Capítulo 7

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Cuando llegamos a la fiesta, se encontraban los malditos guardias revisando a las personas y yo me estaba impacientando. Después de un largo rato, finalmente logramos entrar, pero la aglomeración de chicos y chicas bailando no nos permitía avanzar, ni a Niclas ni a mí. Intenté varias veces llamar a Lynn, pero no respondió. Aunque no me costó encontrarlos: había varios chicos formando un círculo, y en medio de ellos, mi hermano. Pero eso no era lo peor; lo peor era que estaba en ropa interior encima de una mesa.

—¡Pero qué hace, se ha vuelto loco! —grité asustada al verlo.

—Astrid —Lynn me tomó del brazo—. No me quiere escuchar. Nunca más le den de beber a ese chico. Incluso llamó a su ex pidiéndole que volviera con él, mientras le gritaba que la amaba.

—No sabía que tu hermano fuera stripper —se burlaba Niclas.

—No lo sé —respondí molesta.

Intenté apartar a todas las personas, y cuando logré llegar a Brant, le grité para que bajara de la mesa, pero no me hizo caso. Genial, esta noche acabaría siendo la niñera de mi hermano.

—Brant, ¿qué haces? ¡Te has vuelto loco! —Intenté agarrarlo del brazo.

—Hermanita, ya has llegado —me pasó una mano por encima de los hombros y me dio un beso en la mejilla— ¿Quieres que te cuente un secreto?

—Brant, vamos.

—No, te lo contaré aquí, porque yo no te oculto cosas como nuestros padres —desprendía olor a alcohol.

Lynn y Niclas se acercaron a mi lado.

—Astrid, ¿necesitas ayuda con él? —preguntó Niclas.

—No, puedo con él.

—Creo que no vas a poder, As. Yo no pude —dijo Lynn, ocultándose detrás de mí. Estaba más avergonzada que yo.

—Brant, vámonos.

—Espera —me apartó con un manotazo—. ¿Sabías que papá tenía otra familia?

—¿De qué hablas? No digas tonterías, estás ebrio —traté de jalarlo del brazo, pero estaba más tieso que una roca.

—No, no lo estoy. Papá tiene otra hija, un año menor que tú. Mientras él te llamaba "mi princesa", tenía otra —soltó una risa que no llegó a sus ojos—. Es un maldito.

—Niclas, creo que voy a necesitar tu ayuda.

—Lo que digas, estrellita.

Niclas lo agarró y lo arrastró afuera mientras Brant gritaba palabrotas para que lo soltara. Lynn iba a mi lado, dándome un discurso psicológico sobre por qué no es bueno que Brant beba. Genial, la noche no podía empeorar y yo estaba tan bien con Niclas. Maldito Brant.

—Venga, Brant, métete al auto.

—Pero si la noche apenas empieza y dentro de unas horas es tu cumpleaños, vamos a celebrar —levantó una botella que tenía en la mano, y yo se la arrebaté para tirarla al suelo, rompiéndose.

—Brantsito, puedes estar seguro de que nunca más te daré alcohol.

Niclas solo nos miraba con las manos metidas en los bolsillos del abrigo; el muy desgraciado no dejaba de burlarse.

—Deberíamos irnos, Astrid. La noche empieza a enfriarse y te puedes resfriar —dijo Niclas. ¿Después de burlarse, se preocupaba?

—Aaah, qué lindo, los enamorados.

Le hice un gesto a Lynn para que se callara. Parecía que se le había olvidado que el señorito borracho estaba con nosotras. Aunque estaba ebrio, podía escuchar perfectamente. Después de que vomitara y se agarrara de mí para sujetarse, y casi me metiera la cabeza contra el suelo, pudimos irnos. Lynn iba con mi hermano en la parte de atrás, y yo iba al lado de Niclas. Puse un poco de música para disipar el silencio y apoyé mi cabeza en el cristal de la ventanilla. Niclas me miraba de reojo constantemente y volvía la vista al frente. Lynn iba batallando con mi hermano detrás para que no se le acercara mucho, ya que aún apestaba.

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora