capítulo 53

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Capítulo 53
Red

Estaba en medio de revisar los últimos informes de producción de mi empresa de concreto cuando mi teléfono zumbó en el bolsillo. Al ver el nombre de Nikkos en la pantalla, supe de inmediato que algo estaba sucediendo. La voz de Nikkos sonaba tensa pero controlada al otro lado de la línea, informándome que Alessandro Gambi, acompañado de parte de su clan, había hecho una aparición sorpresa en el restaurante donde Athenea trabajaba. Mi corazón dio un vuelco al escuchar que ella, por alguna jugada del destino, se había convertido en la mesera asignada a su mesa.
Sin perder ni un segundo, agarré mi arma y la aseguré en mi arnés bajo el traje. Ajustándome la chaqueta, salí a toda prisa. Tony y un par de hombres de confianza ya estaban esperándome, listos para seguirme al restaurante sin necesidad de preguntas.
Al llegar, no presté atención a las formalidades. La recepcionista intentó detenerme con un saludo, pero la ignoré por completo, mi mente y mis ojos fijos en el objetivo. Avancé directo a la mesa donde Alessandro estaba sentado, su presencia contaminando el aire con una tensión palpable. Dos de sus hombres se levantaron al instante, listos para interceptarme, pero un gesto calmado de Alessandro los detuvo.
Sentándome frente a él, no pude evitar sonreírle con superioridad, una declaración muda del juego de poder que estaba a punto de desplegarse. Alessandro, imperturbable, me devolvió la mirada con una calma que solo podía ser cultivada a través de años en el poder.
──Buenas noches, Red. ──musitó con una serenidad. ──. Me supuse que ibas a venir. Lo que no sé, es qué hace tan especial este lugar para ti. ¿Es acaso una comensal, o tal vez una trabajadora? ──Su pregunta, inocua en la superficie, estaba cargada con el peso de nuestras rivalidades pasadas.

Reclinándome en mi silla, cruzando una pierna sobre la otra con una despreocupación estudiada, contesté.
──Podría darte la otra pierna de tu primo, si es que tanto quieres saber. ──Mi respuesta fue un golpe velado,  Sabía que esta era una apuesta arriesgada, una provocación directa, pero en el juego de poder y dominación que Alessandro y yo habíamos estado jugando, era simplemente otro movimiento audaz en el tablero.
La mesa era una isla en medio de la tensión flotante del restaurante. Alessandro, con ese porte que imponía respeto incluso en silencio, rompió el hielo primero.
──¿sigue vivo Giovanni?
Manteniéndome igual de sereno, no di motivo a dudas.
──Sí, está vivo. No puedo matarlo, canta demasiado bien. Sería un desperdicio.
La atmósfera se volvió más densa, si eso era posible. Alessandro se inclinó hacia adelante, su voz baja, teñida de una amenaza velada.
──Quiero el éxtasis que me robaste, Red.
Le sostuve la mirada, analizando sus movimientos.
──Y tú, Alessandro, ¿qué me darías a cambio? ──deslicé la pregunta con cuidado, como quien negocia en un campo minado.
Fue justo ese instante, tenso como cuerda de violín, donde Athenea apareció, portando los platos con una gracia que contrastaba con la rigidez de nuestra conversación. A pesar de su compostura profesional, podía sentir su miedo. Athenea siempre había tenido una valentía implacable, pero también una inteligencia emocional que le permitía leer las situaciones con claridad.
Elegí ignorarla, un intento de mantenerla alejada de las fauces de este peligro. Pero el deber la obligó a intervenir.
──¿Les gustaría algo más? ──preguntó, manteniendo su tono neutral.
Fue mi oportunidad para aliviar un poco la tensión.
──Sí, tráeme un whisky. Y ponlo en la cuenta de este caballero. ──dije, señalando a Alessandro con un gesto deliberado.
Alessandro sonrió levemente, no molesto, sino como si apreciara el gesto de osadía.
──Por supuesto, si eso te hace feliz, Red. ── Observa a Athenea.
Esta interacción, superficialmente trivial, estaba cargada de los juegos de poder en los que estábamos inmersos. Cada movimiento, cada palabra, tenía peso. Athenea, por su parte, simplemente asintió y se alejó.
──Es bella. ¿No? ──susurra, cierro mi mano en puño.
Mientras Alessandro comenzaba a comer con la tranquilidad de un depredador saboreando su presa, no pude evitar mantenerme firme y alerta, esperando cualquier indicio de su próxima jugada.
──Este pescado es exquisito. ──pronunció Alessandro con una sonrisa tranquila, disfrutando cada bocado. Cada elogio era un movimiento calculado, una forma de mantenerme en la cuerda floja de la incertidumbre.
Sin apartar la mirada de él, lancé mi pregunta con determinación.
──Aún no me has dicho qué me darás a cambio. ──mi voz era firme, sin titubeos. La actitud serena de Alessandro me recordaba la inminencia de la amenaza que siempre acechaba entre nosotros.
En ese momento, Athenea apareció con mi trago, colocándolo frente a mí con una elegancia que solo ella podía transmitir. Ambos continuamos con nuestra farsa, actuando como extraños en presencia de otros.
El delicado equilibrio se rompió cuando Athenea se erguió, un movimiento sutil pero suficiente para desencadenar la reacción esperada. Alessandro sacó un arma y la apuntó disimuladamente, manteniendo la amenaza invisible para los demás comensales, pero evidente para nosotros.
──Le perdonaré la vida a ella, a la diosa griega que te tiene enamorado.  ──murmuró Alessandro con malicia. Fue en ese instante cuando mi paciencia llegó a su límite. Sin dudar, saqué mi arma y quité el seguro debajo de la mesa, un gesto rápido pero decisivo. Athenea, por primera vez, desvió la mirada hacia mí, sus ojos mostrando una mezcla de sorpresa y temor.
──¿O vas a negarla? Es evidente Red… por primera vez tienes a alguien que te importa.
Miré fijamente a Alessandro, mi voz baja pero cargada de una determinación fría.
──Si le tocas un cabello, te mato. Y no solo a ti, a tus sobrinos también. Se los daré de comer a tu puta hermana mientras mis hombres hacen con ella lo que quieran. ──las palabras salieron de mis labios sin vacilación, una promesa de venganza ante cualquier amenaza hacia Athenea. ──. Seré tan sádico como pueda ser.
Llegamos a un punto crítico en nuestra conversación, donde las palabras podían ser las chispas que iniciaran una hoguera. Ante mis amenazas, pude ver cómo Alessandro se tensaba, su expresión volviéndose más sombría con cada palabra que salía de mis labios.
──Las normas no se rompen. ──declaró Alessandro con un deje de advertencia en su voz, tratando de mantener el control de la situación.
Sin embargo, no me dejé intimidar.
──Tu primo rompió las reglas. Me robó. ──respondí con firmeza, recordando la traición. No estaba dispuesto a olvidar ni a perdonar.
Y entonces, solté la información que sin duda sacudiría los cimientos de nuestra conversación.
──Y no solo eso, ustedes se aliaron con el FBI. ──mencioné, observando atentamente la reacción de Alessandro ante esta revelación.
Alessandro chasqueó la lengua, una señal de conflicto interno.
──Fue él, no yo. También me traicionó a mí. ──confesó, sus palabras revelando una vulnerabilidad inesperada detrás de su fachada de poder y control. La dinámica entre nosotros cambió en ese momento, la desconfianza y el resentimiento impregnaban el ambiente.

Mientras tanto, Athenea permanecía en silencio, observando la escena con  cautela. Los comensales, ajenos a la tensión entre nosotros, seguían con sus vidas, ajeno al conflicto que se gestaba en la mesa cercana.
En ese instante de pausa tensa, las palabras eran las armas que se lanzaban entre nosotros, cada una cargada con la promesa de un enfrentamiento inminente. La confrontación entre dos mafias rivales estaba a punto de alcanzar su punto de ebullición, con consecuencias impredecibles acechando en cada esquina de la habitación.
La situación se volvía aún más tensa conforme el jefe de Athenea, alarmado por la incomodidad de la situación, se acercaba a nuestra mesa. Debió a Athenea tensa.
──Buenas noches, señores. ¿Todo bien?.  ──apenas ocultaban la preocupación en su rostro al notar a Athenea parada frente a nosotros, inusualmente estática.
El gesto de Alessandro al mostrar el arma y esbozar una sonrisa apenas perceptible envió un escalofrío a través de la habitación.
──Creo que lo mejor es que le digas a tus comensales que deben irse. ──dijo con una calma amenazante. Athenea mantuvo la compostura, conteniendo el aliento ante la peligrosa situación que se desarrollaba frente a ella.
Con un movimiento, me dirigí al hombre y le dije con una determinación inflexible.
──Hazlo.  ──rápidamente se apresuró a anunciar a los comensales que debían abandonar el lugar de inmediato. El caos y la indignación se apoderaron de la escena mientras las personas, molestas por la interrupción, abandonaban el restaurante entre murmullos de descontento.
En medio de esa calma tensa que precede a la tormenta, con los comensales dispersándose y el lugar quedando vacío, tomé una decisión crítica. Rápidamente saqué el arma que había mantenido oculta bajo la mesa y me levanté con determinación, posicionando a Athenea detrás de mí para protegerla. El gesto activó una cadena de movimientos sincronizados: Tony y Nikkos, fieles guardianes, sacaron sus armas y apuntaron hacia Alessandro y su grupo.
El sonido del plato rompiéndose al caer al suelo resonó en la habitación, marcando el inicio de lo inevitable.
──Corre, ve detrás de la barra.  ──Insté a Athenea a correr hacia la seguridad detrás de la barra, una orden que ella siguió sin dudar, moviéndose con destreza y rapidez en medio del caos que se avecinaba.
Con la confrontación a punto de explotar, el intercambio de disparos comenzó sin demora. Las mesas se voltearon en un intento desesperado por encontrar protección, el personal del restaurante gritaba y se escondía, atrapado en el fuego cruzado que se desataba entre los dos bandos enfrentados. El estruendo de los disparos y el caos reinante llenaron el aire, convirtiendo el lugar en un escenario de violencia y peligro inminente.
Detrás de una mesa volteada, cargué con determinación mi arma, preparado para lo que viniera a continuación.
──Vas a morir. ──grité hacia Alessandro, desafiante y decidido. En respuesta, Alessandro me lanzó una amenaza aterradora.
──Si yo muero, ella también. ──declara Alessandro. ──. Oyeron muchachos. La matan.
Me aseguré de que Athenea estuviera protegida detrás de la barra, recibí la señal de Tony confirmando que ella estaba a salvo. En medio del caos y la violencia, en ese punto crítico donde la vida y la muerte se sostenían en un delicado equilibrio, cada movimiento, cada palabra, podría definir el desenlace de esta confrontación mortal entre dos fuerzas irreconciliables. Pude ver el rostro lleno de pánico de varios compañeros de Athenea.
Nikkos, Tony y yo disparábamos en sincronía hacia Alessandro y su clan, creando un caos ensordecedor en el restaurante. Di órdenes de que el resto de nuestro grupo entrará bruscamente, rompiendo los ventanales para acorralar a Alessandro junto a nosotros.

Cada disparo resonaba a través del local, desencadenando una sinfonía macabra destrucción. Copas, platos, cuadros y lámparas se hacían añicos con cada bala que se disparaba, llenando el ambiente de un aura de peligro inminente.
En un intento desesperado por salvarse, Alessandro tomó a una de las meseras como rehén, buscando una salida en medio de la furia armada que se desataba a su alrededor. A pesar de la situación, me mantuve imperturbable; la determinación en mis ojos no se inmutó, y disparé sin titubear.
Lo quería muerto, nadie la amenaza.
En medio del caos, Julián, amigo de Athenea, gritó desesperado para que la soltaran a su compañera pero una bala atravesó su cuerpo, silenciando su voz y llenando el aire con un terror palpable, una bala de Alessandro.
──¡Julián! ──gritó Athenea con desesperación, intentando acercarse a él, pero fui yo quien la detuvo, la llevé rápidamente detrás de la barra, protegiéndola de cualquier peligro adicional que pudiera acechar.
Finalmente, los italianos, superados por la embestida conjunta de nuestro grupo, optaron por huir, dando fin a la confrontación violenta que había ensombrecido el restaurante.
──¿Sabes que esto no se quedará así, verdad?
──Lo se. No espero menos de ti Red. Quieres sangre… eso tendrás. ──murmura. Para alejarse con el cese de los disparos, un silencio pesado se apoderó del lugar, roto únicamente por los sollozos de Athenea y su desesperación al acercarse a Julián.
Se soltó de mis brazos con fuerza y gateo entre los vidrios para llegar a él, la sangre no dejaba de salir de su cuerpo. Intente alejarla pero me golpeo con tanta fuerza que me alejó.
Se ancla al suelo con los gritos de fondos, me levanto del suelo y ordeno  a todos limpiar… 
──Julián, por favor. ──suplica mientras con sus manos intenta detener la sangre. ──. ¡Alguien ayude!
El sistema contra incendios se activa.
──Nikkos. ──llamó, se acerca con varios hombres y levantan a Julián para llevárselo, Athenea va detrás de ellos pero la sujeto con fuerza y la llevó hacia otra de las camionetas pone resistencia pero yo tengo más fuerza que ella.  ──. ¡Limpien todo!
Mi gente sabe lo que ese significa.
Athena solloza, intenta zafarse de mi agarre pero no sé lo permito, la meto en la camioneta y le súplica que la deje ir con Julián, y se lo niego, una y otra vez.
──No puedes. ──suelto, me sujeta del saco.
──¿Por qué? ──grito desesperada.
──Porque no puedes, porque yo lo digo,  porqué vas a exponerte… van a buscarte allí. Y no voy a perderte, no lo entiendes.


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