Capítulo 16

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—¿Cómo estás, Astrid? —me sonrió—. Te vi y no estaba seguro de que fueras tú, así que decidí acercarme.

—Estoy bien.

Miré a nuestro alrededor para ver si se encontraba con alguien más, pero no era así.

Además, me sentía muy nerviosa por lo que acababa de ocurrir con esa chica.

—Me enteré de lo que pasó entre Niclas y tú.

—Sí —suspiré frustrada.

—Creo que deberías darle la oportunidad de hablar.

—No lo sé, Ethan, es complicado.

—Bueno, al menos piénsatelo —se metió las manos en los bolsillos de su chaqueta—. ¿Estás sola?

—No, vine con mis amigos, fueron a buscar algo de comer o beber.

—Mientras regresan, quiero invitarte a un juego.

—¿Qué juego? —pregunté, pero antes de que me respondiera, volví a hablar—. No soy buena para esas cosas.

—Solo será "El tren del terror".

¡¿Qué?! ¿Me veía cara de que sería capaz de subirme a esa cosa? No, jamás. Ya había tenido bastante con Diego y sus historias desde que mencionamos la idea de venir a la fiesta.

—Creo que no sería buena idea —respondí—. Además, les dije a mis amigos que los esperaría aquí.

—Venga, Astrid, será divertido, y prometo no dejarte sola —siguió insistiendo.

Me detuve a pensar un momento. Me aterraba la idea de subirme al juego y que me apareciera un payaso asesino o algo incluso peor.

Pero al final accedí y nos dirigimos a comprar los boletos para el juego. Tuvimos que esperar en una larga fila hasta comprar los boletos. ¿Cómo es que había tantas personas para subirse al "Tren del terror"? Definitivamente tenían que estar locos. Luego de que llegara nuestro turno y compráramos los boletos, nos dirigimos hacia el dichoso tren, y tuvimos que esperar otra vez.

Durante todo ese momento, Ethan y yo apenas cruzamos palabras. Y ahora que lo pensaba, se me hacía muy raro que me invitara a un juego. Cuando estuve en casa de la familia de Niclas y lo conocí, casi no hablamos. Así que no es como si hubiéramos hecho una gran amistad.

Deja de sobrepensar.

Tú eres mi conciencia, ¿no?

Sí, pero tú eres la que me lleva a tener estos pensamientos.

Pero...

Un hombre en traje y un gran sombrero, como esos de los magos, nos recogió el boleto y nos invitó a sentarnos en uno de los vagones del tren. Después de acomodarnos, el vagón comenzó a moverse y el hombre se despidió de nosotros dándonos una malévola sonrisa que me puso los pelos de punta.

Cuando entramos, había poca luz, telarañas que colgaban del techo, tumbas y algunas puertas cerradas. Definitivamente era la casa del terror, aunque todavía no había nada de qué asustarse...

—¡AAAHHH! —retiré lo que iba a decir.

—Astrid, cálmate —Ethan comenzó a reírse a carcajadas de mí.

Y no digo yo, si me pegué a su brazo como si fuera un chicle. No sé cómo él no se había asustado después de que ese tipo con disfraz de zombi se abalanzara encima de nosotros.

Se escuchó un grito desgarrador que me puso la piel de gallina, parecía como si estuvieran torturando a alguien, me pegué aún más a Ethan.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté con la voz temblorosa.

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora