Capítulo 29

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Al abrir los ojos, no me encuentro con el techo de la habitación en la que todas las mañanas despierto; al contrario, me sorprende el inmenso cielo azul sobre mí. Exultante, me levanto. ¿Cómo llegué aquí? Miro a mi izquierda y veo a Niclas durmiendo plácidamente con una mano sobre sus ojos. Mi cuerpo se relaja un poco al tenerlo cerca. Una ráfaga de recuerdos me inunda mientras la suave brisa acaricia mi rostro. Yo ebria, nosotros bailábamos descalzos frente al precipicio que tengo delante, la cascada que ya no reflejaba a la luna; ahora, la luz del sol caía sobre ella, haciendo que brillara como si estuviera hecha de diamantes. También recuerdo cómo nos acostamos a mirar las estrellas. Una sonrisa genuina surca mis labios al recordar cada instante que compartí con él.

Niclas se movió un poco, estaba despertándose, estiró sus brazos y piernas, que tronaron. Sus ojos oscuros se encontraron con el azul de los míos; la noche y el día, así como la luna y el sol. Dicen que la luna y el sol siempre han estado enamorados, pero, dado que era imposible encontrarse porque cuando uno salía, el otro se ocultaba, Dios, en su infinita bondad, creó el eclipse como muestra de que en el mundo no existe un amor imposible. En nuestro universo, el destino quiso unirnos, creándonos a nosotros, para que cada vez que nuestros ojos se conecten, sepamos que no importan la distancia, el tiempo ni el lugar; siempre nos amaremos, creando así un eclipse eterno.

-¿Cuándo amaneció? -me preguntó Niclas pasándose una mano por el cabello desordenado.

-Lo mismo me pregunto -abracé mis piernas-. Se siente hermoso despertar con esta vista enfrente.

-Me alegra que te haya gustado - sonrió sentándose a mi lado

Nos sentamos al borde del precipicio con los pies colgando hacia abajo. El cielo azul, el verde de la flora, las aves volando en bandada, el viento fresco mecía mi cabello azabache de delante hacia atrás. Parecía que tenía un tornado en la cabeza, pero de algún modo era refrescante.

Eché la cabeza hacia atrás, dejando mi rostro al cielo, e inhalé el aire puro del bosque. Me dejé llevar por la belleza del momento, sintiendo cómo la naturaleza me abrazaba. El canto de las aves se mezclaba con el murmullo de la cascada, creando una melodía única que resonaba en mi pecho. Era un instante de paz y conexión con el mundo, como si el universo conspirara para regalarme ese momento perfecto con Niclas a mi lado.

Giré la cabeza hacia Niclas, quien estaba mirando fijamente un punto sin decir nada. A veces me preguntaba qué pasaba por su mente.

-Creo que deberíamos regresar con los demás antes de que se preocupen por nuestra ausencia.

-Dudo que estén despiertos, anoche bebieron demasiado. -Niclas se giró hacia mí.

-Tienes razón -asentí sin dejar de mirarlo, y una pregunta me rondaba la cabeza-. ¿Puedo preguntarte algo? -Niclas asintió-. ¿Qué significa el tatuaje del cuervo?

Niclas suspiró y volvió a mirar al frente.

-En muchas ocasiones me recordaba a la muerte, me recordaba que mi hermano murió por mi culpa. A veces deseaba poder estar en su lugar.

-No fue tu culpa...

-Lo es. Si Ivy no se hubiera obsesionado conmigo, él nunca hubiera muerto. Mi hermano, Ty, aún estaría conmigo. -Bajó la cabeza, conteniendo las lágrimas.

Me acerqué a él y lo envolví en un abrazo. Niclas estaba destrozado, pero yo lo ayudaría a sanar como él me había estado ayudando a mí. Lo ayudaría a recoger sus pedazos y a reconstruirse una y otra vez, las veces que fueran necesarias, hasta que finalmente supiera que ya no sufría en silencio.

-No quiero que te culpes más por eso, amor -le susurré mientras él apoyaba su cabeza en la mía. Y de repente, una idea me iluminó-. ¿Y si le damos un nuevo significado?

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora