Capitulo 38

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⸺¿Roier?

Quackity observó al hombre frente a él, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al confirmar su identidad. El castaño salía de la cocina con sigilo, como si realmente no pudiera creer que Quackity estuviera ahí, justo frente a él. Se mordió el labio inferior, luchando por contener la oleada de emociones de su omega, que le rogaba lanzarse sobre el alfa enfadado. Pero el enojo en su pareja se fue desvaneciendo poco a poco, dejando solo emoción y ese aroma característico que lo volvía loco.

Bajó la mirada en señal de sumisión cuando Roier se fue acercando. El pecho del alfa se inflaba y desinflaba con exageración, hasta que una de sus manos se estiró para tocar los mechones negros de su cabello. Fue entonces cuando lo notó: sus nudillos sangraban.

⸺Oh mierda. Roier, ¿qué te...?

Pero no pudo decir nada más.

A pesar de las heridas en sus manos, el acastañado lo tomó de las mejillas y presionó sus labios contra los de él, hundiendo su lengua entre ellos. Lo besó sin importarle absolutamente nada más, con la clara intención de robarle hasta el último aliento. Las manos de Quackity, temblando de emoción, se colocaron sobre el fuerte pecho de su novio, mientras las manos del alfa bajaban, acariciando sus costados y afirmándose en su cintura, acercando sus cuerpos con exigencia.

⸺Quackity. ─Roier pronunció su nombre, y el sintió cómo todo el dolor desaparecía. Sus ojos se humedecieron, y las lágrimas comenzaron a correr, aunque los tuviera cerrados. Se derritió solo con el sonido de la voz de su pareja, antes de que lo besara de nuevo, haciéndolo jadear──. Mi Quackity. Bebé.

El pelinegro pudo escuchar los latidos acelerados de Roier y sentir cómo su cuerpo temblaba, igual que el suyo. Los dedos de Roier intentaban hundirse en su piel, y Quackity sabía que el alfa deseaba confirmarlo, asegurarse de que no se iría. Lo sabía porque él sentía lo mismo. Roier gruñó y se separó de sus labios con un gesto afligido. Al mirarlo a los ojos, notó la oscuridad lujuriosa en la mirada del moreno, que jadeaba, abriendo y cerrando la boca, tratando de encontrar las palabras para hablarle.

⸺Está bien. ─las manos de Quackity se deslizaron por el cuello del alfa hasta su cabello, juntando sus frentes y respirando aceleradamente contra su boca──. También lo necesito. Fóllame, Roier.

Todo el mundo sabía que no había una forma más posesiva para un alfa de marcar su territorio que tomando a su pareja. Claro que la marca era importante, pero el acto de unirse, de sentir el nudo en su punto máximo, bañando las entrañas de su omega, le daba a Roier esa tranquilidad de saber que el cuerpo de Quackity le pertenecía. El mayor quería eso, podía olerlo. No solo por la necesidad de eliminar el aroma de otros alfas que pudiera llevar, ya fuera por la ropa o por culpa de las interacciones con los demás, sino porque no se calmaría hasta que lo hiciera. Cualquier enojo, frustración o sentimiento negativo desaparecería durante el acto, como una forma de desahogo, algo similar a gritar o golpear una pared. Y sinceramente, a Quackity no le molestaba.

⸺Te necesito tanto. ─jadeó Roier, mientras llevaba sus manos al cuello de la camiseta que el menor llevaba puesta. Con dos movimientos rápidos, rompió la tela, abriéndola como si estuviera desabrochando una sudadera. Quackity sintió el calor recorrer su cuerpo, pero antes de lanzarse a los brazos de pareja, lo detuvo. Le sujetó las manos y gruñó suavemente, mostrando uno de sus pequeños colmillos, mientras la respiración de Quackity se volvía más entrecortada. Sin embargo, no sintió miedo. Roier nunca le daría miedo.

⸺E-espera. ─maldición, lo necesitaba dentro de él ya──. Arriba, ¿sí? En la cama... Por favor. ─aunque el suelo o la pared habían servido en otras ocasiones, esta vez deseaba la comodidad del colchón. Tenían que ser cuidadosos con su pequeño bebé, al menos hasta que el éxtasis le hiciera olvidarlo todo, incluso su propio nombre.

© The Perfect Omega | Spiderduck Donde viven las historias. Descúbrelo ahora