No perdimos mucho tiempo en llegar a la escalinata de mármol que conducía a las enormes puertas de bronce. Los duendes de que normalmente flanqueaban la entrada habían sido sustituidos por dos magos portadores de sendas barras doradas, largas y delgadas.
— ¡Menuda sorpresa, sondas de rectitud! —suspiró Travers con gesto teatral—. ¡Qué rudimentarias, pero qué eficaces!
Subió los escalones y saludó con la cabeza a los dos magos de la entrada, quienes le repasaron todo el cuerpo con las barras. De seguro las sondas detectaban hechizos de ocultación y objetos mágicos escondidos. Tratando de no ponerme nerviosa vi a mi lado a lo que asumí ahí estaba Harry, era el único que podía ocupar la varita sin ser visto. Al parecer ya había lanzado algún hechizo pues los magos dieron un pequeño respingo, aprovechando esto tome del brazo a Hermione nuevamente intentando pasar de largo sin detenernos con rapidez, cuando alguien nos habló por detrás;
— Un momento, señoras —ordenó uno de los guardianes, levantando su sonda.
— ¡Pero si ya nos ha registrado! —exclamó Hermione con la imperiosa y arrogante voz de Bellatrix.
Confundido, el guardián observó la larga y dorada sonda y luego miró a su compañero, que denotando un ligero aturdimiento dijo:
— Sí, acabas de hacerlo, Marius.
No espere que pensaran de nuevo lo que estaban haciendo y empecé a caminar en rápidos pasos con Hermione y Ron a mi lado; Harry y Griphook, invisibles, debían seguir detrás de nosotros.
— Ya veo que Gringotss no es el de antes— suspiré como hacia mi tia Gertrudis cuando después de tres copas empezaba a hablar de que los tiempos no eran iguales a los de antes lastimosamente—. Deberían revisar el estatus de snagre de esos gaurdias.
Dos duendes custodiaban las puertas interiores, de plata, en las que lucía grabado el poema que advertía a quienquiera que se atreviera a robar en Gringotts de las severas represalias que sufriría. Me pregunté si lograríamos escapar de esas terribles represalia porque últimamente las cosas estaban del asco. Sinceramente nunca me había imaginado en mi vida estar en el banco para robarlo, tal vez solo en la excepción de que un niffler se me escapara, aunque ahora sinceramente sentía que robar un banco era lo de menos que yo iba a hacer, digo ya practicaba las artes oscuras, la magia antigua, y habia matado a alguien.
Sentados en altos taburetes ante un largo mostrador, unos duendes atendían a los primeros clientes del día. Trate de relajar el agarre que tenia en el brazo de Hermione y no denotar mi ansiedad mientras nos acercábamos a uno de los duendes, uno muy anciano, que examinaba una gruesa moneda de oro con un monóculo. Con elegancia nos acercamos al mostrador;— ¡Señora Lestrange! ¡Señora Malfoy! —exclamó el duende sin disimular su asombro—. ¡Cielos! ¿En qué... en qué puedo ayudarla?
— Quiero entrar a mi boveda—dijo Hermione.
YOU ARE READING
Laila Scamander Y Las Reliquias De La Muerte
Fanfiction#7 «A matar a Voldemort» Las cacerías han comenzado en el mundo mágico. Laila Scamander junto con sus amigos tienen que abandonar sus hogares para comenzar la casi imposible misión de encontrar y destruir los restantes Horrocruxes; el secreto del po...