Capítulo 9

367 72 22
                                    

Niclas

Estaba en el patio trasero de la casa de Lynn. Desde allí, se podía vislumbrar el interior de la casa, y el porche estaba engalanado con decoraciones festivas y globos.

Entre risas, se escuchaba la música proveniente del interior.

Nunca me agradó estar rodeado de personas; consideraba que vivían a base de secretos, mentiras, y hipocresía, ya que no eran lo suficientemente valientes para enfrentar la realidad. Sin embargo, la sociedad parecía complacerse en vivir de esa manera: ponían una venda en los ojos y simulaban que las cosas no les importaban.

Yo guardaba el secreto sobre la muerte de mi hermano, ocultaba un peso que me impedía avanzar, y mantenía una fachada de sonrisa perfecta para los demás. Había dejado de sonreír. Hasta que la conocí a ella: mi calma después de la tormenta, la estrella que ilumina mis noches. En ese instante, se acercaba hacia mí con una sonrisa radiante.

—Hola —me saludó con una amplia sonrisa.

Disfrutaba verla feliz.

—Estás hermosa esta noche —le mencioné, notando cómo se sonrojaba.

—Gracias, tú también luces muy bien.

—No tanto como tú. Eres la estrella de la noche, aunque para mí siempre serás una estrella.

—¿Por qué no entramos adentro? —me dijo, sonriendo.

—Espera un momento —la detuve sujetándola del brazo— Quería hablar contigo sobre algo.

—¿Sobre qué? —me miró, confundida.

—Bueno, es que no sé por dónde empezar. Los nervios me dominaron y comencé a sudar frío.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupada— Vamos, siéntate aquí —señaló un columpio que estaba cerca. Caminó hacia él y yo la seguí.

—Prométeme que no dirás nada hasta que termine de hablar —asintió.

—¿Estás seguro de que te encuentras bien? —la preocupación se reflejaba en sus ojos.

—Sí, no te preocupes —negué con la cabeza. La vi expectante, así que continué— Hace unos años conocí a una chica. Fue en un momento difícil de mi vida. A pesar de estar pasando por un mal momento, ella siempre sonreía. Sin embargo, su propia vida tampoco estaba en su mejor momento —sus ojos azules no dejaban de observarme, y el viento hacía bailar su cabello negro.

—¿Y qué sucedió?

—La historia no termina allí, ¿puedo seguir?

—Por supuesto —asintió con la cabeza.

—Esta chica había sufrido abuso infantil y la enviaron a terapia lejos de su hogar— Astrid cambió su expresión a una más seria, y no estaba seguro de si estaba usando las palabras adecuadas— Fue allí donde la conocí. En aquel lugar, mi hermano pequeño había fallecido, y yo me culpaba de su muerte. No sé qué vio esa niña en mí, porque siempre venía a jugar conmigo con una sonrisa en el rostro— su expresión cambió a una de confusión— Ella siempre me preguntaba por qué yo no sonreía, y yo simplemente me limitaba a permanecer en silencio. Pero poco a poco fui cogiéndole cariño hasta convertirnos en amigos, y de alguna manera esa niña llenó el vacío que había dejado la pérdida de mi hermano. Sin embargo, un día esa chica se marchó y nunca más regresó— me froté las manos, me sentía nervioso— Lo que quiero decir es que yo...

—Tú eres ese chico— completó ella, con los ojos cristalizados— y yo soy esa chica.

Permanecimos en silencio durante un momento, sin pronunciar palabra, hasta que decidí romper el hielo.

HASTA QUE NO QUEDEN CONSTELACIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora