Capítulo 22

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Un fuerte estruendo me sobresaltó en la cama. Abrí lentamente los ojos y me incorporé. Niclas no estaba en la habitación y los relámpagos afuera eran realmente intensos.

Me deslicé por la cama hasta llegar a la esquina y me puse unas chanclas antes de salir de la habitación. El pasillo estaba muy oscuro y un relámpago seguido de un fuerte trueno iluminó todo el pasillo oscuro.

El estruendo del trueno intensificó el fuerte dolor de cabeza que ya tenía.

Vi una luz al final de las escaleras, seguramente Niclas estaba abajo. Bajé con cuidado para no caer por las escaleras. Al llegar abajo, lo encontré sentado en el amplio sofá, tomando té y leyendo un libro.

Me acerqué con cuidado hacia él. La chimenea estaba encendida, creando un ambiente cálido. Al notar mi presencia, levantó la cabeza y me miró con sus ojos oscuros que tanto me gustaban.

—¿Tampoco puedes dormir? — preguntó.

—Me duele la cabeza — me acerqué a su lado y me dejé caer en el sofá.

—Bebiste demasiado.

Subí los pies llevándolos hasta el pecho. Niclas me ofreció una manta que tenía en uno de los sillones. No dudé en aceptarla.

—Te daré algún analgésico para el dolor de cabeza —se levantó y se dirigió a la cocina.

Empezó a buscar en los cajones de la cocina hasta que sacó un frasco de pastillas y lo dejó encima de la encimera.

— ¿Tus padres saben que estoy aquí? — pregunté mientras escuchaba el crujido de la leña en el fuego, era algo terapéutico.

—Sí, mi madre quiere venir a compensarse con otra cena por lo que pasó la otra vez.

Me levanté y me acerqué a la isla, me entregó una pastilla y sirvió un poco de agua en un vaso. Estiré mi mano hacia el vacío, llevándome la pastilla a la boca. Después de un sorbo de agua, sentí cómo la pastilla bajaba por mi garganta.

—Me encantará, tu madre es una gran mujer.

—Sí, y le caes muy bien. ¿Quieres un té?

—Sí —comencé a repiquetear los dedos sobre la isla —son las tres de la mañana, ¿por qué no dormías?

—Muchas veces sufro de insomnio, As.

— ¿No has intentado hacer algo al respecto? No sé, realizar actividades durante el día que te cansen lo suficiente como para luego sentir que solo necesitas descansar.

—No — negó con la cabeza —Así estoy bien.

Me entregó la taza de té y yo la acepté encantada, hacía mucho frío.

—¿Quieres ver alguna película? — preguntó.

— ¿Cuál?

—Piratas del Caribe.

—Estaba pensando en alguna de Barbie.

Él se rió un poco y yo lo miré como si fuera una niña pequeña. En el fondo, me sentía así.

—¿Cuál de Barbie veremos?

—Barbie y el castillo de diamantes.

Él hizo una mueca y yo levanté una ceja y crucé los brazos a la defensiva.

—¿Qué?

—Estaba pensando en Barbie Rapunzel.

— No sabía que te gustaban las rubias de cabello largo.

En ese momento, sonó el timbre de la entrada. Ambos nos giramos hacia la puerta. Luego, me volví hacia Niclas, quien parecía aún más confundido y perdido que yo. ¿Quién podría estar llamando a la puerta a estas horas de la madrugada?

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora