Capitulo 20

403 67 12
                                    

──Y esa es la historia.

Era un tranquilo viernes por la noche. Aprovechó apenas terminó su celo para trabajar las horas necesarias y evitarse sermones o regaños, por ello no estuvo tan al pendiente de Tilin como le habría gustado, pero por suerte terminó de acomodar su vida esa misma mañana y se encargó de su hijo, dándole el día libre a Lapín. Ya en la noche había llegado Missa y entre tantas preguntas indiscretas y acusadoras, terminó contándole absolutamente todo, desde esa primera noche en la exposición y cómo lo conoció, hasta lo último que pasó. Él, como siempre, solo escuchó mientras Tilin terminaba de guardar sus juguetes para irse a acostar.

──A la... ─dijo al fin, acomodándose mejor en el sofá que quedaba justo al frente de él──. ¿Y cómo estás... Con él? ¿Lo has llamado?

──No ─evitó su mirada cuando notó su ceño fruncido──. No sé qué decirle si lo llamo, ¡No sé ni siquiera para qué quiere que lo llame, Missa!

──Hey, pato, tranquilo ─el mayor le mostró una sonrisa un poco más relajada y comprensiva──. Lo siento, es que me sentí como en un capítulo de la Rosa de Guadalupe por un instante, olvidé que la vida es más difícil y sin libretos. No quiero que te rompas la cabeza pensando, ya te veo lo suficientemente cansado, ¿estás durmiendo bien?

──Tampoco ─suspiró──. He tenido que ponerme al día en el trabajo, también quería pasar todo el día con Tilin hoy así que desperté temprano, apenas mañana después de la visita de mamá estaré tranquilo.

──Eso espero, Quackity, no te veo bien. Estás más pálido de lo normal y tienes ojeras, ¿dónde quedó mi pato con la piel suavecita similar a trasero de bebé?

──Pendejo ─rió, recordando muy bien que él siempre lo molestaba por su piel suave, y su madre la adoraba, decía que era un omega muy, muy bonito. Claro, eso antes del nacimiento de Tilin, o de que se enterara de que estaba esperando un bebé──. Tengo miedo de que esté enojado porque no lo he llamado hasta ahora.

──Pero si sigues sin llamarle, se enojará más, lo sabes.

──Solo no quiero escuchar algo que sé que me dolerá. Ya sabes, como el dicho ese, no busques respuestas si no podrás soportarlas, o algo así.

──¿Y si está preocupado por ti?

──Llamaría.

──Pero te dijo que quiere que tú lo llames primero.

──Ya sé, bueno Missa, ¿tú de qué pinche lado estás, eh?

──Está bien, está bien ─bufó, dejando caer todo su peso en el respaldar del sillón──. Es muy raro para ti todo esto, ¿Verdad? No planeo criticar tus acciones o las suyas, pero definitivamente tu vida ha dado un buen giro desde que lo conociste.

──Sí, es verdad ─agradecía que Missa no le atacara por básicamente haber aceptado darle su cuerpo a Roier para complacerse mutuamente, ya por su cuenta se estaba castigando mentalmente por ello──. A Tilin le agrada.

──Eso me dijiste, quien lo diría ─su hermano se acomodó de nuevo al borde del mueble, volteando hacía donde se encontraba su pequeño──. Hey, Tilin ¿vienes un momento, por favor?

──¡Síp! ─Tilin, tan rápido como oyó a su tío, se levantó y corrió con toda la velocidad que sus cortas piernitas se lo permitían. Se lanzó hacía su padre, sabiendo que lo sostendría y lo sentaría sobre sus muslos, tal y como hizo. Missa entonces le miró y negó con la cabeza en un gesto lleno de resignación, probablemente ante el modo en como su hijo y él estaban conectados, o más seguramente por cuan engreído lo tenía.

© The Perfect Omega | Spiderduck Donde viven las historias. Descúbrelo ahora