33. Rotura

65 4 1
                                    

"En la ciudad de los sueños rotos, las calles están llenas de arrepentimiento, tal vez en la ciudad solitaria que puedo aprender a olvidar."

-Ricky Nelson

Dicen que el amor es ciego, pero cuando vi a Alyson por primera vez, supe que era la primera vez que veía el mundo de verdad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dicen que el amor es ciego, pero cuando vi a Alyson por primera vez, supe que era la primera vez que veía el mundo de verdad. Con sus brillos, matices y paleta de colores tan amplia y basta que nunca antes me había parado a maravillar en su plenitud.

Cuando la vi en medio del patio, como si de una mariposa en peligro de extinción se tratase, tan ajena al entorno y a su propia belleza, mientras leía, cada célula de mi cuerpo comenzó a vibrar. Sentí los labios secos y tuve que entreabrirlos para que se consiguiese filtrar el oxígeno a través de ellos y llegar a mis pesados pulmones. El mundo pareció detenerse cuando giró el rostro hacia mí, clavando sus penetrantes ojos grises en los míos. Un calor que nunca antes había experimentado comenzó a propagarse como si fuese queroseno a través de mis articulaciones a toda velocidad, hasta llegar a mi cerebro, que dejó de funcionar.

El calor aumentaba dentro de mí, encendiendo mis mejillas y haciendo que me sudaran las manos, incapaz de apartar la mirada. Y entonces me sonrió. Todos los planetas, estrellas y constelaciones que conformaban el infinito quedaron atrapados dentro de mi ser.

Entonces sonó la campana, guardó el libro en su mochila y se aproximó al edificio principal hacia su próxima clase. Ahí, el infinito finito, se marchitó como una estrella, regalando su último rayo de luz mientras desaparecía por las puertas.

Y vuelvo a la realidad. Estoy en el jardín de mi casa, acurrucado en su pecho mientras me acaricia el cabello, dejando pequeños besos en mi cabeza de vez en cuando. La música que nos rodea está a volumen bajo, opacada por la risa de Paul, que intenta mojar a Zack con la pistola de agua. Annie está apoyada en la pared, observando toda la escena con una mueca de preocupación.  Y no es para menos.

Hace años que siento que esa felicidad que observo en el resto no me pertenece. Y aunque hay días en los que consigo mitigar el dolor y olvidar la cicatriz, la mayor parte del tiempo observo mi vida a través de un vidrio, de una forma tan borrosa que me asusta.

Hay días en los que me pregunto qué hubiese pasado si nunca hubiera reparado en su presencia. Si nunca la hubiese llevado a mi casa y si nunca hubiese conocido a Andrew. Ella seguiría siendo esa mariposa, de la que todo el mundo ve la belleza pero que es incapaz de ver lo hermoso de sus alas. Sus padres seguirían vivos, y quizá ninguno de los dos estaríamos jodidamente rotos. Pero por mucho que intenté alejarme en un pasado, siempre había un hilo rojo que me aproximaba a ella a una velocidad vertiginosa, incapaz de resistirme a sus encantos.

—Matt, cariño —susurra Alys, acariciando mi mejilla—. Lo arreglaremos, ¿vale? Te lo prometo.

Inclina la cabeza para quedar a escasos centímetros de mi cara:

Antes de la Apuesta (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora