Capítulo 15

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Después de lo sucedido en casa de Diego e ignorado durante todo ese tiempo los mensajes y llamadas de Niclas. Algo que, para ser honesto, me resultaba muy difícil, pero no quería verlo ni hablar con él.

En cambio, durante ese tiempo, hice un nuevo amigo. Diego era ese tipo de amigo que te hacía reír con cualquier tontería. A veces soltaba frases y palabras sin sentido, algo que él veía como un defecto, pero yo no. Está bien así, a veces nuestros defectos nos hacen únicos y diferentes del resto.

Diego, Lynn y yo nos encontrábamos sentados en las gradas de la universidad, viendo a Max entrenar. Él iba con la pelota de baloncesto de un lado a otro, intentando esquivar a sus compañeros.

—Creo que me tengo que ir, chicos, tengo clases —avisó Lynn—. ¿Alguien puede explicarme por qué quise estudiar esta carrera?

—Supongo que porque te gusta —Diego se encogió de hombros mirándola.

—Ah, cierto, gracias, casi no lo recordaba —respondió Lynn con sarcasmo.

—¿Vas a salir tarde hoy? —pregunté.

—Creo que sí, As. Si quieres, puedes esperar a que termine.

—Tranquila, Lynn, yo me quedo con ella y la llevo a la residencia.

—Me iré con Diego.

—Está bien —Lynn se levantó y empezó a caminar—. Recuerden que esta noche saldremos —gritó mientras se alejaba de nosotros.

—¿A dónde iremos?

—Creo que si lo preguntas delante de Lynn, te mataría.

—Ella quiere matar a todos los hombres, no me sorprendería.

Reí mientras negaba con la cabeza. Definitivamente, mis amigos eran un caso perdido, o tal vez no tanto.

—Iremos a la feria del pueblo, que queda a las afueras de la ciudad.

—Genial, hasta que nos aparezca un payaso como en las películas de terror y comience a asesinarnos uno por uno de las peores maneras posibles.

Lo miré horrorizada por lo que acababa de decir; solo esperaba que estuviera bromeando. Y pareció darse cuenta, así que decidió hablar de nuevo.

—O tal vez la pasemos todos bien.

—Prefiero quedarme con la segunda opción.

—¡Ey! —Max gritó desde la cancha—. Iré a cambiarme, ahora regreso.

—Yo los esperaré en el estacionamiento —le dije a Diego, quien miraba a unas chicas.

Él solo se dedicó a asentir con la cabeza, así que me levanté y empecé a caminar lejos de allí. El sol de la tarde estaba caliente, y eso que era invierno; dentro de unas semanas será diciembre.

La naturaleza y el clima eran tan impredecibles como las personas, solo que estas están libres de maldad.

Llegué al auto de Diego y me apoyé en él hasta que llegaran Diego y Max. Saqué mi móvil para entretenerme mientras tanto; eran las cuatro de la tarde. Entré en Instagram para mirar reels, pero una voz hizo que mis ojos se despegaran del móvil.

—¿Podemos hablar?

—No lo creo —me separé del auto, dispuesta a pasarle por el lado e irme de vuelta con Diego.

—Por favor, Estrellita.

—No me llames así —exploté—. ¿Con qué derecho te crees que puedes llamarme así? —lo miré fijamente—. Me ocultas cosas, te alejas, no hablas conmigo, golpeas a mi mejor amigo, te vas a cenar con Ivy y luego estás en una fiesta con tu supuesta mejor amiga —levanté las manos para hacer un gesto de comillas con los dedos—, la besas, y luego vienes a donde estoy yo creyendo que todo va a estar bien.

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora