Capítulo 30

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Un boleto y un vuelo directo a Alemania. Después de casi un año, volveré a pisar las tierras de mi país. Estoy sentada dentro del avión y los nervios no se hacen esperar; quisiera pensar que todas las personas han olvidado lo sucedido, pero por alguna razón, la gente nunca olvida las cosas malas; se regocijan en el dolor ajeno como si eso fuese algo positivo. Por otro lado, mamá no sabe que iré. Le dije que viajaría, pero no cuándo, porque quería que fuera una sorpresa para ella.

A un lado tengo a Niclas y al otro a mi hermano, que está dormido. Tengo las manos sudorosas por los nervios que me invaden todo el cuerpo, así que, con cuidado, me limpio las manos en mi sudadera. Niclas se da cuenta de mi inquietud, porque extiende su mano hacia la mía y entrelaza nuestros dedos.

—¿Nerviosa? —me pregunta, y asiento levemente.

—Ese lugar no me trae buenos recuerdos.

Señoras y señores, bienvenidos a bordo. Les habla el capitán David Parrish y estamos a punto de despegar hacia Berlín, la capital de Alemania. La duración del vuelo será de aproximadamente 1 hora y 39 minutos, y las condiciones meteorológicas en nuestro destino son favorables, con un cielo despejado...

El piloto continuaba hablando mientras las azafatas se aseguraban de que lleváramos los cinturones de seguridad colocados de manera adecuada y que los asientos estuvieran en posición vertical, tal como indicaba el piloto.

Las alturas me daban miedo; de pequeña le temía y ahora es igual. La primera vez que viajé en avión fui con mi madre, cuando me llevó a Londres para la terapia. Luego viajé sola por la universidad. Ahora me encontraba con Niclas y mi hermano.

Mi hermano se despertó después de que una azafata lo llamara y lo exploró de arriba abajo con descaro.

Gracias por volar con nosotros y esperamos que tengan un buen viaje —concluyó el piloto.

El avión comenzó su despegue y yo agarré la mano de Niclas con fuerza hasta que estuvimos en el aire. No quería pensar que estaba a kilómetros del suelo, así que intentaba distraer mi mente. Mi hermano no hacía más que llamar a la azafata con la excusa de que necesitaba algo, mientras ella, ya cansada, fingía no escucharle. A veces mi hermano puede ser un poco pedante; al final, cansado de insistir, se volvió a quedar dormido. Por otra parte, Niclas y yo compartíamos audífonos escuchando música; tenía mi cabeza apoyada en su hombro. Estaba escuchando Those Eyes, de New West. Mientras escuchaba la melodía de la canción, no pude evitar recordar desde el momento en que lo conocí hasta hace unos meses, cuando volvimos a encontrarnos. El destino a veces juega de formas muy curiosas; tal vez desde un principio estábamos destinados a estar juntos, o simplemente fue casualidad.

Mis ojos comienzan a cerrarse poco a poco hasta que me quedo dormida; tuvimos que levantarnos bastante temprano. De repente, ya no estoy en el avión junto a Niclas y Brant. Me encuentro en un campo lleno de flores. ¿Dónde estoy? No lo sé; mis ojos recorren todo el lugar y lo único que captan es el verde de la flora. Alguien toca mi espalda, me giro alarmada con el corazón latiendo a toda velocidad, y me encuentro con un hombre de pelo negro y ojos azules que me observa con una gran sonrisa.

—Mi pequeña.

Me quedé inmóvil en mi asiento. Esto no puede ser posible, no es... no es real. Mi padre me abre los brazos para que lo abrace. Por un momento dudo en hacerlo, pero finalmente avanzo a pasos lentos hacia él y dejo que me abrace contra su pecho mientras mis lágrimas amenazan con salir.

—Te he extrañado mucho —susurra sobre mi cabeza. Yo no soy capaz de articular una palabra—. La niña pequeña de papá ya es toda una mujer.

Se separa de mí para mirarme mejor; sin embargo, aún no creo que esté delante de mí, como si fuera... real. Las lágrimas no tardan en salir acompañadas de los sollozos que escapan de mi garganta y que ya no soy capaz de contener. Ya me había olvidado de su voz, y ahora me aterra no volverla a escuchar. Quiero volverla a escuchar. Me toma de la mano y me dejó guiar hacia un columpio donde juntos nos sentamos.

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora