"La despedida es una pena tan dulce que diré buenas noches hasta mañana".
- William Shakespeare
Un mes después volvía a mi hogar, aunque ya no tenía sentido llamarlo así. Varias semanas lejos me habían ayudado a casi olvidar lo sucedido.
Casi.
Al traspasar el umbral de la puerta de entrada el aire se sintió demasiado pesado como para respirarlo, dándome un recordatorio de que aquella casa era sinónimo de rotura, como un vaso de cristal que se resbala entre los dedos de un alcohólico, conteniendo las últimas gotas de whisky. Pero mi botella no iba a ser reemplazada por otra y la pena seguiría arañando mi cicatrizado pecho.
—Está tu habitación tal y como la dejaste, con la ropa encima de la silla y la cama deshecha.
—Una cama bien hecha es sinónimo de ácaros. —Chasqueé la lengua y Annie rió, revolviendo mi pelo como acostumbraba a hacer.
—Dile a tu pintoresco amigo que puede venir, voy a preparar tortitas para la ocasión. Tú sube a ducharte y quitarte ese olor a hospital, me da nauseas.
Asentí con la cabeza antes de subir las escaleras de dos en dos, deteniéndome en la puerta cerrada que había justo al acabar el último tramo.
Un nudo se me incrustó en la garganta y la angustia me oprimió el pecho. Pasé delicadamente mis dedos por encima de la camiseta, notando el relieve debajo de ella y el escozor me hizo cerrar los ojos.
—Él no es mi hermano.
Me detuve antes de girar el pomo, respirando profundamente y armándome de valor. Pero al abrir no encontré su estancia, solo un montón de cajas apiladas en una esquina, ya ni su fragancia de roble y cítrico inundaba lo que en un pasado había sido la habitación de mi hermanastro. Lo único que se mantenía intocable era el techo azul oscuro plagado de puntos blancos que simulaban el espacio.
—Robert tuvo la brillante idea de empaquetar todo y llevarlo a la caridad.
La voz de Annie me sobresaltó, por lo que pegué un pequeño brinco y me posicioné en la esquina opuesta a las cajas, mirando su perfil, el cual estaba cargado de añoranza y remordimientos.
—También pensamos en buscar una nueva casa, ya sabes, comenzar de cero los tres y cerrar las herid...
No dejé que terminara la frase, ya que la abracé lo más fuerte que pude. Ni si quiera yo era capaz de entender el sufrimiento que debería cargar en su interior mientras me sonreía de esa manera tan cálida que siempre me abrigaba en los inviernos más fríos.
Andrew, aquel chico arrogante, drogadicto y lleno de rencor no siempre había sido así.
Aún recordaba como me enseñaba maravillado las estrellas y me hablaba de constelaciones mientras con el dedo dibujaba el recorrido que las formaban.
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Antes de la Apuesta (2)
RomanceSEGUNDA PARTE DE APUESTA ¿CONSEGUIDA? Matt siempre creyó que el destino estaba escrito en las estrellas, pero nunca imaginó que el suyo estaría tan entrelazado con el de Alyson. Desde el primer momento en el que la vió, supo que ella era diferente...