Capítulo 19

292 36 13
                                    

Abro los ojos lentamente y no tardo en percatarme de que no me encuentro en mi dormitorio, sino en la habitación de Niclas. Unos tenues rayos de luz se filtran a través de las cortinas que cubren las ventanas. Recorro con la mirada la estancia para buscar a Niclas, pero no está.

Esta habitación es completamente distinta a la que tiene en casa de sus padres. Es más sombría, con colores más oscuros en las paredes y las sábanas. Hay un escritorio en una esquina, abarrotado de libros, papeles y maquetas del espacio. En las paredes cuelgan carteles de bandas y otros con constelaciones y temas astronómicos. Un estante repleto de libros y dos puertas, supongo que una conduce al armario y la otra al baño.

Me acomodo un poco en la cama, apoyándome sobre mis codos. Llevo puesta una camisa de Niclas. No recuerdo haberme cambiado de ropa, tal vez él lo hizo por mí. Estaba tan exhausta la noche anterior que me quedé dormida al instante.

Desvío la mirada hacia las mesillas de noche que flanquean la cama y alargo la mano para coger mi teléfono. Mamá no me ha escrito ni llamado, algo que hace que mi corazón se encoja en mi pecho. En cambio, mi hermano sí me ha enviado un mensaje, diciendo que ha conocido a una chica aquí y que pronto vendrá a visitarla. Suspiro profundamente. Brant y sus novias.

Estoy a punto de apagar el teléfono cuando recibo otro mensaje de Lynn, preguntándome cómo me encuentro y si asistiré hoy a la universidad. Le respondo, pero no recibo ninguna contestación, así que dejo el teléfono donde estaba.

Salgo de la cama y me dirijo a la puerta de la habitación, que abro con cuidado. Hay un pasillo con dos puertas, una al final y otra casi enfrente de la habitación de Niclas. Salgo y contemplo una ventana que da a un patio. No tardo en darme cuenta de que estoy en el segundo piso. Miro a la derecha y veo las escaleras hacia la planta baja, así que me dirijo a ellas y bajo con precaución para que mi torpeza no me haga caer.

Cuando llego al final, me quedo quieta, observando el entorno. Puedo ver todo el exterior, absolutamente todo. Las paredes son de cristal. A la izquierda está el salón, con sus muebles, una chimenea y un televisor en la pared. A la derecha, la cocina, donde está Niclas con un delantal puesto.

Lo miro fijamente, sin saber qué decir ni hacer. Como dicen, la mirada pesa, y él no tarda en darse cuenta de que lo estoy observando. Levanta la vista hacia mí y, como siempre que me mira, sus hoyuelos en las mejillas se hacen presentes, regalándome una sonrisa.

—Buenos días, estrellita.

—Buenos días —saludo, acercándome a él.

Me siento en una de las sillas de la isla frente a él, y de inmediato el aroma del café inunda mis fosas nasales.

—He intentado preparar un desayuno decente, pero he acabado haciendo un desastre en la cocina —dice con cierta inquietud, como si estuviera nervioso.

—No te preocupes.

—Puedes tomar lo que quieras. —Empieza a quitarse el delantal y luego se sienta a mi lado, pero no sin antes darme un beso fugaz en los labios.

Extiendo la mano hacia una tostada y empiezo a untarla con mermelada mientras él se sirve un café.

—¿Dormiste bien anoche?

—Sí —afirmo con la cabeza. Entonces se produce un silencio que no es nada incómodo, sino agradable. Aun así, siento la necesidad de romperlo—. Mamá no me ha llamado —digo un poco desanimada—. Pero mi hermano sí me ha escrito y me ha dicho que vendrá, al parecer ha conocido a una chica de aquí.

—Puede quedarse aquí si lo desea.

—¿No te molestaría? —pregunté, y él negó con la cabeza—. Bueno, aun así, creo que cuando venga querrá pasar más tiempo con ella.

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora