Capitulo 18.5

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Para ese punto, quizás la mano entera de Roier estaba mojada por su culpa, entreabrió los ojos para verlo morderse el labio apenas liberó su boca, sin apartar ni un segundo la vista.

──Córrete, patito. Ahora. ─Jadeó sobre sus labios.

No hizo falta nada más, sus dedos reanudaron su tarea y llegó, soltó un agudo gemido mientras se deshacía en un orgasmo que le hizo temblar por completo, dejando que las gotas de semen mojaran parte del abdomen de ambos.

Roier continuó penetrándolo, incluso mientras los espasmos terminaban de consumirlo. Esperó que recuperara el aliento y entonces salió de su interior. Lo vió acariciar la yema de sus dedos con su pulgar antes de llevar los mismos dedos mojados de su lubricante natural hacía sus labios y degustar su sabor. Tres segundos de eso, o menos, y ya estaba tan excitado como antes.

──Sabes delicioso, bebé. ─se sonrojo y los ojos del castaño cada vez se hicieron más oscuros, especialmente cuando llevó sus dedos hasta la boca del más bajo. De manera obediente la abrió y él los introdujo dentro, apenas apreciando el peculiar sabor──. Sabes demasiado bien. ─le repitió.

Roier se alejó para quitarse la última prenda molesta que quedaba y gruñó lleno de alivio cuando su erección saltó fuera del material, estaba duro e hinchado y brillaba en la punta a causa del líquido pre-seminal. Separó las piernas de nuevo, dándole el espacio suficiente en medio de ellas y lo volvió a escuchar gruñir en el segundo en que su glande se presionó contra su entrada. Gimió y se tensó hasta que le acarició el cabello, alejando algunos mechones de cabellos rebeldes de sus ojos, rozando después su boca con la de él.

──Patito. ─un sonido parecido a un gruñido escapó de su boca cuando empujó su miembro, invadiendo y llenándolo por completo mientras los largos e irregulares gemidos no dejaban de escapar desde el fondo de su garganta. Lo llenó por completo. Dios, su miembro encajaba tan bien, se amoldaba a sus paredes como si ese fuera su lugar, creado exclusivamente para él.

──Mierda, Roier. ─sus manos recorrían la espalda del alfa mientras empezaba con las embestidas, ya sin contenerse, su cuerpo empezó a empujarse contra el suyo con un vaivén tan salvaje que le cortaba la respiración; su ser completo se contraía cuando embestía una y otra vez.

Consumiéndose ambos en el salvaje e inestable movimiento, con las caderas de él empujándolo para poseerlo hasta saciarse mutuamente, hasta llenarlo, hasta marcarlo como tanto anhelaba.

──Es... Más, más alfa, más. ─tampoco cabía en sí pensar en algo que no fuera él, en desear que se viniera dentro, que bañara sus paredes con su esencia. Su boca tomó la suya en un segundo, devorándolo con inestabilidad, ambos siendo los causantes del movimiento y del leve rechinido de la gigantesca cama.

Una de sus manos hundió las uñas en su cadera, manteniéndolo quieto mientras embestía con más fuerza y profundidad, sin dejar un centímetro de su miembro afuera, aumentando el ritmo solo cuando le pedía más. Era diferente, Roier era completamente diferente a cualquiera y algo dentro de su pecho le decía que él sentía la misma rara conexión, eso no solo era coger con alguien, iba más allá.

Roier se alejó de sus labios sin dejar de mover su lengua contra la suya, haciendo de ese uno de los besos más toscos de la noche. Ambos oían el constante sonido mojado que hacía la piel al chocar, llenando la desordenada habitación de ese ruido sordo y vulgar. Ya con más confianza, pensando que nada podría romper esa danza salvaje de sus cuerpos, llevó las manos a su espalda y en una de las profundas penetraciones hundió las uñas en la piel, él mordió la esquina de su labio inferior y continuó con el salvaje ritmo. Hacía tanto, pero tanto calor, sus cuerpos hervían el uno sobre el otro, quemándose mutuamente.

© The Perfect Omega | Spiderduck Donde viven las historias. Descúbrelo ahora