Capítulo 8

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Desperté por las notificaciones que llegaban sin parar a mi móvil. Abrí mis ojos lentamente y estiré la mano hasta la mesita de noche para alcanzar el móvil. Seguidamente desbloqueé la pantalla, había muchos mensajes que no pude ver claramente debido al sueño. Miré por toda la habitación y Brant no estaba. ¿A dónde habrá ido?

El móvil empezó a sonar, dando paso a una llamada. Sin ver quién era, deslicé el dedo por la pantalla del móvil y lo acerqué al oído.

—No estoy.

—¡Feliz cumpleaños! —gritó Lynn, lo que me obligó a alejar un poco el móvil.

¿Qué pretendía, reventarme los tímpanos?

Ni siquiera recordaba que hoy era mi cumpleaños, menos después de lo ocurrido anoche. Aun me sentía un poco desconcertada por la sorprendente noticia.

—Astrid, ¿sigues ahí?

—Gracias —fue lo único que logré decir.

—Estupendo —su entusiasmo era evidente—. Esta tarde iremos de compras para esta noche.

—¿Qué hay esta noche?

—Es tu cumpleaños, As. Hablamos de esto la semana pasada.

Alguien tocó la puerta, así que fui a abrir mientras Lynn no paraba de hablar sobre nuestros planes para la noche. Al abrir la puerta, me encontré a Niclas parado allí, con una sonrisa en los labios.

—Lynn, hablamos más tarde.

—Está bien, nos vemos luego.

—Hola estrellita, ¿puedo pasar?

—Sí, claro, pasa. Perdona el desorden, es que acabo de despertar.

—No te preocupes —dijo sentándose en la esquina de la cama—. Por cierto, felicidades estrellita.

—Gracias —sonreí como tonta, sentándome a su lado. Aun no me acostumbraba del todo a que me llamara estrellita.

—Es la primera vez que me invitas a entrar.

—Bueno, la otra vez... —hice una pausa— ya sabes —dije, sintiéndome avergonzada.

—Tal vez venga más seguido pero no para traer borrachos —me guiñó un ojo—. Me gusta tu compañía, Astrid. ¿Sabías que me vuelves loco?

Parpadeé sorprendida por esa declaración y comencé a tartamudear sin sentido.

—No estés nerviosa.

—No lo estoy.

—¿Y por qué balbuceas?

—Porque me dices cosas así que me ponen nerviosa y... —me quedé callada al darme cuenta de mi nerviosismo, y él empezó a sonreír.

—Quiero besarte.

No me dio tiempo a responder; me besó suavemente. Me agarró de la cintura para acercarme más a él. Mi mente quedó en blanco, como si no existiera nadie más en el mundo. Me dejé caer en la cama sin perder el contacto de sus labios, pero entonces los recuerdos de ese hombre vinieron a mi mente y empecé a gritar mientras trataba de apartar a Niclas de mí. Retrocedí hasta chocar con el respaldo de la cama.

—¿Astrid, estás bien? —intentó tocarme, pero aparté rápidamente su mano.

—No me toques.

—Astrid, soy yo, Niclas —en sus ojos se reflejaba la desesperación al no saber qué hacer—. Por favor, cálmate.

Lo miré y me invadió la necesidad de llorar, así que fui hacia él y lo abracé.

—Tranquila, todo estará bien.

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora