Capítulo 61
Athenea Jones
Pesadillas.
15 años atrás.
──¡Athenea! ¿Dónde mierda estás? ──gruñe con asco, me oculto entre las ras del árbol.
Ya no quiero jugar…
Ya no quiero…
Me duele.
Siento el nerviosismo recorrer cada fibra de mi ser mientras escucho los gritos distantes de mi padrastro resonando por la casa. No quiero jugar. No quiero estar aqui. Me siento sucia, manchada y perdida en un torbellino de emociones confusas. Cada vez que veía a los otros niños jugar, algo se rompía en mi interior.
Escucho los pasos aproximándose y, casi por instinto, me encaramo más alto en el árbol. La altura me marea, pero la determinación de no ser encontrada me mantenía firme. Cuando vi los oscuros ojos de John posarse en mi desde abajo, mi corazón se aceleró. Llevo un dedo tembloroso a mi labios, suplicando silencio con la mirada. Sin embargo, la sonrisa maliciosa de John me indicaba que su escondite estaba a punto de ser descubierto.
La voz de John resonó triunfante, anunciando su hallazgo. Negué con desesperación, pero era demasiado tarde. Mi padrastro, desaliñado y amenazante, apareció con una botella en la mano.
──¡Baja! Quiero jugar… ──ordenó, con una frialdad que me helaba la sangre. Era hora de jugar, o de lo contrario se pondría de mal humor. ──. Athenea, me estoy poniendo de mal humor.
Su cinturón pasa de estar en la cintura a llevarlo en la mano.
No quiero golpes.
No quiero jugar.
Me duele todo.
Trago saliva, luchando contra las lágrimas que amenazaban con caer. Sabía lo que me esperaba si desobedecía. Con el corazón en un puño, comencé a bajar del árbol, resignada a un destino que anhelaba poder escapar.
Me suelta con fuerza del brazo, y me lleva hacia la casa hundiendo sus uñas sucias en mi piel, mi piel que se torna roja al toque, que arde como si una llama me rozara.
Puedo escuchar a John pidiendo ser el primero…
No me gusta.
──No quiero jugar. ──sollozó con fuerza. ──. No quiero… sangre. Ya no quiero.
Su mano se estampa en mi mejilla, caigo al suelo y mi cuerpo choca contra una de las mesas haciendo que sus botellas caigan. El licor se derrama y mis manos se llenan.
──Ahora tienes que limpiar esa mierda. ──gruñe.
──Con la lengua, Tio… ──sugiere John.
──Pasa la lengua por todo el piso, y luego por aquí… ──susurra señalando si cuerpo.
Jugar.
Cierro mis ojos con fuerza, recuerdo a mi mami, y suplico entre lágrimas irme con ella. Quiero irme con ella… dormir como ella, y nunca despertar.
Sus manos buscan quitarme mi ropa, mi vestido ya está sucio…
Sucio, como yo.
──Quédate quieta, te va a gustar. Siempre te gusta.
ESTÁS LEYENDO
Red
RomanceÉl no ofreció rescates ni promesas vacías. En cambio, me reveló un mundo donde mi dolor podía transmutarse en una forma distorsionada de placer. Sus perversiones, presentadas como un regalo envenenado, me empujaron más profundo en el abismo, pero fu...