar —explicaba mientras arrancaba las malezas de los alrededores y hacía un mejor espacio —. Pensé en que podría hacer que simplemente se doblara para que no sea tedioso armarla, sigue en pruebas, por así decirlo —Acercó a Fig algunas hierbas que había arrancado para que comiera.

Luego, se lavó las manos con el agua que traían en la bota, tomó una pieza de pan de los sacos que colgaban del lomo del animal y se hincó a su altura para ofrecérselo. Ella lo tomó agradecida mientras el muchacho le dio un beso en la mejilla.

—José, traigo la cara sucia por el polvo del desierto —dijo, divertida por su atrevimiento.

—Da igual —sonrió, para luego darle repetidos besos en la mejilla hasta hacerla reír.

El viaje transcurría bajo esa rutina, instantes de alegría, silencios prolongados y cansancio. Los días se hacían noches fácilmente, pero no se sentía desamparada en ningún momento. Una de las últimas noches, ya casi cerca de Belén, ella dormía apoyada en su costado, sobre unas mantas cerca de la fogata que había hecho José. Había despertado a mitad de la noche, encontrándose con la atenta mirada del muchacho, tan cálida como el fuego que los iluminaba.

—¿Ahora te aseguras de que descanse? — Habló ella, aún somnolienta y con los ojos pesados, pero curvando una leve sonrisa para él.

—No estaría de más —le devolvió la sonrisa al verse atrapado. —Pero no es eso, estaba orando —aclaró —. Pedía llegar rápido a Belén y perdón por... — Hizo una pausa. —Por esto, por exponerlos—confesó apenado. —Si estuvieras casada con un nazareno, ahora estarías en casa, a salvo, esperando a dar a luz, con tu madre y tus hermanas al lado —enfatizó en un hecho hipotético, únicamente para continuar atormentándose. —Me cuesta entender por qué me eligió —llevó la vista a la noche estrellada, como una incógnita para Dios.

Antes, durante y después de la Estrella (Journey To Bethlehem / Camino a Belén)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora