Cap 39

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Mancini: ¡Quiero tu coche! ¿ Tú tienes un Lamborghini, No? Eso debería bastar."—

La mirada de Jefnier percute en los hombres de Mancini. Me temo que va a intentar algo completamente loco. En lugar de eso, frunce el ceño y luego vuelve a fijar su mirada en Mancini. Retengo la respiración, atenta a sus labios.

Estoy empezando a pensar que esta cita no nos llevará a ninguna parte. Jefnier nunca cederá su coche, lo aprendí en mi propia carne.

—Jefnier: "¡Ya te gustaría a ti, pero tampoco está en venta."—

Diablos, sabía que diría que no...

—Mancini: "Bueno. Entonces, creo que está todo dicho."—

Con un chasquido de dedos, hace una señal a sus hombres para que nos acompañen hasta la salida antes de ir hacia su sillón. Desesperada, miro como se aleja esa espalda de un blanco inmaculado y luego me giro hacia Jefnier.

—Jessica: "Pero..."—

—Jefnier: "Cállate!"—

¡No! Está fuera de cuestión que me calle y deje pasar la oportunidad de salvar a mi hermano por una cuestión de coches y de baja virilidad!

—Jessica: "¡Mancini!"—

Acabo de gritar. Jefnier se gira hacia mí, con los ojos fuera de órbita.

—Jefnier: "¡Que te calles!"—

No le hago caso. Al contrario, llamo al mafioso con toda la potencia de mi voz mientras sus hombres se acercan peligrosamente a nosotros.

—Jessica: "Mi hermano aún es un chiquillo! Ha cometido un error, ¿no lo entiende? ¡Cómo es posible que no tenga piedad de esa manera!"—

Solo con levantar la mano, Mancini para a sus chicos antes de girarse lentamente hacia mí. Su expresión es fría y despectiva. Me pregunto si este tipo tiene algún hermano o hermana. ¡Y qué relación tiene con ellos!

—Mancini: "Tu hermano me va a reembolsar. Si no, haré que le corten el cuello. ¿Entiendes?"—

Mancini se gira de nuevo y yo casi me desmayo por el suelo. Su indiferencia inaudita ante la situación de mi hermano me vuelve loca. De pronto, me viene a la mente una visión horrorosa: mi hermano, con el cuello cortado, mirándome con la mirada vacía, sin que yo haya podido hacer nada...

Solo con pensar en lo que este crápula es capaz de hacer, me hierve la sangre, quemándome cada una de mis células cognitivas. Ya no reflexiono más y voy hacia él, pisando fuerte con los talones sobre su carísimo parqué.

—Jessica: "Más le vale no hacer eso! Si no..."—

Se gira y me encuentro frente a frente ante dos grandes ojos negros. Son tan profundos que uno tiene la sensación de ahogarse en los limbos del infierno.

Oigo ruido detrás de mí, y miro a un lado. ¡Estoy rodeada de cañones de pistolas que están apuntando hacia mí! (¡Diooooooosss!) Estoy empezando a arrepentirme de mi gesto insensato. (¡Qué imbécil! ¡Estoy completamente tarada!)

Echo un vistazo por encima del hombro y veo a Jefnier con las manos en alto. Uno de los esbirros del mafioso le está apuntando a él también con su arma. Miro de nuevo a Mancini, con los ojos como platos y atenta al más mínimo de sus gestos.

El propietario del lugar ordena a sus hombres que bajen las armas con una tranquilidad fuera de lo común. Obedecen que da gusto.Ahora dirige su mirada hacia mí y me analiza lentamente de arriba abajo.

—Mancini: "¿Si no, qué? ¿Qué me vas a hacer, chiquita?"—

El miedo me deja paralizada y me quedo quieta sin moverme. Mancini avanza y pega su torso contra mí, obligándome a recular.

—Jessica: "Perdón, no sé que me ha dado. Por favor..."—

Mancini levanta las cejas y un rictus perverso estira sus labios. Noto como su mano se desliza hasta mi cintura. (¿Qué coño está haciendo, por Dios?)

—Mancini: "¿Crees que debería perdonarte? Vienes a donde mí y me das órdenes delante de mis hombres. ¿Crees que es sensato?"—

—Jessica: "No, pero..."—

El italiano menea lentamente la cabeza y pone la mano en la culata de un revólver que lleva puesto a un lado. A pesar de las lágrimas que amenazan con correr por mi cara, mantengo la dignidad como puedo.

No puedo creerme que vaya a morir ahora. Jamás hará eso. Solo está intentando intimidarme. Cierro los ojos para no tener que soportar más esa mirada oscura y carente de emoción.

Me asusto cuando siento algo frio pasar por mi carótida. Abro los ojos nuevamente y reprimo un insulto abominable cuando veo la pistola a unos centímetros de mí. Parece que a Mancini le divierte la situación y me dedica una de sus sonrisas más crueles.

—Jessica: "Jefnier..."—

—Jefnier: "No es necesario que hagas eso, Mancini. Vas a ensuciar ese bonito traje que seguro es carísimo. Sería una lástima."—

(¿Cómo? i¿No se le ocurre otra cosa?! ¡Dime que estoy soñando!)

—Mancini: "Tienes razón, Osorio, pero odio que me falten al respeto. Tú lo sabes, ¿no?"—

—Jefnier: "Ella lo sabe. Perdónala, sabes, las mujeres... Son un poco incontrolables."—

(¡Idiota! ¡Si salgo de esta, te parto los dientes!)

—Mancini: "Más vale que se controle en
adelante..."—

Se queda en silencio un momento y aprieta aún más su arma contra mi piel. Me obligo a no moverme, y sin embargo, solo me apetece una cosa: salir pitando de aquí.

El arma fría se desliza por mi cuello y viene a cosquillearme en lo alto del busto. Me fuerzo a cruzar la mirada del mafioso aunque no las tenga todas conmigo. Mancini estudia mis ojos y parece que le divierte lo que ve. La presión sobre mi pecho se hace más fuerte y aprieto los dientes.

Está fuera de cuestión suplicarle o parecer débil. ¡Está fanfarroneando nada más! (En fin... eso creo.). Me convenzo de que no va a disparar. El cañón se desliza por mi costado y se detiene en algún sitio a la altura de mis riñones.

—Mancini: "Dime, chiquita, ¿sabrás controlarte?"—

El tono con el que habla es demasiado amable como para ser sincero. Se está riendo de mí.

𝕻𝖊𝖑𝖎𝖌𝖗𝖔 (lunay-Jefnier Osorio )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora