Capítulo 74
Athenea Jones.
Una explosión.
Han pasado ya varios días desde aquel ataque sorpresivo en las calles de New York, un evento que, de no ser por las camionetas blindadas, hubiera tenido consecuencias mucho más graves. Desde entonces, el tiempo parece transcurrir con una mezcla de urgencia y estrategia. Red ha estado inmerso en la concepción de un plan, un esquema detallado y peligroso, pero del cual formo una parte crucial. La determinación corre por mis venas, alimentando el fuego de mi resolución. Estoy dispuesta a todo.
Paseo por la mansión, absorbiendo el constante movimiento del personal, siendo testigo de la urgencia silenciosa que llena los pasillos. El ambiente está cargado de una tensión palpable, una antesala a la tempestad que se avecina. Mi mirada se cruza con la de Red, quien descansa momentáneamente, disfrutando de un cigarrillo, mientras a su lado Tony permanece sentado, una figura intentando recuperar su fortaleza tras las heridas obtenidas en batalla. Nikkos, por otro lado, está absorto en su tarea, pasando fajos de dinero por una máquina contadora, un recordatorio visual del poder y los recursos que tienen a su disposición.
Red me mira y en sus ojos leo mil palabras no dichas. Tony se mueve, intentando levantarse, pero un gesto mío basta para que se aquiete de nuevo.
──Estamos bien en dinero, podemos hacer todo lo que deseas. ──asegura Nikkos, rompiendo el silencio de la habitación con su voz firme y decidida. Red asiente, una señal de acuerdo y confianza en nuestras capacidades.
──Ven ──me invita Red, extendiendo su mano hacia mí. La tomo, permitiéndome ser guiada fuera de la sala, hacia un área externa de la casa. El aire nocturno nos envuelve, llevando consigo un silencio que parece saturado de presagios. Red desliza sus dedos por mi brazo desnudo, un gesto que enciende una chispa de emoción en el aire entre nosotros.
Rompo el silencio que nos rodea.
──Estaré bien. ──aseguro con una voz que no permite réplica. Red eleva la mirada hacia mí, clavando sus ojos en los míos.
──Tienes que estar segura de ello. ──responde, su voz cargada de una preocupación que no logra ocultar.
Persisto, fortalecida por la certeza en mi corazón.
──Lo estoy. No voy a derrumbarme. ──Sus ojos buscan los míos, buscando alguna señal de duda, pero solo encuentran determinación.
──Debes estar muy pendiente del tiempo. Ni un minuto más. Tienes dos horas… máximo. ──instruye Red, estableciendo las reglas del juego que estamos a punto de jugar. ──. Sino entraré a buscarte.
Asiento, comprendiendo la importancia de cada segundo en lo que está por venir. Mis dedos se deslizan suavemente por su mejilla en una caricia íntima, un gesto que sella nuestras palabras y promesas.
──Él no pudo antes conmigo, ahora menos. ──afirmo con confianza.
Lo encaro, me planto ante él. Busco sus labios los cuales me reciben con desespero y deseo.
──No puedo perderte. ──murmura pegado a mis labios. ──. Me volvería loco, sin ti.
──No vas a perderme. ──sentencio. ──. Soy tuya, soy tu mujer. Siempre lo seré. ──Acuna mi rostro. Toma mi mano donde está mi anillo.
──Eres Kane. Eres la mujer de mi mafia, de mi mundo, de mi maldito corazón. ──su declaración es todo para mí.
Sus manos sobre mi piel encienden mi cuerpo, me siento viva, su toque siempre es cuidadoso, busca hacerme sentir a salvo y sobre todo deseada. Me carga en sus brazos y me lleva a uno de sus coches, me recuesta en el capó, y disfruta de lo que ve. Me siento en la nubes cuando el me mira. Eleva muy despacio mi vestido, y se mete entre mi piernas.
──Necesito sentirte.
──Hazlo. ──pido, abre su pantalón y se adentra en mi. Mi gemido resuena con eco fuerte.
──Eres mi vida entera, Athenea. ──murmura con agitación. Acuna mi rostro. Más allá de todo lo que nos rodea, somos nosotros.
Él y yo contra el maldito mundo. Contra el dolor, los abusos, la sangre y la muerte.
Soy suya y si, me gusta pertenecer a alguien. A él.
Sus movimientos me alejan del dolor, me llevan a la gloria y al deseo carnal de ser parte de su ser, de su piel y de su oscura alma.
──Redgar… ──jadeo.
──Lo sé, nena. Lo sé… ──murmura pegado a mis labios.
ESTÁS LEYENDO
Red
RomanceÉl no ofreció rescates ni promesas vacías. En cambio, me reveló un mundo donde mi dolor podía transmutarse en una forma distorsionada de placer. Sus perversiones, presentadas como un regalo envenenado, me empujaron más profundo en el abismo, pero fu...