capítulo 2

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Capítulo 2
Red


El crepitar de un cigarro al encenderse rompió el silencio de la habitación apenas iluminada. La luz de un poste lánguido que entraba por la ventana se reflejaba en mis ojos, ojos que habían visto demasiado, oscurecidos por secretos y actos que el mundo rechazaría. la noche era mi dominio, la soledad, mi única fiel compañera.
Era un depredador en un juego peligroso, un rey en el imperio de sombras que era la mafia, donde la vida y la muerte se vendían al mejor postor. Pero en esa habitación, entre mapas y fotos esparcidas, había una luz que se resistía a ser extinguida, un rostro que me había robado la atención y que ahora consumía cada partícula de mi estar vigilante. Athenea.
Su nombre era como una melodía prohibida, que mis labios oscuros y pecaminosos no deberían pronunciar. No ella, que con su mera existencia había perforado la capa de hielo que cubría mi corazón. La vi por primera vez hace meses, un encuentro fortuito, un cruce de miradas que selló mi destino.
Iba en mi deportivo, un reflejo de metal y velocidad, cuando ella cruzó la calle. Cautivadora en su inocencia, ajena a las miradas que la seguían. En ese instante, supe que ella era diferente, que había algo en esa mujer que hacía que valiera la pena arriesgarlo todo. Desde entonces, la vi como la cruz que voluntariamente yo llevaba, mi penitencia y mi secreto más guardado.
He investigado cada aspecto de su vida con una meticulosidad perturbadora. Sé a qué hora se despierta, cuál es su café favorito, los libros que devora con avidez, incluso los sueños que susurra en la soledad de su apartamento sueños que yo nunca alcanzaría. He estado allí, siempre en las sombras, desviando los peligros que ella no ve, eliminando las amenazas que podrían tocarla, todo sin que ella supiera que existo.

Yo era su ángel oscuro, su guardián perverso, el demonio que se deleitaba en la oscuridad, pero que por ella, haría brotar la luz del amanecer. Sin embargo, esta noche, el juego había cambiado. Los hilos del destino habían comenzado a enredarse, y por primera vez, sentía la urgencia de un nuevo propósito. No podía ser solo su sombra eternamente. Pronto, Athenea tendría que saber de mi existencia, de la bestia que, en su nombre, había cruzado las líneas de la moral y la humanidad.
Y así, en este reino de penumbra, me preparaba. Porque incluso los hombres como yo, temen cuando lo que está en juego es más que su propia vida. Ella era mi atadura más fuerte, mi razón para enfrentar la luz del día. Porque a fin de cuentas, quizás ella podría ser la única capaz de redimirme.
Pero no esta noche. Esta noche, fumo y espero, porque aún no es el momento de salir de mi capullo de sombras. Por ahora, simplemente la observo, y me conformo con ser el espectador de una vida que, sin saberlo, me tiene completamente subyugado.
La sueño en las noches, y la deseo en mis días largos y agotadores pero quién soy yo para acercarme a alguien que ha sufrido tanto en la vida, cuando lo único que aportaré a su vida es sangre y muerte.
Nada más y nada menos.
Soy alguien que fue preparado para ver y hacer lo peor que pueda existir, y soy muy bueno en ello, tanto que cada hombre que se cree con el derecho de poner su mano sobre su piel sin permiso se ha quedado sin dedos, incluso hasta sin brazo.
Ella no se toca, no se mira y no sé desea.
Athenea es aquello que me enciende y que puedo incluso en convertirme en el peor de los demonios.


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