XXI. Plan.

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Narrador Omnisciente Todopoderoso.

La luz sofocante de los primeros rayos de sol de la mañana entraba por las pequeñas aberturas de la tienda, dando directamente a la cama. Debajo de las mantas, su piel resbaladiza por el sudor se pegaba a la de ella.

Ella.

Su corazón se detuvo cuando la sintió entre sus brazos. Abrió los ojos en ese instante. Encontrándose con su brazo extendido, en donde ella descansaba su cabeza, su pecho desnudo pegado a su fina espalda y el otro brazo rodeándola a la altura de la cadera.

De repente, recuerda los detalles con mayor claridad. La sensación de sus dedos clavándose en su espalda y hombros. Las caricias que sus labios dejaron mientras recorrían su piel. El suave balanceo de sus caderas que culminaba en éxtasis.

—María —su nombre es apenas un susurro mientras sus nervios se encienden con el recuerdo de cómo se sintió hacer el amor con ella. Ella estaba aquí, no se lo imaginó, no lo soñó. Realmente ocurrió.

Exhaló un suspiro inestable por la nariz. Cuando volvió a respirar, el olor a almendras de su cabello le hizo apretar el brazo alrededor de ella. Vamos, relájate.

¿Cómo era posible que solo bastara su aroma y la sensación de su piel?

—Estoy tan enamorado de ti —se le escapa en un murmullo contra su cabello.

En eso, los dedos de ella se mueven, acariciando su antebrazo. Eso hace que se le ericen todos los pelos del brazo. Ella está despierta.

—¿Estás despierto? — Su voz, suave como el satén, apenas fue captada por su oído.

—Buen día —él presionó sus labios contra la piel de su hombro.

Ella se remueve perezosamente, volteando para quedar cara a cara con él, pero sin deshacer sus brazos alrededor de ella. Cuando lo hace, él la atrae más a sí, cerrando un poco más sus brazos en un abrazo, haciendo que apoye su mejilla contra su hombro.

—¿Te sientes bien? — Es lo primero que sale de su boca al verla a los ojos.

No imaginaba que lo primero que le diría su esposo después de la primera noche juntos fuera eso, pero dado que había evitado como la peste cualquier idea de una primera noche con su marido, mucho menos tiene una fantasía clara.

Pero lo considera una pregunta acorde, al haber realizado por primera vez un acto tan... invasivo. Oh, ciertamente se sintió invadida. Como Roma por los Galos. Como si él se hubiera colado en su ciudad al amparo de la noche para prender fuego a sus calles.

—Ahmm... sí, eso creo —responde, haciendo un repaso mental del estado de su cuerpo. Se siente igual que todos los días, un poco cansada tal vez, pero nada demasiado grave.

Pero la poca seguridad en sus palabras lo inquietan.

—Lo mejor es que lo hables con tu madre, deberías ir después de desayunar —aconseja sin siquiera detenerse a pensar en sus palabras.

Ella arruga la frente en confusión, y al ver su expresión, el muchacho capta su imprudencia. Su madre está a más de cinco lunas de viaje.

—Lo siento —se disculpa, pasándose una mano por el rostro —De verdad, no lo pensé —exhala, manteniendo los ojos cerrados —. Lo siento —repite, esta vez mirándola apenado.

—No te disculpes —dijo, y llevó la mano a su mejilla —. Estoy bien, mi esposo fue atento en todo momento —sonó segura esta vez. Ella movió su pulgar para acariciarlo, y de a poco, él fue curvando una sonrisa bajo su tacto.

—Fue real, ¿no? —frota su espalda lentamente y ella se siente repentinamente mucho más tranquila.

—¿Quieres desentenderte de lo que hiciste acaso? —ella bromea.

Antes, durante y después de la Estrella (Journey To Bethlehem / Camino a Belén)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora