Capitulo 28

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──¿Qué hora es? ─las manos contra sus caderas le tomaron con más fuerza y sin previo aviso guiaron a su cuerpo para que cayera otra vez sobre el miembro de su novio──. Mierda. ─arqueó su espalda ante tal cantidad de descargas de placer que lo consumieron en ese preciso instante, escondiendo su rostro en el cuello del castaño, sintiendo su vista humedecida.

──Me gusta como intentas no hacer ruido. ─Roier besó el lóbulo de su oreja mientras sus manos se encargaban de mover sus caderas hacía adelante y hacía atrás──. Te he hecho el amor cada día desde hace dos semanas y sigues siendo mi mayor adicción, Quackity.

──Oh, Dios... Cállate. ─el pelinegro apoyó sus rodillas sobre el colchón de su cama y se impulsó con ellas, comenzando a saltar sobre el miembro de su novio en un vaivén rápido, jadeando cerca de sus labios──. Es tu culpa.

──¿Oh sí?

──S-si ─las uñas del híbrido arácnido arañaron con intención sus costados, sacándole otro jadeo antes de que sus dientes tomaran su labio inferior y tirara de el──. Es... Es que cuando llegas a mi casa, esperas a que Tilin se duerma y... Y...

──Y te encanta ¿No? ─en un movimiento, Roier lo tumbó sobre la cama, y acomodándose sobre él, volvió a embestir con fuerza, dirigiendo todo el movimiento mientras su cuerpo solo se estremecía por completo y disfrutaba de estarse devorando el uno al otro.

Si. Mierda, claro que sí, le encantaba.

──Piensas tan fuerte, patito. ─la lengua del castaño delineó sus labios, apoyando las manos a los lados de su cabeza. Le mostró una sonrisa burlona antes de robarle un pequeño beso──. Sabemos que te encanta, Quackity.

──Idiota.

──Tu idiota. ─Quackity sonrió, rodando los ojos ante sus palabras──. Ahora se bueno y no grites mucho ¿Vale?

──¿Cómo?

No pasó mucho para que las embestidas de Roier se hicieron tan caóticas como las de un alfa en celo, aunque no lo estuviera, sabía comportarse como uno. Una almohada, morder su labio, besarlo o amarrarse una corbata a la boca, nada evitaba que terminara aclamando su nombre en medio de la noche para cuando se corrían y el nudo lo enloquecía hasta casi hacerlo desmayarse.

 Una almohada, morder su labio, besarlo o amarrarse una corbata a la boca, nada evitaba que terminara aclamando su nombre en medio de la noche para cuando se corrían y el nudo lo enloquecía hasta casi hacerlo desmayarse

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──Rayos. ─soltó un gemido, aunque no precisamente por la misma razón que lo hizo en medio de la noche.

──Ayer no te quejabas tanto.

──Roier, cállate.

Habían pasado dos semanas desde que Roier le dijo que lo amaba. Fueron dos semanas realmente hermosas, sí, aunque como siempre, todo lo bueno tenía su final. Le tocaba volver a clases y no deseaba pensar en cómo estarían esas personas que tantas excusas buscaban para hacerlo sentirse inferior. Aunque ahora el solo pensar en el inmenso dolor en la parte baja de su espalda, tampoco era algo lindo para contemplar.

© The Perfect Omega | Spiderduck Donde viven las historias. Descúbrelo ahora