──Prométeme que no te vas a alejar mucho.
──Pometo.
──Por la garrita, Tilin.
Su bebé estiró la manita y le mostró su pequeño meñique, estiró el suyo y los entrelazó ambos antes de asentir con la cabeza, dándole el permiso para que saliera corriendo hacía los juegos para niños pequeños. Viernes por la tarde, tenía un poco de tiempo para salir a pasear con su pequeño antes de volver a casa y enviarle las fotos seleccionadas al editor, ya él se encargaba de elegir cuales irían para la revista, y si necesitaba algo más, se lo harían saber.
Hasta el momento todo marchaba bien, aunque sabía que ese día había tomado el último supresor de los que le regaló Missa y no contaba con el dinero suficiente para comprar más, pero estaba bien, había sido una buena semana, quitando el hecho de los primeros días con un celo altamente insoportable. Se consideraba lo suficientemente estable en ese momento como para sobrevivir a los idiotas que seguro empezarían a molestarle el lunes por la salida, en la Universidad.
Admiró a su pequeño caminando hacía la cantidad de niños. Tilin era un niño muy sociable, incluso en eso su hijo parecía superarlo, aparte del hecho que ya conocía y que Missa le había mencionado hace poco, Tilin tenía más madera de alfa que nadie, y no podía estar más orgulloso. Su bebé sería alguien grande.
Sintió que alguien se sentó a su lado y suspiró, odiaba el contacto innecesario, habiendo tantas bancas en el parque, ¿Qué necesidad? Él había tomado ese día el último supresor, así que no fue exactamente su aroma, o eso esperaba. Sin embargo, existía algo diferente, por el hecho de que estaban en un espacio abierto le fue un poco más difícil definirlo, pero eso no evitó que el delicioso aroma entrara por sus fosas nasales y en menos de dos segundos, todo su ser gimió de puro gusto. Mierda.
──¿Qué haces aquí? ─logró decir, queriendo sonar tan amenazante como un león, aunque un gatito llorando sonaba más peligroso que él. Le vió sonreír y apartó la mirada, no iba a enamorarse de esa preciosa sonrisa, o del modo en como sus ojos se achicaban un poco y aparecía un ligero brillo en sus ojos. Dios, ahí iba de nuevo, tenía que controlarse.
──Ah, ¿ya no me tratas de usted? ¿debo sentirme mejor porque tomas confianza muy rápido?
──No, yo... ─su tono irónico no le gustaba, pero tampoco podía decir que le disgustaba, simplemente lo dejaba sin habla, y su omega, bueno, él ya se había colocado en cuatro en este punto──. ¿Me estás acosando? ¿te debo algo por salvarme ese día?
──No, al contrario. ─no comprendió a que se refería, aún así no le llamaba la atención charlar, menos cuando cuidadosamente su rodilla tuvo contacto con la suya, enviándole una corriente de placer que pasó tal cual una descarga por todo su cuerpo. Quiso encogerse, deseó alejarse de ese contacto pero por el contrario, ronroneó a gusto. Divisando aún a su pequeño Tilin a una distancia prudente, hablando de sabrá Dios qué con los pequeños niños que lo rodeaban, suspiró profundamente.
──Roier, ¿qué...?
──Quackity, mírame. ─no tardó ni dos segundos en obedecerlo, aunque hubiera deseado lo contrario, anhelaba observar aquellos hermosos ojos que no salían de su cabeza, o esa boca que le dió y robó el mejor beso de toda su vida. Su piel, su rostro, de verdad estaba a su lado, sentado, rozando y frotando suavemente su rodilla contra la de él──. ¿Te gustaron las rosas?
──Sí, gracias..
Mordió y tiró suavemente de su propio labio, ¿Entonces era verdad? ¿Roier le estaba cortejando? ¿En ese punto debía saltar de alegría o decirle de una vez su situación para apartarlo lo antes posible y no salir herido? Suspiró nuevamente y pudo apreciar como un lado de si mismo se rompía al recordar su caso. No era material para un cuento de hadas, era Alex Quackity, el omega imperfecto. Vislumbró a Tilin a la distancia y con un ligero silbido lo llamó, él ya conocía aquel suave sonido que tanto habían practicado juntos, así que le miró y mostró una de sus más hermosas sonrisas al correr hacía la banca, casi cayendo al ir tan rápido y lanzándose sobre su cuerpo, aterrizando en su rodilla. Al final se separó un poco de Roier, lo suficiente para acomodarse y colocar a su pequeño sobre su muslo.
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© The Perfect Omega | Spiderduck
FanfictionCuando eres la perfecta definición del omega imperfecto, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar a el amor de tu vida. Quackity tiene veinte años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad. ¿Qué alfa querría encargarse d...