— En la mañana siguiente, Kai se encontraba en la puerta de la casa de Eddie, lista para despedirse, miró a Eddie, quien estaba parado frente a ella, con un gesto de despedida en sus labios pero también con algo de incertidumbre en sus ojos.
—Bueno, supongo que es hora de irme—dice la chica—muchas gracias por todo.
—Sí, supongo que sí— lo dice con pesar. Kai se queda jugueteando con sus pies, no quiere mirarlo a los ojos, pero lo hace—Eddie... quiero agradecerte por cuidarme esta noche. Las cosas se pusieron un poco... complicadas, y estoy agradecida de que estuvieras allí para intervenir.
—Volvería a hacerlo...— responde.
—Adiós—Kai deja un beso en la comisura de sus labios y se marcha, es de madrugada, y sabe que ha hecho mal en pasar la noche fuera de casa, probablemente sus padres tengan un buen sermón que darle.
Cuando cruza la puerta, aún no hay nadie en el desayuno, entonces pasa a su cuarto y piensa en lo que pasó con Eddie la noche anterior. Un sentimiento extraño se ha estado apoderando últimamente de su cabeza, y es que Eddie pareciera estar ocupando más de lo que se ha autoimpuesto.
Antes de llegar a su cuarto, revisa la habitación de Samuel que está vacía, sobre la cama hay una mochila que se atrevería a decir que no es de él, entonces se adentra en ella, y la coge, está pesada, y aunque quiere revisar de qué se trata, un ruido proveniente de la entrada, le hace soltarla y correr hasta su puerta.
{...}
Eddie bebe café mientras piensa en Kai, y en cómo hubiera sido una buena noche, de no ser por esas miles de cosas que últimamente los han estado separando. Se ve tentado en escribirle, pero prefiere reservar cualquier tipo de nueva discusión que pudieran llegar a tener.
Alguien llama a su puerta, es Abigail. Eddie abre sin tener la sospecha de que pudiera ser ella.
— ¿Qué haces acá?— pregunta.
—Perdón nuevamente por interrumpir ¿Estás solo?— pregunta.
—Sí— responde algo nervioso, se hace a un lado y ella entra.
—¿tienes algo que me vendas?— pregunta—Necesito...
—Abi...— Eddie muerde su labio inferior de nerviosismo, sabe de que no es bueno aquello, pero necesita el dinero, en algún momento, quiere dejar la ciudad e irse para no volver. Desde hace dos años ahorra dinero pensando en su futuro, sabe que Wayne no debe por qué responsabilizarse eternamente de él—No me queda mucho.
—Véndeme lo que tengas...— dice desesperada. Eddie camina hasta su cuarto, y ella sigue sigilosamente sus pasos, entra a su habitación y observa cómo Eddie hurguetea entre sus cosas, encuentra las ketaminas y se las entrega, ella le da el dinero en efectivo y le sonríe, como si hubiera sido su salvación—Gracias, siempre sabes cómo salvarme— le sonríe de manera sugerente.