Capítulo 39

285 26 2
                                    

Pov Stephen:

Me despierto, notando un peso en mi brazo. Abro los ojos, para toparme con la sorpresa de que Wanda sigue ahí, a mi lado. Creía que ya se habría levantado. Ella tiene un reloj mental. ¿Sigue dormida? Que extraño... Pero no, me sorprendo aún más, cuando al mirarla como puedo, noto que tiene los ojos abiertos. Solo está acurrucada en mi, con la mirada perdida.

—¿Wanda?

—Buenos días. —Responde, con simpleza.

—¿Estás bien? —Pregunto.

—Sí... —Dice, no demasiado convencida, y se pega más a mi.

El brazo que está bajo el cuerpo de ella, se encuentra completamente dormido. Pero no pienso apartarla, así que utilizo un poco de magia y... Cómo nuevo. Acaricio su brazo con mi mano libre.

—¿En qué piensas?

—En muchas cosas...

—¿Y no me dirás ninguna de ellas? -Insisto, aprovechando en oler el perfume de su cabello.

—Por el momento no. —Agarra mi mano, y hace que la rodeé por completo, pasando mi brazo sobre el suyo.

—Ya veo. Te preocupa algo que encontraste en la casa de Agatha. —Su silencio me responde.

No sé que pasó realmente en todo este tiempo que estuvieron juntas. Billy, no me informaba demasiado. Al parecer, no hacían nada comprometido ante él. Así que a pesar de todo, Agatha desconfía de Billy.

Pero ella sigue sin soltar palabra. Así que, con un suspiro, me resigno. Sin querer mi mano se mueve de la posición en la que se encontraba.

—Wanda... ¿Puedo? —Pregunto, frenando mi mano a punto de tocar su vientre.

Sé que también es mi hija... Pero es su cuerpo. Quizá si le toco sin su autorización, me quede sin brazo. Pero no quiero hacerlo de ninguna manera. Ella asiente, y despeja su estómago, alejando sus brazos. Pero no mueve su cuerpo de posición. Cosa que agradezco. Ya que me facilita la acción. Al simple roce del tacto sobre la tela, y notar el pequeño bultito, un sonrisa nace de mí.

—¿Lo sientes? —Me pregunta, un rato después. Y sólo asiento por que no se muy bien que decir.

Jamás me imagine que la idea de ser padre me emocionará tanto. Nunca quise tener hijos, o al menos, no lo pensaba. Los niños se me hacen insufribles. Y ni hablar de los adolescentes... Pero, el simple hecho de tener a una mini Wanda en mis brazos, es un tipo de felicidad que nunca antes había sentido.

Pero, al estar un tiempo así, sé que ya es hora de levantarse. Tengo muchas cosas que hacer. La observó, por última vez, intentando que esa visión quede en mí. Aunque sea por el resto del día, hasta que vuelva a verla. Intento retirar el brazo que tengo bajo su cuerpo, y hago el amago de levantarme.

—¿Dónde vas? —Habla, acongojada.

—Hay que hacer muchas cosas... —Mis cejas se juntan.

—No te vayas, por favor... —Pide, y se aferra a mi mano.

—Wanda, mi amor, ¿qué pasa? —Murmuro con sutileza, y agarro su rostro, acunándolo con mis manos. ¿Por qué esta tan apesadumbrada? Despejo su rostro, retirando el cabello de su cara, escondiéndolo tras su oreja. Entonces, ella ladea su cabeza hacia mis manos y cierra los ojos. —¿Wanda? —Repito, insistente.

—No es nada. Sólo... no quiero que te levantes, eso es todo.

—Mentira. —Espeto, decidido. Ella abre sus ojos. Sus iris verdes inundados de preocupación e incertidumbre.

Entre Tu Mundo Y El MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora