capítulo 26

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Capítulo 26
Tom Hills
Sombras en las Calles



Nunca he sido del tipo que sigue ciegamente las órdenes sin cuestionarlas, especialmente cuando cada fibra de mi ser me dice que hay más en juego. Aquí estoy, sentado en la penumbra de mi oficina con las cortinas apenas abiertas, dejando que los débiles hilos de luz iluminen la evidencia dispersa ante mí. llevo demasiados años con mi placa como para que me detenga ahora, incluso si es el FBI el que me da las órdenes.
La investigación sobre el inframundo irlandés de New York ha sido un callejón oscuro. Informantes asustados, testigos silenciados por las sombras, y Red, el pez gordo, se mantiene siempre tan esquivo como una leyenda urbana. Claro, su nombre circula en susurros temerosos, pintándolo como un fantasma que gobierna desde las sombras. Pero fantasmas no dejan huellas, Red sí. Y la última es inesperadamente conmovedora, casi humana. Él, defendiendo a una mujer en una farmacia… Peculiar. Inaudito. Revelador.
El vídeo no deja lugar a dudas; ahí está él, el intocable, el impenetrable Red, interponiendo su presencia entre la chica y el pervertido que tuvo la mala fortuna de cruzarse con el hombre más peligroso de la ciudad. Sin embargo, más que el acto de violencia fría y calculada que esperarías de un mafioso, hay algo en su gesto que roza lo protector, casi personal.
Y ahora la chica. No cualquier mujer habría llamado la atención de Red, no para actuar abiertamente. No él, que durante años ha mantenido su vida privada tan oculta como los secretos que guardan estos archivos clasificados. ¿Qué tiene ella? ¿Quién es ella? Estas preguntas se han convertido en una obsesión, retumbando en mi cabeza, despertándome a medianoche con una mezcla de frustración y curiosidad ardiente.
Mis colegas me advirtieron, me ordenaron “deja de preguntar por ella”, “olvida el vídeo” “No te metas con Kane” “El es intocable” con esa severidad que presagia consecuencias no deseadas. Pero no soy hombre de abandonar una pista cuando la siento caliente entre mis dedos. Esta mujer, sea quien sea, podría ser la clave, el eslabón perdido que finalmente nos lleve a Red.
Sabía que mi obstinación podría costarme caro, pero no hay vuelta atrás. Estoy a un paso de descubrir una verdad más profunda, una que podría desenredar la maraña de crimen y poder que se ha tejido en esta ciudad. Y tengo el presentimiento de que Red lo sabe, él está jugando conmigo, o peor aún, está invitándome a un juego mucho más grande y peligroso de lo que imaginé. La pregunta es… ¿estoy listo para jugar?
No hay dudas al respecto, algo grande está pasando y voy a descubrir qué es. Porque si hay algo que he aprendido a lo largo de los años, es que las verdades más crudas a menudo se ocultan detrás de los gestos más inesperados. Y estoy decidido a sacar esa verdad a la luz, cueste lo que cueste.
La ciudad tiene mil ojos y yo, en medio de su implacable vigilancia, me había convertido en uno, invisible e imperceptible. Desde esa tarde en la farmacia, mi instinto no ha dejado de susurrarme que Athenea es más que una simple pieza en el tablero; sin embargo, seguirla, estudiar sus movimientos, su vida cotidiana, me ha dejado más preguntas que respuestas.
Me mantuve a una distancia prudencial; Athenea caminaba por la acera con la despreocupación de quien se siente a salvo en su mundo. La seguí, esquivando miradas y fundiéndome con las sombras, como me lo ha enseñado una vida de sigilo entre los peores de la ciudad.  Red la defendió, y ese acto no fue fortuito.  Una protección que acabó con su agresor en un callejón posterior, tan solo horas después.
El incidente del callejón no había sido un simple mensaje, había sido una declaración. El cuerpo del pervertido yacía en aquella trampa de concreto como una advertencia a cualquiera que osara acercársele, y aunque la escena había sido limpiada por manos profesionales, el silencio gritaba la autoría de Red. Y ahora, esa misma violencia me ha empujado a una conclusión ineludible: para él, ella es especial, importante.
Mi teoría tiene raíces firmes: Athenea es el punto débil de Red. En el inframundo donde los lazos son tan volátiles como el mismísimo viento, ¿qué otra cosa podría motivar a un mafioso para exponerse de tal forma? Analicé cada información que tenía sobre ella, cada detalle, buscando la singularidad que la hacía indispensable para un hombre que había construido su fortaleza sobre la impasibilidad.
A través de las calles, mis ojos nunca dejaron de seguirla. Registros de cámaras, transacciones, una cadena de actividades mundanas… pero había algo más, algo que se me escapaba, que se deslizaba entre las teclas de la evidencia con la gracia de un enigma.
Toda vigilancia es una maratón de paciencia, y la mía estaba a punto de ser recompensada. Mientras mi mirada se perdía en el reflejo de su silueta en una vitrina.
Si Red era capaz de matar por ella, entonces a través de ella podría ser vulnerable. Y esa vulnerabilidad era la llave dorsal que necesitaba para enfrentarlo, y posiblemente, detenerlo.
Así que observé, esperé y planeé. Porque en la caza del depredador más grande, incluso la sombra de la presa puede señalar el camino a seguir. Y yo, lo seguiría hasta el fin del mundo o hasta el fin de este caso, cualquiera que llegase primero.
Acercarme a ella me aseguraba un victoria imparable o una muerte muy dolorosa, y yo iba a correr ese riesgo.



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