Capítulo 14: ¿Vitaminas?

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2 días habían pasado desde que Javier y Yohn partieron juntos a la Ciudad del Infierno.

Louis estaba algo nervioso por su pequeño amigo, siempre había sido él en defenderlo en caso de que necesitara una ayuda para no ser asesinado en alguna misión. Ahora el mayor se encontraba solo entre las paredes de su frío departamento pero lo extraño, era que sentía como la temperatura estaba subiendo, y se refería a su temperatura corporal.

– ¿Pero qué... – su vista se nubló y cayó de rodillas al suelo, sentía su cuerpo arder como si su piel fuera solo llamaradas ardientes.

No tenía a Javier y su círculo personal no era muy amplio que digamos, nunca se acercó a nadie a manera de socialización, sólo había una persona que podría llevarlo a ver algún doctor, o quizás Ethan lo revisaría.

– Milo... – marcó el número del alfa sin pensarlo mucho, recostó su cuerpo de la pared del pasillo tratando de llegar a su cuarto, al menos recostado bajaría el dolor o eso cree – me siento extraño... Necesito ver un médico.

– Iré para allá ¿qué sientes? – se escuchó la voz grave del otro lado de la línea.

– Mucho calor... Creo que tengo fiebre y mi vientre duele mucho – se le escapa un jadeo al omega cuando sintió como algo viscoso empieza a salir de su parte trasera, empapando los shorts, en ese momento conectó las ideas creyendo en lo que es posiblemente – creo que mejor... No vengas.

– Louis... Te llevaré algo para el malestar – ¿cómo el alfa podría saber que tiene exactamente? ¿Qué pasaría si al entrar consigue a Louis en pleno celo? o al menos eso es lo que él sospecha que tiene – tengo algunos supresores.

– ¿Cómo sabes que estoy en... – le costaba terminar de formular la pregunta, nunca había tenido uno y la verdad le aterra el saber que su supresor inyectado dejó de hacer efecto casi cayendo en las oscuras fauces del calor del celo.

– Celo? – solo se escuchó un "umju" del omega, no había más nadie en esa casa que pudiera pasarle el dato al alfa.

– Solo... lo supuse – el dolor solo es tan fuerte que el omega se encorva sobre sí mismo tirando el teléfono al suelo, el alfa trata de mantener la calma llegando hasta donde se encuentra Louis no puede dejarlo solo, debe vigilar que ningún otro alfa se le acerque.

La carrera de ir a su dispensador especial que tenía en casa le sería útil en este momento, nunca pensó en que en realidad lo necesitaría, aunque lo principal en este momento sería el no perder el control estando con el omega, ganas no le falta de querer marcarlo y hacerlo suyo para siempre, que todos puedan apreciar que ese hermoso omega le pertenece solo a él.

Los últimos días han sido un poco ajetreados, Lazaro lanza nuevas medidas incluyendo la sentencia de muerte a aquellos que tengan algún tipo de contacto con un ángel caído, su rabia hacia esa raza va en crecimiento con cada día que pasa, pero lo extraño es que no menciona a los ángeles de la Ciudad de la Tierra.

Posiblemente esté experimentando con alguno, no sería la primera vez que se le encontraría algún espécimen en su laboratorio clandestino, necesita alguna víctima para probar medicamentos cada vez más potentes, y piensa que arriesgar la vida de sus propios ángeles es algo inhumano, no sería capaz de algo así.

Milo espera pacientemente que Yohn y Javier puedan hallar algo para derrocar a Lazaro, no solo por sus experimentos locos, sino por enfermar a la población y por dividir tan descaradamente los límites de los ciudadanos.

El alfa tomó un bolso donde colocó los calmantes que le dieron hace poco en caso de que algo así pasara con el omega, donde guardó además unas sopas instantáneas, té de diferentes hierbas, no tiene experiencia cuidando a uno en ese estado, todavía tiene la esperanza de que sea un simple resfriado.

Ciudad de ÁngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora