XXV. Del cielo al suelo.

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Narrador Omnisciente Todopoderoso.

Ella sabía que este embarazo sería diferente. Para empezar, es menos impactante cuando te enteras por ti misma y no te despierta una entidad divina para decírtelo.

Todo es simple, estás casada, los deberes maritales se cumplen, se da un simple retraso en tu ciclo y pronto te das cuenta de que ocurrió lo más natural: quedas embarazada de tu marido y nadie lo discute, nadie lo pone en duda. Todo es seguro. Incluso parece ser más fácil, pero a la vez, todavía hay algo diferente.

Deberían estar más que listos; ya tenían a Jesús, saben como es tener un bebé. Pero había algo inexplicable que lo hacía todo nuevo de alguna forma, y ambos se dan cuenta al instante.

Hay un silencio agradable mientras se alistan para acostarse esa noche. Ella peinaba su cabello. Él se deshace de su túnica, pasándosela por la cabeza y la arroja dentro del baúl, manteniendo los pantalones de lino marrón. Se muestra demasiado pensativo al colocar sus brazos en jarra, observando un punto fijo en la alfombra.

—Uhm...—se rasca la nuca.

—¿Sí? —ella se percata muy rápidamente de que él quiere decirle algo, así que deja el peine sobre la mesita de noche.

—Cuál... ¿Cuál es su nombre? —el muchacho deja caer su pregunta, confundiéndola.

—¿De quién? —ella arruga el entrecejo al verse desorientada.

—Pues... —levanta la mano, apuntando a su estómago. —Nuestro... —hace una pausa, parpadeando repetidas veces, como si tratara de creerse lo que diría a continuación. —Nuestro bebé —dice finalmente, asomando otra sonrisa que no logra contener.

—Oh —lleva su mano contra su vientre, todavía desconcertada por la pregunta. —No lo sé, se lo pondremos cuando nazca, supongo —ella se encoge de hombros al terminar su respuesta, pero al oírse a sí misma diciéndolo, una extraña emoción comienza a invadirla de a poco.

Es cierto, no hay ninguna profecía que les dijera como deben ser las cosas. Este bebé era simplemente... suyo. Lo cual daba emoción y miedo. Todo al mismo tiempo.

El muchacho asiente, para luego acercarse a tomar asiento en el borde de la cama, a un lado de ella, todavía algo pensativo.

—¿Y qué es? —él realiza otra pregunta, mirándola con intriga, como si realmente ella tuviera todas las respuestas.

—Lo sabremos cuando nazca —repite ella, con una sonrisa divertida bailando en su rostro. Esto era tan incierto que resultaba emocionante.

—¿Siquiera hay algo que podamos saber antes de que nazca? —el carpintero comienza a mostrarse ansioso.

Con Jesús todo venía bastante claro, el hecho de que sería un niño y hasta su nombre. Ahora nada estaba dicho; lo único que podían hacer era esperar.

—Que es nuestro —responde María después de llegar a la conclusión de que era lo único de lo que estaba realmente segura.

—No sé si eso sea información que aporte demasiado, porque estoy bastante convencido de que lo es —cierra los ojos y luego parpadea repetidas veces cuando los recuerdos de las noches con ella atraviesan su mente en ráfagas.

Ella alcanza a darle un golpe con el dorso de la mano, tratando de mantener la seriedad, a pesar de que la risa se mantenía contenida en su garganta, a lo que él sonríe avergonzado, bajando la mirada ante el llamado de atención.

De repente, recuerda la duda que Aya le había generado hace un tiempo. ¿Él solo querrá varones? ¿Lo decepcionaría tener una niña como a su padre en su momento?

Antes, durante y después de la Estrella (Journey To Bethlehem / Camino a Belén)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora