capítulo 60

110 41 5
                                    

Capítulo 60
Redgar Kane.

Sostengo la fotografía en mis manos, la mirada fija en ese pequeño fragmento del pasado que parece encapsular todo un universo de historias no contadas. Athenea, incluso de niña, tiene esa misma mirada tímida, retraída, con un matiz de tristeza que parece pronosticar las tormentas que vendrían. Junto a ella, un niño, claramente unos años mayor, y la figura de un hombre cuyo aspecto me revuelve el estómago. Son las cicatrices que no vemos las que más duelen, pienso.
De repente, Athenea se levanta y se acerca. Su voz corta el silencio.
──Si es el mismo John Wells. ──dice, confirmando mis sospechas. ──. Lo conozco. Es sobrino de mi padrastro. Lo dejé de ver hace años… él le llevaba licor a mi padrastro y… ──Su voz se desvanece en el aire, cargada de recuerdos no pronunciados y verdades a medio contar.
La observo, noto cómo su cuerpo se tensa, cómo su mirada se oscurece al bordear esos recuerdos. Algo en su interior se retrae, como si el simple acto de recordar la estuviera llevando a lugares en los que ya no quiere estar.
──¿Y…? ──Intento sonsacar más, la necesidad de entender, de proteger, creciendo dentro de mí. Pero ella niega con la cabeza y sale de la habitación, evitando mi mirada, ocultándome algo. A pesar de que acordamos no más mentiras entre nosotros, el peso de los secretos no dichos parece más fuerte que nunca.
Tony irrumpe en el apartamento. Lo había enviado horas antes a hablar con el jefe de policías, necesitaba saber cómo estábamos posicionados. Sin embargo, la urgencia en sus ojos presagia noticias que prefiero no escuchar.
Athenea se apoya en una de las paredes, como si intentara encontrar en el frío concreto el soporte que nosotros, como seres humanos, parecemos incapaces de darle. Tony nos mira a ambos antes de hablar.
──Tenemos un problema.

Levanto la vista hacia él, mi paciencia colgando de un hilo tan fino que temo se rompa en cualquier momento.
──¿Cuál? ──Mi voz sale más fría de lo que intentaba.
──El FBI está aquí con una citación para Athenea.
En un instante, Athenea gira hacia mí, su mirada muestra temor.  Estamos en un punto de inflexión, nuestros destinos colgando del filo de la navaja.  estoy a punto de tomar una decisión que podría cambiarlo todo. No solo para mí, sino para ella que, contra todo pronóstico, se ha hecho indispensable para mi existencia.
Tony rápidamente se hace a un lado, creando espacio para lo que estaba a punto de suceder. Dos agentes, con esa inconfundible aura de autoridad federal, aparecen en el umbral de nuestro refugio temporal, el apartamento de Athenea. La veo congelarse, como si el mero hecho de verlos materializarse ante nosotros sentenciara nuestro destino.
──Buenas tardes, ¿en qué podemos ayudarlos? ──Mi pregunta es medida, la cortesía teñida con un filo de desafío. Uno de los agentes, con una sonrisa que parecía conocer más de lo que debería sobre mí, gira su atención hacia Athenea, extendiendo una citación en su dirección. Instintivamente, paso adelante y tomo el documento antes de que pueda alcanzar sus manos.
──Es para la señorita Jones. ──el agente me reta, con un tono que intenta establecer dominio, como si la jerarquía institucional le diera poder sobre el terreno que está pisando.
Cuan equivocado está. Nadie tiene más poder que yo.
──Para mi mujer, quiso decir. Así que yo la recibo por ella. ──Mi corrección es firme, marcando territorio, mostrando sin asomo de duda que no permitiré que traspasen esa línea invisible que protege a los míos.
Los agentes intercambian miradas, quizás no esperaban tal resistencia, o tal vez simplemente evaluaban cuánto estaba dispuesto a escalar este asunto. Con un movimiento que no deja espacio para más discusiones, abro la citación solo para arrugarla inmediatamente después, descartando su contenido como irrelevante ante lo que considero prioridades más inmediatas.
──No se interponga en una investigación federal, Señor Kane.  ──advierte el otro agente, su tono buscando sembrar la semilla del miedo o, como mínimo, de la duda.
Sonrío entonces, no por diversión, sino como un lobo que reconoce cuando los cazadores entran en su territorio.
──Lo importante de esto es que saben quién soy, y  lo que puedo llegar a hacer. ──Mi respuesta es tanto una declaración de poder como una advertencia velada; esta no es solo una cuestión de protocolo o legalidad, es un juego de influencia y dominancia.
Extendiendo mi mano hacia Athenea, ella no tarda en aferrarse a ella, buscando en mi presencia una fortaleza contra la tormenta que claramente se avecina. Tony nos sigue, cerrando la puerta tras de nosotros y dejando a los agentes en el pasillo, una clara señal de que este encuentro ha terminado, al menos por ahora.
Nuestra seguridad, hasta entonces oculta, emerge de las sombras, formando un círculo protector a nuestro alrededor hasta que estamos seguros dentro del auto. Es solo entonces que me permito observar de cerca a Athenea. Está temblando, una reacción visceral al rostro del peligro que acabamos de confrontar.
──¿Quién es John Wells? ¿Y qué hizo, Athenea?. ──Mi pregunta es suave pero ineludible, un intento de cruzar ese último puente que nos separa. Necesito entender, por su bien y por el mío, la historia completa. La carretera se despliega ante nosotros, cada metro que avanzamos nos aleja físicamente del confrontamiento. ──. Athenea; dije sin mentiras.
──John Wells, formo parte de mi vida, de mi infancia. Hizo cosas con mi padrastro que… ──susurra, sus palabras van acompañadas de lágrimas. La Athenea que vi hace horas, firme dispuesta a enfrentar el mundo se está rompiendo en pedazos frente a mi y estoy seguro que lo que va a decirme hará que yo rompa a más de uno, solloza con fuerza. Contengo la impotencia y la desesperación que me está embargando ante su silencio, me acerco a ella y la abrazo, armándome de paciencia.
De mucha paciencia.
Si creo lo que es… lo voy a matar.




RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora