Capitulo 35

312 27 20
                                    

Pov Wanda:

Abro los ojos con dificultad. No se que me pasaba exactamente anoche, pero no podía dormir más de una hora seguida. Estiro cada parte de mi cuerpo, nada más poner un pie en el frío suelo. Detalle que me ayuda a despertar y despejarme un poco mas. Diviso por toda la habitación buscando un reloj que me indique la hora. Según tengo entendido, a medio día, iríamos... mejor dicho, volveríamos a... ¿Kamar-taj? Sí, así se llamaba.

Me acerco con pasos pequeños, disfrutando del contacto de mis pies con el helado suelo, y observo la hora. Seis y diez de la mañana... ¡Vaya! Supongo que ahora todos dormirán plácidamente, así que como no quiero molestar, entro al baño, y después de alistarme, salgo de la habitación cerrando la puerta con suavidad. Comienzo a descubrir parte del templo, pero me reitero de inmediato, por que recuerdo que escuchar a alguien caminar todo el tiempo, casi sin haber amanecido aún del todo, no es agradable estando durmiendo. Así que, me predispongo a preparar el desayuno. Me aprendo lo más rápido que puedo la cocina, y en donde se encuentran las cosas, y empiezo con mi labor. Cocinar me desestresa mucho. Me he dado cuenta que es como una pequeña terapia inmediata. Además, después de cerciorarme que nadie me acecha, aprovecho para cantar y moverme de vez en cuando.

—¡Vaya! Si que te has despertado alegre. —Me sobresalto, y noto como por un momento, mi corazón se desencaja de mi pecho.

—¡América! —Le replico mientras ella termina de entrar en la cocina sonriendo. Remueve sus ojos sobre toda la encimera y arruga su nariz.

—¿Qué estás haciendo? —¿Qué clase de pregunta es esa? ¿No es evidente?

—¿El desayuno...? —Alargo la u con cierta duda mientras frunzo el ceño. Ella rueda sus ojos. —¡Ah, ya sé! Aquí está prohibido o algo así.

—No exageres... —Me pide, con calma. Yo chasqueo la lengua en respuesta. —Solo... es agradable verte contenta después de tanto tiempo. —Ahora si, la observo de reojo.

—No teníamos un matrimonio feliz ¿o qué? —Es obvio el toque de malicia que le añado a la pregunta.

—De echo sí. A veces era hasta incómodo. —Hace una mueca de asco. —Pero... —Prosigue. —Los últimos días estabais muy cabreados. En especial, tú. —Me indica. Alzo las cejas.

—¿Por qué? —Pregunto, entrecerrando levemente mis ojos.

—Tu mejor que nadie sabes lo reservada que eres. —Cruza sus brazos.

—Ya... —Oculta una sonrisa.

—Sabes... antes siempre preparabas el desayuno. —Menciona, con nostalgia, ganándose otra mirada mía de soslayo.

—Supongo que las viejas costumbres no se pierden.

Algo vibra fervientemente dentro de mi corazón. Pero no estoy segura que sea muy prudente. Muerdo suavemente mi labio inferior. Quizá lo correcto sea preguntarle a Stephen. Pero se sentiría extrañamente incómodo preguntarle a tu marido por tu ex... O algo así. Sacudo levemente la cabeza.

—Oye... —Siseo después de un rato. América también ha querido ponerse a cocinar conmigo. Así que ahora me regala una mirada fugaz mientras corta fruta. No he querido otorgarle una tarea muy complicada. Tengo miedo de que se queme o algo parecido. No se le ve muy familiarizada en relación con la cocina.

—¿Si? —Me responde, sin prestar demasiada atención. Pues aún está centrada en lo suyo.

—¿Sabes algo de...? —Dejo la pregunta en el aire, pero América alza su mirada. Inconscientemente, llevo la mano a mi collar.

Desde que desperté sin ningún recuerdo de mis últimos años, lo único que ha logrado calmarme es este colgante que rodea mi cuello. Me transmite paz tenerle cerca. Pero no se por que...

Entre Tu Mundo Y El MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora