capítulo 65

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Capítulo 65
Red



La respiración me pesa, cada paso es un recordatorio de la batalla librada en las profundidades del metro. Los golpes marcan mi cuerpo con un mosaico de moratones y heridas. Atravieso la entrada de la mansión, mi mente aún reviviendo cada golpe intercambiado con Hills. Tony me espera, su rostro es una máscara  de expectación, listo para seguir cualquier orden. Con voz ronca, marcada por el esfuerzo de la pelea, le indico sin rodeos.
──Comienza con las torturas. Necesitamos saber qué busca el FBI. ──No hay espacio para el remordimiento en este juego de sombras y secretos. ──. Debe saber más de lo que me dijo.
──¿Vas a seguir con el plan?
──Si.
──¿Crees que ella esté lista para eso?
──Lo estará. ──murmuro.
El peso de mi cuerpo me lleva escaleras arriba, mis piernas apenas responden, pero la determinación me mantiene en movimiento. Ante mí se presenta la puerta de la habitación que comparto con Athenea, un santuario de paz en medio de mi caos. La idea de verla dormir, ajena a la oscuridad que me rodea, me tienta y me repele a la vez. No deseo involucrarla en esto, generarle preocupación. Así, con un último vestigio de cuidado, elijo la habitación contigua, buscando soledad.
El baño se convierte en mi próximo destino. La necesidad de lavar la sangre y el sudor, de borrar las marcas físicas de la batalla, me impulsa a adentrarme en la ducha. El agua cae sobre mí. El dolor de los golpes se hace más presente con el contacto del agua, pero prefiero sentir cada herida, cada moretón. Es un recordatorio de que sigo vivo, y de que le gané al maldito.
Entonces, cuando la soledad parece abrazarme con sus frías manos, siento un calor conocido y reconfortante. Athenea. Su presencia tras de mí en el baño disipa cualquier sombra, cualquier duda. Me giro para verla, sus ojos reflejan preocupación, una chispa de reproche quizás, pero sobre todo, comprensión. Mi cuerpo, se relaja al instante. Tenerla cerca, sentir sus manos sobre mi piel, es llenarme de paz. En ese momento, en el calor de su abrazo bajo el agua, reconozco un refugio, un hogar al que siempre puedo volver, sin importar las batallas que deba enfrentar en las sombras.
Me besa.
Me besa y es un beso dulce, es un beso de entrega, mi reacción es responderle de la misma forma, es tocarla con delicadeza, aunque no dejo de poseerla.
La cargo con facilidad, y recargo su espalda a la pared llena de azulejos, y poco a poco, me hundo en ella, lento… muy lento, sintiendo cada centímetro de su piel, dejándome envolver por su calor, por su estrechez. 
Jadea pegada a mis labios.
Intento no pensar en aquello que sufrió, no voy a verla como una víctima, voy a verla cómo una mujer, como mi mujer.
Subo y bajo su cuerpo con cuidado mientras ella se deja embargar por aquello que nos une, una intimidad extrema, una conexión placentera. No hace falta decir nada para entender que ambos estaríamos dispuestos a morir por el otro, que ambos sentimos más de lo que un par de palabras podrían expresar, y esa es la verdad.
Por ella mato a quien sea, por ella estoy dispuesto a morir.
Sus manos recorren mi espalda, procura no lastimarme mientras me entrega hasta su alma. Poseerla es mi única adicción.
Jadea con fuerza cuando empiezo a aumentar el ritmo, mi boca se hace agua ante la sensación que recorre mi cuerpo, aceleró más, el choque de su cuerpo con el lío interrumpe el sonido del agua cayendo, su sexo se estrecha más y más anunciando su declive. Hunde sus uñas en mis brazos, y gruñe mi nombre…
Oculto mi rostro en su cuello y la pego más a la pared buscando sentirla hasta el fondo, entrando en ella por completo.
──¡Mía! ──gruño mordiendo su cuello, se estremece y sucumbe ante el orgasmo.
Ya no mido mis embestidas, libero todo de mí, haciendo que brinque cada vez que me adentro en ella con lujuria, dándole paso a mi morbo, a mí deseo de querer partirla en dos, y de adentrarme tanto en ella que seamos uno, mi mente se nubla ante el placer, y me derramó dentro de ella.
Nos quedamos un par de minutos en la misma posición, la bajo con cuidado, noto que sus piernas tiemblan, y la sujeto. Eleva su rostro, el agua corre por ella. Acaricio su mejilla, se que por su mente pasan miles de preguntas. Conozco su mirada. 
──Pregunta.
──¿Con quien fue?
──Con Hills… está en el sótano. ──susurro, Athenea se tensa. Mis dedos recorren su rostro.
No dejaré que nadie le haga daño.
Nadie. 
──¿Pueden culparte?
Niego.
──Lo dudo, no me estaba investigando a mi. Estaba detrás del jefe de la policía. ──Athenea asiente.
──Le corte el cuello a Camila. ──elevo mis cejas al escucharla. ──. Estaba diciendo cosas en la cocina, me insulto y dijo…
Se calla.
──¿Qué dijo?
──Que ella era quien sabia cómo satisfacerte, que yo era una mojigata. ──murmura, mi espalda se tensa. ──. Y me llamó sucia, perra. Y no sé, perdí los estribos, me lance sobre ella y la amanece con uno de los cuchillos de la cocina. La corte, no fue profundo pero sangró.
Cierro la llave de la ducha. Athenea sigue mis movimientos con su mirada.
──¿Estás molesto?
Vuelvo mi vista hacia ella.
──¿Por qué lo estaría? Estoy es orgulloso de ti. Te defendiste y así tiene ser, siempre. ──musito. ──. Ella es nadie, tú eres todo. ¿Ok? 
──Ok… ¿Qué harás con ella?
──Lo que tú quieras. Si quieres que la mate, así será. Si quieres que la bote, así será. Tú dime qué quieres que haga. Nadie te insulta y nadie te menosprecia. Nadie pero tú tienes que tomar la decisión.
Recarga su frente en mi pecho. Athenea eleva su mirada.
──No quiero volver a verla.  ──dice sin titubear. ──. Ella te desea.
──Ella podrá desearme pero yo solo tengo ojos para ti pero Tus deseos serán mis órdenes. No volverás a verla.
Está molesta, y no soy quien para decirle que no lo esté. Salgo de la ducha en busca de una toalla, le extiendo la mano recorriendo su exquisito cuerpo con mi mirada. El deseo fluye en mi, no me canso, no me sació… quiero más y más de Athenea.
La cubro con la toalla.
──Vuelve a ponerte el vestido rojo… quiero cogerte con el puesto.



****




Con el vestido rojo ajustándose perfectamente a su cuerpo, Athenea atraviesa el umbral de mi despacho, su presencia corta mi respiración. solo existe una cruda realidad que devora desde dentro y esa es;  que me vuelve loco. La contemplo, cada paso que da es un latido que resuena en mi pecho, un recordatorio de la belleza  que se mueve frente a mí. 
No entiendo cómo vivía sin ella.
Enciende todo en mi.
La puerta se abre de nuevo, interrumpiendo mis divagaciones. Tony entra primero, con Camila a su lado, una muestra de sumisión forzada. En un segundo plano, Athenea observa la escena desde la distancia, su mirada intensa y su postura rígida; está molesta, y no necesita decir una palabra para que yo lo note. La tensión en el aire es palpable, cargada de emociones no expresadas y palabras no dichas.
Entonces, mis ojos se fijan en el cuello de Camila, una herida reciente lo adorna, un recuerdo permanente de la ira de Athenea. Tony, con un gesto autoritario, obliga a Camila a sentarse. Las lágrimas brotan de sus ojos, pero dentro de mí, no siento nada. No hay compasión, no hay remordimiento, solo el vacío.
Camila, con la cabeza gacha, solloza.
──Señor, no fue mi intención. No sé qué me pasó. ──su voz es apenas un susurro, una súplica por comprensión que sé que no merece. Me levanto y me acerco a ella, con la determinación grabada en mi voz.
──Yo sí sé qué te pasó. Le faltaste el respeto a mi mujer, y eso no lo voy a tolerar.
Sus ojos, empapados en lágrimas, se encuentran con los míos, buscando misericordia.
──Señor, por favor… juro que no volveré a hacerlo. Ella me lastimó, mire. ──Pero ya está decidido. Me inclino hacia ella, mis palabras son un susurro cargado de finalidad.
──Si lo hizo es porque te lo merecías pero Athenea me pidió algo, y no soy capaz de negárselo. Lo que ella quiera, voy a dárselo.
Me enderezo y asiento a Tony, quien, sin dudar, ejecuta mi voluntad. El estallido rompe el silencio, y el cuerpo de Camila se desploma, sin vida. En ese momento, nuestras miradas, la de Athenea y la mía, se encuentran. Ha dado varios pasos.
──Lo que me pidas, te daré. ──Mis palabras apenas son un susurro, una promesa eterna sellada en la oscuridad.
Athenea desvía su mirada hacia el cuerpo de Camila.
──¿Lo entiendes? ──inquiero, vuelve su vista hacia mi y asiente en silencio.




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