capítulo 58

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Capítulo 58
Athenea Jones.
Crudas verdades.



Me despierto sola en la habitación, aún sumida en una mezcla de confusión y claridad. No recuerdo en qué momento exacto el sueño me venció, sólo sé que en algún punto, entre la fatiga y la determinación, mis ojos se cerraron. Al principio, la sensación es difusa, pero luego, una punzada aguda en mis manos me devuelve al presente. Las miro y noto las marcas que la cuerda dejó; líneas que cuentan la historia de un logro reciente. No puedo evitar sonreír al recordar cómo logré liberarme sin ayuda, y el orgullo en los ojos de Redgar… eso fue algo especial.
Continúo rememorando los eventos de ayer. Después de mi pequeña victoria, volví a practicar con el arma. Redgar me observaba, evaluando cada movimiento hasta que finalmente, con una voz firme pero satisfecha, dijo que era suficiente. Esa fue la señal de que había avanzado, de que estaba un paso más cerca de ser quien necesitaba ser.
Saliendo de la cama, todavía invadida por esos pensamientos, me dirijo al baño. El agua fría en mi rostro no solo me asea, sino que también aclara mi mente. Y entonces, en el espejo, la decisión surge con claridad. No solo seré una mujer de la mafia en personalidad; lo seré en todo sentido. Con esa resolución, camino hacia el clóset donde la ropa que Redgar me compró espera.
Escojo un pantalón de vestir de talle alto y una camisa a juego. Cada pieza de ropa, cada trazo de maquillaje, cada detalle en mi arreglo no es solo una elección estética; es una afirmación. Hoy, más que nunca, estoy decidida a cruzar el umbral que separa a la novata de la verdadera integrante de este mundo sombrío y complejo.  Las marcas en mis muñecas se ven, y voy a lucirlas con gusto.
Finalmente bajó, y el reloj de pared con agujas de oro anuncia que es  mediodía. La mansión está silenciosa, casi expectante. Busco a Redgar, deseando compartir mi nueva determinación, pero él no está por ninguna parte. Mis pasos resuenan en el gran pasillo, una búsqueda solitaria hasta que su voz me guía. La encuentro en una de las salas, el aroma a puro dominando el ambiente, un olor que ahora asocio con decisiones, poder y, en cierto modo, con hogar.
Está rodeado de varios hombres, mientras conversa absorbe metido de lleno en su papel de mafioso y amo, lleva una camisa negra y pantalón de vestir del mismo tono, sus tatuajes están a la vista por su camisa arremangada, y decir que me roba un suspiro sería poco, porque me roba hasta el alma y la oscurece.
──Los casinos tienen doble seguridad. He movido parte del dinero a las Islas Canarias. ──informa Nikkos.
──Necesito que Athenea tenga acceso a ese dinero. ──dice con firmeza. ──. Dale acceso a todo, crea un patrimonio para ella. Empresas, fideicomiso… seguro, todo. Resguardarla.
Doy un paso hacia adelante y este resuena, haciendo que todos giren a verme pero es su mirada la que hace que las piernas me tiemblen, y no es de miedo, es de deseo, de pasión y de amor aunque nunca lo he sentido creo que es amor. 
──Pasa, Nena. ──susurra con una tono de voz ronco.
Nikkos se levanta, Tony no está y eso sólo debe significar que está haciendo algo para Redgar, y no sé si sea correcto preguntar.
Redgar me recorre con la mirada, detalla mis muñecas y por su rostro noto que le resulta incómodo el echo de que esté marcada pero a mí no me molesta, quiero seguir aprendiendo, quiero seguir convirtiéndome en esa Athenea de la que se habla en la mitología griega.
──Estas muy hermosa, siempre lo estas. Hace falta algo en esas muñecas. ──susurra para que solo yo escuché, se gira hacia Nikkos. ──. ¿Qué ha dicho Giovanni?
──Nada. Está negado hablar. calla por los niños.
Me giro hacia Redgar.
──¿Son de él?
──Si. Son de él. ──afirma Redgar.
──Pero me dijiste que era primo de…
──Alessa es complicada. ──concluye.
Yo seguía a Redgar por la habitación, observando cada uno de sus movimientos con una mezcla de admiración y estudio. No importaba cuántas veces lo había visto hacerlo, la manera en que él comandaba la atención apenas se movía era algo que aún lograba impresionarme. Su poder no era solo verbal; se vertía de su ser, influenciando la atmósfera alrededor mío.
Nikkos estaba reportando con una voz llena de una mezcla frustrante de desesperación y respeto. Las palabras sobre Giovanni, torturado en el sótano del edificio del centro, flotaban en el aire, marcadas por la incredulidad de su resistencia. Me sorprendía el nivel de resistencia de algunos humanos, cómo el espíritu podía mantenerse inquebrantable ante la adversidad y el dolor físico. ¿Yo podría aguantar?
La discusión se fue tiñendo de grises conforme Redgar asimilaba la información. No hubo cambios dramáticos en su comportamiento, ningún gesto que delatara la procesión de pensamientos detrás de sus ojos. Solo estaba esa calma imperturbable, esa aceptación tranquila de cada palabra que Nikkos pronunciaba, como si fuese un maestro orquestando en silencio su próxima movida.
──Alessandro será el siguiente.  ──declaró Redgar con una precisión que resonaba en el ambiente. Mi mente aplaudió la estrategia; acorralarlo, despojarlo de opciones, un plan delineado con la meticulosidad de un artesano. ──. Roben las casas, las joyerías y amenacen a sus hombres. Alguno hablará…
Mientras este intercambio de tácticas llenaba la habitación, mi atención fue capturada por un periódico descansando sobre uno de los muebles. Al principio, mi interés fue meramente casual, hasta que un titular sobre un restaurante atrapó completamente mi atención. Al leer la noticia, una ola de frío me recorrió. El restaurante, mi restaurante..

Mis ojos abandonaron el papel, mi corazón palpitando con fuerza me recordó que sigo viva.
──Cuando dijiste ‘limpien’, ¿a esto te referías? ──Las palabras brotaron de mis labios antes de que pudiera detenerlas. La pregunta era un desafío, una búsqueda de claridad en la oscura espiral en la que me encontraba. Me enfrenté a Redgar, buscando algún atisbo de humanidad, alguna chispa de remordimiento por las vidas quitadas.
Pero no había nada.
Redgar me miró, su rostro una máscara de serenidad. No había arrepentimiento en su mirada, sólo la resolución fría de quien ha visto y causado demasiado. En ese instante, comprendí la profundidad y oscuridad del mundo en el que habíamos elegido sumergirnos, un lugar donde las vidas son monedas de cambio y el poder es el único dios digno de ser adorado.
──Eran ellos o nosotros. ──musita. ──. Culpar a la mafia italiana es desviar la atención a ellos. Es que no me busquen, es que no te busquen. Hills, es un agente encubierto enviado por John Wells, un agente federal de múltiples reconocimientos encargado del departamento de crimen organizado. ──Redgar se sienta. ──. Está detrás de ese mafioso que le glorifique la carrera…
¿John Wells? ¿John Wells?
Mi cuerpo se tensa.
──¿Pasa algo?
──Necesito ir a mi apartamento. ──insisto, Redgar se levanta para acercarse a mi. Acuna mi rostro. ──. Deja que me lleven a mi apartamento. Tengo que buscar algo.
Me paré firme frente a Redgar, la determinación bombeando en mis venas como nunca antes.
──Necesito ir a mi apartamento.  ──dije sin rodeos, cada palabra cargada con una urgencia que no podía explicar totalmente.

──¿Por qué? ──Su pregunta vino casi automáticamente, una mezcla de confusión y preocupación cruzando su rostro.
Insistí, sintiendo cómo el nombre resonaba en mi mente, imposible de ignorar.
──Es importante. Confía en mi. ──El nombre de John Wells vibraba en mi cabeza, un eco del pasado que se negaba a ser silenciado.
Redgar me miró, como buscando respuestas en mi expresión. Después de un momento que pareció eterno, asintió. Con su acuerdo, salimos de la mansión, rumbo hacia mi antiguo apartamento en el Bronx. Mi corazón latía fuerte, cada paso hacia aquel lugar reviviendo recuerdos que preferiría haber dejado atrás.
El edificio era como un espejismo de mi pasado, las paredes parecían susurrar esos fríos recuerdos de noches de insomnio, de una huida desesperada, de pesadillas que, de alguna manera, habían encontrado su fin en la presencia de Redgar. Atravesamos el umbral, su seguridad siguiéndonos de cerca, y él detrás de mí, un apoyo silencioso.
Dirigiéndome hacia mi antigua habitación, sentía cómo cada paso resonaba no solo en el corredor, sino también dentro de mí. Redgar me seguía sin preguntar, su presencia un faro de confianza. Juntos, movimos la cama, una tarea que pareció tener más significado que simplemente alterar la disposición de los muebles. Levanté una de las tablas del suelo, revelando un escondite que había mantenido secreto incluso para mí en mis recuerdos.
Dentro, encontré un álbum de fotos y una pequeña caja. Mi corazón se detuvo un momento al abrir la caja y extraer varias fotografías, recuerdos palpables de mi infancia, especialmente de mi madre. Entre ellas, una foto captó mi atención: un grupo de niños sonriendo, inocentes y ajenos a los giros que tomarían sus vidas. Extendiéndole la fotografía a Redgar, sentí una conexión reavivarse, una pista de mi pasado que de repente se volvía crucial.
──Yo conozco a ese John Wells. ──dije, las palabras llenándose de un nuevo significado y peso. Estaba revelando una parte de mí que hasta ese momento había permanecido oculta, incluso para mí. En ese oscuro apartamento del Bronx, estaba no solo enfrentándome a mis recuerdos, sino también a la clave de mi conexión con John Wells. Era un momento de revelación, y aunque no sabía hacia dónde nos llevaría, entendía que era un paso necesario. Un paso hacia adelante, hacia la luz, fuera de las sombras del pasado.
El era parte de ese pasado que quería enterrar y olvidar.
Así comienza mi día; no como una dama cualquiera, sino como alguien decidida a forjar su destino en el mundo de la mafia; con las manos marcadas por las cuerdas del pasado y el corazón ardiente por los desafíos del futuro.



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