Capitulo 33

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Pov narradora:

Stephen, de nuevo, finge despertar, apenas puede pegar un ojo en todas las benditas noches. Baja las escaleras con parsimonia, no habla con nadie, no mira a nadie, no hace nada más que ir por un café y encerrarse en su despacho. Sabe de la lástima que los demás le regalan cuando le ven. Pero no le importa, ni siquiera se fija. Está absorto en si mismo. En su inmenso dolor y decadente tristeza. Su corazón late por obligación. No presta atención a lo que sea que tenga enfrente. Tampoco hace un esfuerzo por hacer creer que escucha lo que los demás expulsan de sus cuerdas vocales. Su mirada perdida, sus ojos vacíos y su rostro completamente inexpresivo, consiguen dar mas detalles que las cinco palabras que suelta él al día.

Wong suspira y se adentra en esa pocilga. Por que sí, así lo describe. La mesa está rota, la silla fue tirada por la ventana, lo que también implica que eso, por supuesto, está destrozado. Miles de papeles tirados por todas partes, y en el centro de todo ese desastre, se encuentra el causante. Sentado en el suelo, apoyando su espalda en una estantería. Mira elevando su mirada a Wong, y levanta sus cejas. Podemos añadir, que ha intercambiado esa humeante taza de café, por un whisky. Wong suelta un suspiro pesado y cruza sus brazos.

-Son las nueve de la mañana.

-¡Genial! Salud por ello. -Alza el vaso para después dar un gran sorbo.

El hechicero supremo se acerca a él y le arrebata el vaso con fuerza. Stephen niega.

-Haz lo que quieras, tengo la botella.

-¿Cuánto más tendré que soportarte así? ¡Han pasado semanas por Dios!

La mirada de Stephen se endurece y se levanta como un resorte.

-¡Tu vida es una rutina de dolor! Te levantas, te sirves alcohol, no comes, no duermes, y cuando te encierras en tu cuarto, comienzas a escribir todas las noches una carta que guardas bajo llave.

-Por que cada día es una distinta, capullo. -Le escupe apretando su mandíbula.

-Necesitamos cambiar las flores a Dominga. -Wong intenta suavizar la situación.

-Adelante. -Alza sus manos y se da la vuelta.

-Te recuerdo que tengo cosas que hacer. No has ido a visitarla ni una sola vez. Wanda te lo reprocharía. -Stephen ladea su cabeza para girarse de nuevo.

-¿Así? ¿Y como sabes tú eso? ¿¡Acaso te lo ha dicho ella!? -Suelta, irónico. -Déjame hundirme en paz, ¿quieres?

Pero ambos saben conscientemente, que eso no es verdad. Stephen, desde lo ocurrido, va más de tres días por semana, cambiando las distintas flores. Expresa, que hablar con ella y desahogarse con alguien que no le responderá es... Incluso alentador.

Wong se acerca agachándose para quedar a la altura de su amigo, quién ha vuelto a sentarse en el suelo.

-No servirá de nada morirse y torturarse en vida, cuando ellas dieron la suya para que tú siguieras... -Le murmura con cuidado.

-Permití que se sintiera tan triste, tan enfadada durante tantos días... No debí provocarle más sufrimiento del que ya tenía. -Se tortura una y otra vez escondiendo su cabeza entre sus rodillas.

-El mayor acto de amor que ella ha podido demostrar hacia ti, es permitirte seguir y salvar a todo el mundo Stephen.

Al no obtener respuesta, vuelve a suspirar resignado, entendiendo que absolutamente nada de lo que diga, conseguirá apartar ese toque negativo que tiene su amigo. Así que se prepara para salir de la habitación cuando escucha un murmullo.

-Solo... Extraño mi constelación favorita. -Wong le mira con su ceño fruncido. Piensa que su amigo se ha enloquecido por completo. ¿Desde cuándo mira él el cielo?

Entre Tu Mundo Y El MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora