© The Perfect Omega | Spiderduck

Capitulo 12

──Tilin, mijo, en serio tienes que quedarte quieto.

Tomó la pequeña cintura de su hijo y lo volvió a colocar a su lado en el auto, si bien él ya estaba acostumbrado al auto de Roier por todas las veces en que le llevaba a clases y lo traía de regreso, para Tilin, un auto tan bonito interiormente no pasaba desapercibido. Esa era como la tercera o quizás cuarta vez que lo volvía a sentar, ya sea evitando que quiera entrar entre el asiento del piloto y del copiloto para llegar a los botones, o queriendo apoyar sus pies sobre el asiento trasero, sea como sea, no deseaba que ensuciara o rompiera algo que definitivamente costaría más que su propia vida.

Por decisión suya se sentó en la parte trasera con él, Roier estuvo de acuerdo para que cuidara de Tilin, pero quizás debió considerarlo mejor. En este tipo de autos era extremadamente complicado estar sentado atrás, porque de por sí eran en su mayoría modelos deportivos, donde solían tener más espacio los asientos de delante, eso sumándole que encima algunos Ferrari ni asientos traseros tenían, por no mencionar que el del alfa solo contaba con dos puertas, no cuatro, como los vehículos comunes.

──Quizás para la próxima lo deje conducir.

Arqueó una ceja ante el raro comentario, Roier estaba tan relajado, con un brazo colocado sobre el apoyabrazos de su lado y el otro sobre el timón, él miraba al frente pero sabía que su oído estaba más que atento a lo que sucedía con su hijo.

──Claro, lo que digas. ─respondió irónico, ganándose una mirada por su parte, aunque usó el espejo retrovisor para conectar ambos orbes oscuros.

──Está bien, Quackity, no seas controlador, deja que Tilin se divierta.

──Si lo suelto, te hará chocar.

──Él solo quiere tocar, creo que si lo dejas, ya le quitarás la curiosidad.

──Sí, claro. ─rodó los ojos y acomodó a su pequeño por quién sabes qué número de vez. Escuchó a su hijo bufar y retorcerse para que lo dejara, quejándose con sus constantes "Papáaa", era tan adorable. Lo acercó hacía él y le dió un pequeño piquito en la nariz, sacándole una sonrisita cuando por fin se quedó quieto y lo sentó sobre su pierna, más relajado──. ¿Y cómo se supone que sabes tanto sobre bebés?

──No lo sé, solo estoy suponiendo cosas. ─respondió Roier después de un largo silencio.

Ignorando el ambiente algo incómodo que se formó, se dedicó a mirar por la ventana del precioso auto, Roier le había comentado que era un Portofino, spider o algo así, le dijo que fue un regalo por el presidente de la compañía Ferrari, también Roier dijo que tenía otros autos en la casa de sus padres, pero que este era como su consentido. No quiso preguntarle por los otros, seguro su billetera lloraría de solo imaginarse los precios de los demás vehículos.

Si lo pensaba mejor, ni siquiera tenía idea de a dónde los estaba llevando, quería preguntarle y salir de dudas. Lo hizo, de hecho, pero más de una vez lo calló con movimientos de cabeza y sonrisas cómplices que no comprendió, al final solo subió a su hijo y a él en la parte trasera del auto, dejándose llevar hasta el fin del mundo. Honestamente daba igual, un paseo era un paseo.

Cerró los ojos por lo que consideró fueron unos segundos, aunque no podría estar más equivocado, sintió el ligero movimiento en el auto y cuando abrió los ojos, Roier ya no se encontraba en el lugar del piloto. Se desesperó rápidamente y cuando volteó a ver a su pequeño Tilin, él le señaló hacía un lado.

──¡Ahí ta! ─dijo con su apenas ronca voz, volviendo a removerse en sus brazos, queriendo bajarse.

──Tranquilo, chamaco. ─bromeó y su hijo le miró con un pequeño puchero. Rozó su pequeña naricita con la suya antes de observar sus alrededores, definitivamente estaban en un garaje más que gigante, rodeados de muchísimos autos iguales de caros que la araña de Roier, como gustaba de decirle cuando pensaba en el caro vehículo.