Su cuerpo cayó al suelo antes de lo que hubiera querido, apenas sintió el tacto de Dream alejarse de él, se dejó caer hasta que sus rodillas chocaron con el piso. Se abrazó a sí mismo hecho un ovillo en su lugar, deseó que de una vez le dejaran tranquilo, anheló morirse de una maldita vez y detener esos acosos, esos abusos. ¿Por qué tenían que meterse con él de esa forma? nunca les hizo nada, solo era una persona que cometió un jodido error, eso no les daba derecho a nada.
Intentó pensar en cosas felices, en cosas buenas, deseaba alejar esas horribles ganas de vomitar que le estaban volviendo loco. Pensó en Tilín, en Missa, en el hermoso chico de ojos oscuros que deseaba continuar viendo a diario; pensó tanto en las cálidas manos de Roier que una triste sonrisa se adueñó de sus labios, definitivamente jamás había sido más patético en su vida.
Pasaron unos segundos en los que solo escuchó el sonido de golpes, en realidad tampoco le importaba lo suficiente como para moverse de su lugar. Se encontraba tan asustado y no dejaba de temblar, su omega estaba como un pequeño cachorrito presintiendo su final cerca, cuando unos brazos lo tomaron de nuevo y fue diferente. Ese no era Dream. Esos brazos fuertes le sostuvieron hasta que estuvo completamente parado, ni siquiera elevó la mirada, solo bastaron unos segundos para que el temor dejara de nublar sus sentidos y permitiera que aquel delicioso aroma inundara su olfato; cerró los ojos y sus brazos rodearon la cintura de aquel cuerpo firme mientras los suyos hacían lo mismo con él, pegándolo tanto a su cuerpo que pensó en lo mucho que deseaba fundirse en uno.
Su Roier. Roier vino por él.
Restregandose contra su cuello sin querer detenerse, ya no importandole absolutamente nada más, incluso olvidó su propio nombre cuando los labios del castaño besaron suavemente la piel de su cuello, haciendo que liberara un ronroneo; eso se había sentido muy bien.
──Hueles mal.
Escuchó sus dulces palabras y quiso alejarse, aunque por como sus brazos le atrajeron de nuevo y soltó un ligero ronroneo, comprendió que no era que él oliera mal, sino que tenía la cabeza enterrada del mismo lado donde Dream le había estado besando. Obviamente no olía como normalmente debía hacerlo.
──Roier, yo...
──Tranquilo, yo me encargo.
Aunque no entendió a qué se refería Roier, su cuerpo obedeció y se relajó en sus brazos hasta que apreció como los labios del más alto de nuevo tenían contacto con la piel de su cuello, al igual que la punta húmeda de su lengua pasaba por el. Incluso sus dientes rozaban algunas partes, haciéndole estremecer. Por reflejo sus manos subieron hasta aferrarse a la tela de su remera, camisa, lo que fuera, mantuvo los parpados cerrados, apretados, y jadeó una vez mordió justo en los mismos lugares donde Dream anteriormente había hecho de las suyas.
──Roier.. ─gimió, eran mordidas suaves y dulces, pasaba su lengua con tal cuidado que sentía que en cualquier momento se rompería ante el dulce contacto, e incluso sus finos labios buscaban llenarlo de tantos besos como le fuera posible.
En ese instante anheló que el mundo se detuviera, que solo fueran Roier y él, que todo dejara de existir y vivieran en ese momento eterno en el que él se estaba encargando de limpiarlo, de quitarle aquel olor para impregnarlo con el suyo. Y definitivamente prefería oler a Roier, amaba oler como Roier.
En el segundo en que giró su rostro, observó al fin la escena que tanto había ignorado en su ataque de pánico. Dream estaba en el suelo, sin embargo ya se encontraba incorporándose. Logró vislumbrar una línea de sangre escurriendo desde su boca hasta su mentón al igual que aquellos moretones apenas rojizos por todo su rostro, además de como él tenía una mano sosteniendo su costilla; los otros ya no estaban, no dudaba que fueran tan cobardes como para abandonar a uno de los suyos ante el peligro, pero de igual forma descubrió lo patéticos que eran.
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© The Perfect Omega | Spiderduck
FanfictionCuando eres la perfecta definición del omega imperfecto, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar a el amor de tu vida. Quackity tiene veinte años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad. ¿Qué alfa querría encargarse d...