Capítulo 69
Red
Anoche apenas dormí. Al abrir los ojos, la otra mitad de la cama estaba vacía, una sutil confirmación de mis sospechas. Athenea no estaba. Al ver que mi arma también faltaba, todo cobró sentido. Desde que Nikkos trajo noticias del padrastro, ella se sumergió en una inquietud que rozaba la obsesión.
Cuando la vi en la casa vieja, apuntando con determinación, algo en mi se agitó. Era un testimonio silencioso de su transformación, de cómo el dolor y la rabia estaban forjando una nueva faceta en ella. Aunque me preocupaba su bienestar, no pude evitar sentir una punzada de orgullo; Athenea estaba emergiendo como alguien capaz de enfrentar sus peores miedos.
Ella se lleno de valentía y le hizo frente a su peor temor. Todo aquello me indica que ella podría tolerar este mundo, y lo que conlleva.
La detallo de reojo mientras toma su zumo en silencio me ha tocado obligarla a comer y lo hace pausadamente y con calma. Noto su lucha interna, su resistencia a volver al pasado. Quería protegerla, pero también sabía que debía dejar que ella tomara sus propias decisiones, por duras que fueran.
Porque por mas que yo intente evitarlo ella deberá caminar por las oficinas de la policía y dar una declaración al FBI. Y necesito con urgencia que este preparada para ello.
Verá a Wells.
──¿Quieres ver lo que le harán? ──La pregunta salió de mí casi sin pensar. Era más que una cuestión de curiosidad; era una prueba de su voluntad, una decisión que marcaría un antes y un después en su vida.
Ella dejó el zumo, mirándome con una mezcla de incertidumbre y determinación.
──¿Crees que tenga fuerza para verlo?
──Esa decisión es solamente tuya. Puedes irte en cualquier momento, pero si decides quedarte… ──Me detuve, buscando las palabras adecuadas. ──. Si decides quedarte, sabrás que puedes enfrentar cualquier cosa.
──¿Qué le harán? ──Su pregunta era más que una duda; ella quería asegurarse de que sufra.
Yo también quiero eso.
──Quemarlo, cortarlo, castrarlo... Muchas cosas… voy a asegurarme que supliqué.
Athenea se quedó viéndome.
──No quiero verle la cara.
──Está bien. ──susurro, hace a un lado el plato de comida. Me acerco a ella dejando mi cigarrillo a un lado, mis dedos rozan su barbilla y la guío a levantar su mirada hacia mi.
Ninguno dice nada, sólo nos quedamos intercambiando miradas hasta que Tony avisa que todo está listo.
Le doy paso sin decir una palabra, consciente de que este no es mi momento, sino el suyo. Athenea toma una profunda bocanada de aire, preparándose para lo que viene. Puedo sentir la determinación emanando de ella mientras comienza a caminar por el pasillo que conduce al sótano.
Las escaleras crujen bajo sus pies, cada paso medido, cada movimiento cargado de un propósito inquebrantable. Me quedo atrás, observando cómo desciende. La oscuridad del sótano parece engullirla, pero ella no vacila, su silueta recortada contra la tenue luz que se filtra desde arriba.
Al llegar al fondo, se detiene. El aire parece congelarse, cargado de una tensión palpable. Frente a nosotros: su padrastro, suspendido del techo, una imagen macabra y satisfactoria, por lo menos para mí. Lo único que cubre su rostro es una máscara, dejando el resto de su humanidad expuesta.
No es primera vez que hago esto. Para mí es algo quizás rutinario para ella será la primera vez que lo vea.
Athenea se detiene, su mirada pasa de la figura que cuelga a mí.
Gambi y Hills, quienes a su manera, también están pagando una penitencia, fueron encerrados en clóset que no les permite ni sentarse. Este oscuro rincón del mundo, este sótano que huele a tierra y a secretos antiguos, hoy pertenece a él, al hombre suspendido, a todo lo que representa y a todo lo que le hizo a mí Athenea. Hay una comunicación tácita entre nosotros, un entendimiento de que este momento es crítico, un punto de inflexión. Ella observa a su padrastro con una mirada que no logro descifrar completamente. ¿Dolor? ¿Liberación? Tal vez ambas. Este es su enfrentamiento, su cierre, su historia que se cierra y se abre de nuevo.
──Comiencen. ──ordena quedándose atrás mientras Tony toma un par de bisturí para pasearlos por sus muslos. Son heridas superficiales con un objetivo, hacer que ardan que ardan tanto como se sea posible.
Nikkos por su parte, toma un bate de aluminio. Athenea recarga su espalda en una de las paredes manteniendo su distancia. El hombre por su parte grita con cada golpe, con cada cortada… Y yo estoy esperando mi turno.
Se puede escuchar sus costillas quebrándose, y la sangre corre por sus muslos, me acerco hacia donde un fuego calienta unas varas de hierro que ya se encuentran prendidas.
Tomo una de las varas, me giro con la mirada de Athenea en mi. Me acerco al hombre que grita con fuerza mientras su cuerpo se llena de sangre.
──Yo quisiera saber si sabes realmente el porqué estás aquí. ──gruño, muevo la vara de un lado a otro, hago una ligera señal a Tony para que lo deje caer al suelo, y lo hace, Nikkos se acerca para quitarle la mascara que lleva y pueda verme.
Me asquea.
Llora y suplica para que nos detengamos pero eso no está en mis planes, Nikkos se posa detrás de él, toma sus brazos y los lleva hacia atrás haciendo fuerza con sus piernas, el grito retumba en las paredes, posa la vara hirviendo en su polla flácida y asquerosa, tiembla e intenta zafarse del agarre de Nikkos quién ejerce más fuerza, tanta que le disloca uno de los hombros.
──¡Ya! ──grita con desespero. ──. Paren…
Tony me extiende otra de las varas, y esa va para un sitio muy especial, cuando dije que le haría todo lo que le hizo a Athenea, hablaba en serio…
Soy sádico y este tipo de cosas, las disfruto.
Nikkos lo gira, Tony lo ayuda a extender el cuerpo.
──¿Sabes porqué estás aquí? ──gruño moviendo la cara, Tony lo sujeta con fuerza.
Athenea da un paso al frente, ella quería mantenerse en la oscuridad pero sale a la luz permitiendo que él la vea.
──Estás aquí por mi. Por todo lo que me hiciste… por las veces que me abusaste, por las veces que me quemaste y por mis malditas pesadillas. ──suelta. ──. Hazlo.
Me ordena mientras Nikkos y Tony lo sujetan.
──¡Athenea! ──grita y meto la vara, una vara de hierro hirviendo, una, dos y tres veces.
──Maldito.
Tiembla y grita.
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Red
Lãng mạnÉl no ofreció rescates ni promesas vacías. En cambio, me reveló un mundo donde mi dolor podía transmutarse en una forma distorsionada de placer. Sus perversiones, presentadas como un regalo envenenado, me empujaron más profundo en el abismo, pero fu...