Capítulo 11

306 49 9
                                    

La tarde adquirió cierta tensión, Niclas permanecía recluido en la habitación y yo también evitaba salir. La madre de Niclas había subido a conversar con él y pude captar parte de su disculpa por no prever el regreso inminente del padre de Niclas, a lo que él respondió con calma que no había inconvenientes.

Descansamos un rato en la cama hasta que el sueño nos venció, pero nuestra paz fue interrumpida minutos más tarde por unos leves golpes en la puerta. Niclas se sumergía en un sueño profundo, así que fui yo quien abrió la puerta.

—Thomas desea que bajen para conocerte— la señora Sophia desvió la mirada al suelo en un gesto de pesar.

—Niclas sigue dormido.

—No anticipaba su llegada hoy.

—Niclas y él no mantienen una relación armoniosa, ¿verdad?

Un velo de tristeza cubrió los ojos de Sophia, y, sin comprender del todo por qué, sentí el impulso de ofrecerle un abrazo. Su rostro reflejaba la dificultad de presenciar la distancia entre su esposo y su hijo. Así que lo hice, la abracé.

—Niclas era solo un niño.

—Sé todo lo que sucedió— se apartó de mí para encontrarse con mi mirada.

—¿Te lo ha contado?— su expresión reflejaba asombro.

—Sí, parte de lo que sucedió.

—Él es muy afortunado de tenerte, Astrid.

Sonreí, aunque me sentí un tanto desconcertada por el comentario.

—Bajaremos en un momento.

Asintió con la cabeza y, tras un suspiro profundo, se retiró. Cerré la puerta y me quedé por un instante observando a Niclas.

Un niño no debería tener que vivir todo esto, ni él ni yo merecíamos atravesar por lo que vivimos. Mientras otros niños jugaban, a nosotros nos arrebataron la inocencia y nos obligaron a enfrentar problemas de adultos, cuando en realidad éramos solo niños temerosos. ¿Aún seguimos siéndolo?

Hemos tropezado, pero lo crucial es que estamos aprendiendo a levantarnos. No permitiremos ser abismos que arrastren a quienes amamos hacia la oscuridad. Después del caos y la confusión, aprenderemos a brillar tan intensamente como las estrellas.

Me acerqué a él y lo llamé.

—Niclas— no obtuve respuesta, así que lo intenté de nuevo—Niclas.

—¿Qué sucede?

—Tu papá quiere que bajemos.

Abrió los ojos al instante.

—No iré allá abajo con ese hombre, As— declaró al incorporarse.

Nos quedamos en silencio por un momento, intercambiando miradas.

—Estaré a tu lado en todo momento, recuerda que siempre seré tu calma después de la tormenta.

—¿Sabes una cosa?

—¿Qué?

—Si tuviera que elegir entre tú y cualquier otra persona en otra vida, te elegiría a ti una y mil veces más— hubo un instante de silencio en el que ninguno de los dos supo qué decir— Incluso si nuestros caminos no coincidieran, regresaría todas las veces necesarias hasta encontrarte.

No sabía cómo reaccionar, pero sí algo era seguro: el tiempo que pasé esperando al indicado no fue en vano. Había hecho la elección correcta con el chico con quien quería estar.

Salimos de la habitación y mientras descendíamos las escaleras, los murmullos del salón llegaban a nosotros. Al llegar, la atmósfera se tornó tensa.

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora