capítulo 73

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Capítulo 73
Red.



Lo que siguió fue un caos coordinado. Mis hombres respondieron con una eficiencia fría y brutal a mi orden, acelerando la camioneta hacia adelante mientras las motos recién aparecidas intentaban bloquearnos. El rugido de los motores, el chirriar de neumáticos y el estrépito de disparos se fusionaron en un torbellino de violencia en movimiento.
Athenea permaneció inexpresiva a mi lado, su mirada fija en el horizonte mientras la situación se deterioraba rápidamente. Había una fuerza en su presencia que irradiaba confianza, un aura que se negaba a ser sacudida por el peligro circundante. A pesar de mi instinto de protegerla, una chispa de admiración se encendió en mi interior por su firmeza ante la adversidad.
Las balas impactaron en  los vidrios blindados, algunos impactaron contra la carrocería con un sonido sordo que resonaba en mis oídos. La camioneta zigzagueaba entre el tráfico, evitando los obstáculos y esquivando las letales proyecciones de las armas hostiles.
──¡Mantén la cabeza gacha! ──grité a Athenea, mi voz elevándose por encima del estruendo que rodeaba la cabina. Mi mano se aferraba con fuerza a su cuerpo. El peligro nos rodeaba, pero la determinación ardía en mi pecho, alimentando mi determinación de protegerla a ella.
Salieron dos motocicletas mas buscando interceptarnos. El blindaje nos protegía pero yo quería acabar con cada uno de ellos. El rugido de las motos se acercaba cada vez más, pude sentir cómo mi corazón latía con fuerza. Athenea estaba a mi lado, su mirada fija en la mía en medio de la tormenta de balas que se desataba a nuestro alrededor. Traté de mantener la calma por ella, pero en mi interior sabía que la situación era crítica.
Si había armas más pesadas, podían pasar el blindaje.
──Por allí, gira a la izquierda. ──indiqué, mientras sujetaba a Athenea con firmeza. Ella se aferraba a mi camisa. ──. Déjame aquí y llévala a la mansión ──dije al chofer, pero ella se resistió.
──No puedes bajarte, la camioneta es blindada, estaremos bien. ──sus palabras resonaron en medio del caos. ──. No te bajes…
Una explosión llama nuestra atención adelante.
──¡Señor! Es Nikkos. ──Puntualiza señalando a quien a explotado una de las motos.
──Acelera. ──gruño, es nuestra ventana.
La observé con determinación y le di unas últimas indicaciones al chófer para que pudiéramos salir de esa emboscada. Sabía que Alessandro no se detendría allí, que probablemente tenía más planeado para atacarnos. Pero en ese momento, lo único que importaba era mantener a salvo a Athenea, cueste lo que cueste.
Finalmente, con un giro brusco del volante y una aceleración desenfrenada, conseguimos abrirnos paso entre los atacantes y ganar algo de distancia. Mientras las motos se desvanecían en el retrovisor, la certeza de que esta batalla no había hecho más que comenzar se asentaba en mi mente.
Athenea permanecía a mi lado, su presencia tranquila pero firme. A pesar del peligro que nos rodeaba, su temple no flaqueaba, sus ojos fijos en el horizonte con determinación. Necesitaba mantenerla a salvo, protegerla de todo lo que venía, y al mismo tiempo ejecutar mi plan para contrarrestar la violencia que se había desatado.
A medida que la ciudad se deslizaba más allá de las ventanas, mi mente trabajaba a toda velocidad. Necesitaba evaluar los daños en el casino, evaluar la magnitud de la crisis que se cernía sobre mis operaciones. Alessandro había arrojado un guante desafiante, y era mi responsabilidad responder de manera contundente.
La camioneta se detuvo frente a la mansión no sin antes que mis hombres se aseguraran que no nos siguieran, esta mansión era el secreto de mi vida, Salvaguardar lo que quedaba de mi imperio se había vuelto un imperativo absoluto; cada movimiento, cada decisión debían ser calculados con precisión para contrarrestar a mis enemigos y restaurar el orden.
Salí de la camioneta con la determinación grabada en cada fibra de mi ser. Baje a Athenea y acune su rostro buscando un mínimo rasguño, ella sujeto mis manos con delicadeza.
──Estoy bien… estoy bien… ──musito calmando mi ser, uno mi frente con la de ella y respiro con fuerza.
Maldita sea.
──¡Resguarden! Doblen la seguridad y ronden. ──ordeno haciendo que todos corran. Adentrarme a la mansión con Athenea era lo único que quería, sujete su mano con fuerza y la guíe adentro.
──Dime que alguien más aparece como dueño del casino. ──dice Athenea.
──Si hay alguien más. No pienses en ello. ──susurro para calmar sus pensamientos.
──¿Fue Alessandro?
──Ese maldito… ──gruño. ──. Hijo de perra.
──Está en Staten Island.
Me giro a ver a Athenea. Sus palabras resonaron en la sala. Nuestra discusión de hace horas no acabó en nada le dije que tendría que protegerlos ella si así lo quería, y me dijo que si.
Y eso ha estado haciendo.
Staten Island, un lugar de recovecos y sombras, un terreno peligroso para aquellos que se esconden y conspiran.
Mi mente se aceleró, trazando planes y estrategias para abordar esta nueva revelación. Staten Island no era territorio desconocido para mí; conocía sus entresijos y sus peligros.
La guerra entre nosotros había alcanzado un nuevo nivel, y era hora de llevarla a su clímax.  cada movimiento debía ser calculado con precisión si quería salir victorioso.
──¿Te dio la ubicación exacta?
Athenea asiente.
──Irás conmigo, y pondrás a esos niños a salvo. ¿Ok?
──Ok. Gracias… ──la halo a mi cuerpo.
──¡Señor! Tony fue herido… ──anuncia uno de los guardias. ──. Lo llevaron al galpón.
El ambiente de la mansión se volvió más tenso. Tony, herido en el tiroteo del casino. La noticia de su estado me golpeó con fuerza. Junto a Athenea, salimos hacia el galpón donde lo habían llevado.
Al llegar a la oficina, encontramos a Tony acostado en el escritorio, con visibles signos de herida en su abdomen. La gravedad de la situación se reflejaba en su mirada, pero su determinación seguía intacta mientras nos observaba a Athenea y a mí con ojos fatigados pero resueltos.
Acercándome a él con firmeza, escuché sus primeras palabras:
──Sacamos 200 millones, y están por sacar más.  ──Aunque el dinero solía ser un tema de importancia crucial en nuestro mundo, en ese momento mi prioridad estaba en la seguridad de mi gente y en neutralizar la amenaza que nos acechaba.
──¿Los viste? ──pregunté directamente, esperando confirmar mis sospechas sobre la autoría del ataque.
Tony asintió con dificultad, confirmando mis temores. Eran hombres de Alessandro los responsables del caos que se había desatado en el casino, una afrenta directa a mi autoridad y una provocación que no podía ignorar.
Con el semblante serio, abrimos la camisa de Tony para evaluar su herida y comenzar a tratarlo.
Athenea se acercó y sujeto la mano de Tony.
──Vas a estar bien.
Tony asintió como pudo.
El silencio tenso que reinaba en la oficina estaba cargado de un sentido de urgencia y determinación. Ninguno de nosotros se dejaría vencer por la amenaza que se cernía sobre nosotros y menos yo. Ese hijo de perra no iba a acorralarme.
──Tenemos que matarlos, Red. ──murmura Tony.
──Lo haremos.

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