"A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd."
-Alphonse de Lamartine
Me encuentro en la cama de Alyson, pero no puedo moverme. Intento hablar, pero solo es eso, un intento, ya que mi boca no se abre ni siquiera en una mueca, como si me la hubiesen cosido. Una presión en el pecho me impide respirar, y entro en pánico. Muevo los ojos de un lado a otro rápidamente, abriéndolos como platos cuando escucho el chirrido de la puerta de la habitación de Alyson abriéndose lentamente, acompañado de unas pisadas fuertes que hacen temblar el suelo. La sombra alta del hombre que se cuela en la estancia se detiene a los pies de la cama y lo observo detenidamente: viste una túnica larga y negra, con una capucha grande que oculta su rostro.
El extraño se sube a la cama, trepando por encima de mi cuerpo tapado por las sábanas hasta quedar a la altura de mi cara. Siento su peso sobre mí y cuando veo su rostro bajo la luz tenue de la luna, un sudor frío me recorre el cuerpo. Reconozco a Andrew, su piel pálida y sus ojos oscuros, que me observan como si fuese lo más repulsivo del planeta. Sus manos frías se cierran alrededor de mi cuello, estrangulándome, mientras su mirada se desvía hacia mi lado izquierdo, donde Alyson descansa plácidamente.
—Ella me pertenece —susurra en mi oreja, con esa voz gélida y grave que hacia tanto tiempo que no escuchaba—. Para poder tenerla, tendrás que ser completa oscuridad y absorber todo lo bueno que queda de ella.
Aprieta el agarre cuando la habitación empieza a dar vueltas, y la falta de aire me hacen pensar que estoy al borde de la muerte, que mi fin ha llegado. Me esfuerzo por mover un dedo, un pie, cualquier cosa, lo que sea, para poder escapar, pero mi cuerpo sigue inmóvil, como si no me perteneciera.
De repente, siento un tirón violento, como si algo invisible me arrastrara de vuelta a la realidad. La presión en mi pecho se aligera y puedo respirar de nuevo. Mis dedos comienzan a moverse y finalmente recobro el control de mi cuerpo. Me siento bruscamente, jadeando y con el corazón desbocado. Alyson sigue durmiendo, ajena a la pesadilla que acabo de experimentar y la sombra de Andrew ha desaparecido, recordándome que todo fue un mal sueño, pero su presencia aún inunda la habitación, recordándome, una vez más, que soy la sombra de lo que él era. Me tumbo de nuevo, pegando mi cuerpo al de mi pequeña princesa, rodeándola con el brazo y aspirando el olor a vainilla de su cabello. Poco a poco me tranquilizo,pero aunque lo intente, no consigo volver a conciliar el sueño.
—¿Matt?
La voz adormilada de Alyson me saca de mis pensamientos.
—Buenos días. —Sonrío, besando la comisura de sus labios, pero ella no cambia su ceño fruncido.
Acaricia mi mejilla, analizándome:
—¿Estás bien?
Asiento con la cabeza, dejando escapar un leve suspiro. No quiero comentarle sobre la pesadilla, y mucho menos sobre lo real que se sentía, como si mi hermano realmente hubiera estado entre las cuatro paredes que nos rodean. Ya tiene bastante y no quiero preocuparla más, pero también sé que no puedo llevar toda mi carga solo, si sigo así acabará aplastándome, convirtiéndome en un despojo humano incapaz de ser feliz, condenado eternamente a la angustia y el sufrimiento de todos los que me rodean.
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Antes de la Apuesta (2)
RomanceSEGUNDA PARTE DE APUESTA ¿CONSEGUIDA? Matt siempre creyó que el destino estaba escrito en las estrellas, pero nunca imaginó que el suyo estaría tan entrelazado con el de Alyson. Desde el primer momento en el que la vió, supo que ella era diferente...